Aunque la Iglesia católica sigue adoctrinando a través del sistema educativo, los datos del CIS son irrefutables: la fe está en decadencia
Los datos del último barómetro del CIS respecto de la religiosidad en España muestran que hay cosas que están cambiando. Por primera vez se registra un número mayor de ateos, agnósticos o no creyentes que de católicos practicantes. Alrededor del 22,7% de españoles, según esta fuente, son creyentes practicantes, mientras que las personas que no se identifican ideológicamente con ninguna religión son un 29%, lo cual es una cifra más que significativa.
Y ello es así a pesar de que se sigue adoctrinando en los idearios religiosos en la escuela. Todos los niños nacen ateos, sin ninguna idea sobre ningún dios, decía el Barón D’Holbach, o, dicho de otro modo, nos convertimos en creyentes después de ser adoctrinados en la infancia, cuando aún no poseemos herramientas de autodefensa intelectual y todo lo que aprendemos pasa a formar parte, hasta los seis o siete años, del armazón subconsciente que sustentará nuestras creencias más profundas sobre nosotros mismos y sobre el mundo. De ahí que las religiones comiencen su proceso de aleccionamiento y sometimiento ideológico y emocional desde los primeros días de la vida, y de ahí que impongan su presencia desde las primeras etapas de la Educación reglada, lo cual, parafraseando al político y escritor británico Benjamin Disraeli, es una verdadera tragedia, porque “donde empieza la religión termina el conocimiento”; la sociedad, la “cultura” y las familias, ya a priori también adoctrinadas, se encargan del resto.
Durante el franquismo, que tanto monta, el control de la Iglesia católica sobre los centros educativos, fueran públicos o privados, era absoluto. Ellos creaban los planes de estudio e imponían la presencia constante de la religión en todos los niveles de la Educación. Antes mejor ni enterarse. Tengo el plan de estudios de una de mis bisabuelas maternas, quien estudió Magisterio (porque estudiar otra cosa para una mujer era imposible) allá por 1850, e impresiona la impronta religiosa en todos los cursos; casi todas las materias tenían que ver con la religión. No estudiaban, por ejemplo, Historia, pero en todos los cursos tenían una “Historia sagrada”, cuyos contenidos curriculares podemos imaginar muy bien.
En pleno siglo XXI la Iglesia católica sigue controlando la Educación en España. En base al Concordato, que firmó el dictador en 1953, y que se modificó mínimamente en 1979 dando lugar para muchos a una “confesionalidad encubierta”, los privilegios de la Iglesia en España son inmensos y totalmente desproporcionados, también en materia educativa. En base a ese Concordato, el Estado español, aunque se declara aconfesional en la Constitución de 1978, está obligado a que toda la Educación impartida sea “respetuosa” con los valores cristianos, es decir, que se difundan y que no se cuestionen; y está obligado a impartir la asignatura “religión católica” en la enseñanza primaria y secundaria. Los profesores de religión no pasan por oposiciones como el resto, son impuestos, a pesar de lo cual son miembros de pleno derecho de los claustros de profesores y ganan el mismo sueldo que el resto. Además, tanto en centros públicos como en privados son frecuentes las ceremonias religiosas y otras actividades relacionadas con el culto confesional.
Y, por otro lado, una de las grandes herramientas de poder de la Iglesia en el sistema educativo español es el control de los centros concertados, ya sea a través de sus órdenes o congregaciones o a través de alguno de sus grupos sectarios y fundamentalistas, como el Opus Dei. Estos centros reciben de las Administraciones públicas cerca del 40% del presupuesto de Educación para Primaria y para Secundaria obligatoria. Es decir, con el dinero de todos estamos financiando centros educativos que educan en la intolerancia y en la irracionalidad de la religión. Con este panorama quasi-medieval ¿quién dice que España es un país aconfesional? Y ¿quién puede poner en duda que en la Educación española se sigue adoctrinando y aleccionando en ideologías que no son, precisamente, democráticas, sino lo contrario, y que representan justamente el culmen del pensamiento supersticioso y la antítesis del conocimiento científico?
Volviendo a los datos del CIS sobre religiosidad en España, un dato muy llamativo es el número de creyentes que profesan otras religiones a la católica, es escasamente un 2,3%, lo cual invalida absolutamente y deja en ridículo a los argumentos de la ultraderecha y ámbitos fundamentalistas que, en tono alarmista, hablan de “invasión musulmana” o “pérdida de identidad española” para sacar banderas a la vez que odios, mezquindades e intolerancias.
Pese a todo, que por primera vez se computen en España más increyentes que creyentes en mitos y deidades es un dato relevante que muestra un mayor nivel de madurez y de nivel cultural de la sociedad española, aunque sigamos financiando a la Iglesia de manera escandalosamente exagerada. Sólo de los PGE recibe anualmente más de once mil millones de euros de un dinero que debería dedicarse a la Educación, a la Sanidad y en general al bien común. Y, en cualquier caso, a pesar de que son innumerables los argumentos a favor de la increencia, basta un sólo vistazo a la realidad del mundo y del ser humano para recordar una reflexión muy lúcida y sarcástica de Jules Renard, quien decía al respecto: “no sé si Dios existe, pero sería mucho mejor para su reputación que no existiera”.