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Así crece la indignación en Italia, en la que “gobiernan los banqueros del Vaticano”

Un gabinete integrado por los que los indignados de Palermo denominan como «los banqueros del Vaticano», hombres de negocios en su mayoría vinculados con la Iglesia, además de con Europa.

Los indignados ya combaten con la policía en algunas ciudades. Cómo la crisis europea destruye a los partidos que gobiernan y el espacio de indignación y antipolítica comienza a ser ocupado por sectores en pugna. El reporte, desde Palermo, Sicilia, del director de MDZOL, Gabriel Conte.

El triunfo del Partido Popular en España ya hace que los indignados italianos hablen, por lo menos aquí, en Palermo, Sicilia, de una “Europa en la que los banqueros comienzan a tomar el poder”. La crisis que vive el continente se ha deglutido crudos a los partidos que gobiernan y reasignado el poder. En donde se pudo, a la alternativa política. En donde no, ha cubierto el espacio con delegados, como en una “intervención federal” a lo bestia.
Unos 30 jóvenes estudiantes que en su mayoría adscriben públicamente al marxismo y que, por ello, se diferencian del anarquismo del movimiento similar español, toman la plataforma de acceso al Teatro Massimo, el mayor escenario de Italia y el tercero, por sus dimensiones, de toda Europa.
Lo hacen desde hace tiempo, pero ya en el primer día tras la asunción de Mario Monti como primer ministro se empoderaron como “la oposición”, algo que parece estar bastante difusa en un país que optó por aceptar las recetas de la Unión Europea y, sin recurrir a lo que indica el manual democrático, impuso a un hombre del Banco Central Europeo como mandatario en lo que muchos ya señalan como un “golpe de estado bancario” contra Silvio Berlusconi.
Resumiendo, si Berlusconi no fuese Berlusconi y si, por lo tanto, consiguiera más defensores que detractores, todo el mundo estaría hablando ahora de la ilegitimidad del “gobierno técnico” que el presidente Giorgio Napolitano instituyó con Monti a la cabeza y un gabinete integrado por los que los indignados de Palermo denominan como “los banqueros del Vaticano”, hombres de negocios en su mayoría vinculados con la Iglesia, además de con Europa.
Hace más de dos mil años, los romanos instituyeron alrededor del “ágora”, el espacio para la discusión de los temas públicos en cada ciudad importante, una vereda destinada al cambio de divisas. Como ahora, el sostén comercial del Estado era importante y, por entonces, las transacciones se desarrollaban en la “basílica” que, traducido, significa “lugar del dueño” y que la religión transformó en “la casa del Señor”.
En la vereda de enfrente se cambiaba la moneda. Para hacerlo, el propietario de las milenarias casas de cambio tenía un mostrador de mármol con su nombre tallado arriba, como garantía. Hacían sonar las monedas sobre su superficie y, si les gustaba el sonido, las aceptaban y canjeaban. Eso sí era, entonces, plata “contante y sonante”. Pero cuando no tenían cómo responder a la demanda de cambio directamente se le pegaba un martillazo a la mesada, partiéndola y, con ello, dando por ello por rota la garantía. A ese acto se le llamaba “la banca rota”.
Italia no ha tocado fondo, pero la cercanía de la Navidad ya pone nerviosa a mucha gente, sobre todo el siempre pobre sur, tan pobre (o más aun) que cuando nuestros abuelos cruzaron el océano en barco para “hacer la América”.
Las compras se han deprimido en plena temporada comercial y un malestar comienza a recalcular sus planes a las agencias turísticas que ya ven mermado el ingreso del otrora nutrido grupo de españoles que solían visitar Italia y que, directamente, este año han cortado de cuajo sus viajes al exterior. Las calles de cualquier pueblito italiano se ven invadidas por alemanes y franceses alardeando de su bonomía económica.
Europa ya tuvo que intervenir en las crisis de Portugal y Grecia. Desde Irlanda, en tanto, se fueron 400 mil personas a probar suerte en Australia debido a la crisis del Euro. En España, el cambio lo hizo la gente con el voto, dándole la mayor derrota de su historia a un Partido Socialista (el PSOE) que le había dado a ese país derechos sociales, pero también un prestigio con el no contaba con una Europa en la que el estrellato es compartido por Alemania, Inglaterra y Francia.
La situación en Italia no parece hacer mella en el sentimiento pro europeo. Pero sí en la insatisfacción interna con la política. Los antipolíticos de derecha han encontrado su curso: forman el nuevo gobierno sin haber llamado a elecciones y sin siquiera plebiscitarlo. Pero a nivel popular esto es una cantera de nuevos indignados.
Un punto que hay que señalar es la multiplicidad de indignaciones: a la generada por el gobierno y la política, pero también por el vacío de poder que generó Berlusconi, caído en desgracia tras 17 años alternándose en el gobierno, se le suma la falta de ayudas para este país. “Latinoamérica nos ha dado la espalda esta vez. Prefieren mirar hacia China o la India”, dice Bruno, veinteañero e indignado de la plaza Giuseppe Verdi de Palermo.
Claro, mientras en la Argentina celebramos el haber llegado tarde, pero llegado al fin, a mantener relaciones comerciales con los gigantes asiáticos, rompiendo el cordón eurocentrista, aquí lo ven con un desmadre, una traición, pero algo que pasa con los jóvenes cuando quieren tener vuelo propio. Y Latinoamérica demuestra que, con gran dolor y tras los golpes de la niñez, intenta salir de su adolescencia.
La indignación comienza a organizarse en “la bota” europea. Se vio en las plazas de Palermo pero se repite en Roma y en las grandes ciudades, a la vista de todo el mundo y con la capacidad de movilización que tienen los estudiantes.
Ya han causado heridos, algo que destaca la prensa en todas sus portadas, y eso ocurrió durante los enfrentamientos con la policía, que intenta desalojarlos de los lugares emblemáticos que, por lo general, ocupan, para llamar la atención.
“Miren a Italia, porque Italia les concierne. Si cae Italia, cae Europa; si cae Europa, Estados Unidos ya no está más seguro”. Esta frase la dijo Roberto Saviano, el autor del libro “Gomorra”, amenazado por él de muerte por la mafia siciliana. La pronunciación en Wall Street, al reunirse con los indignados estadounidenses y un recorte con esas declaraciones es mostrada por Carla, una veinteañera que tiene a su cargo aspectos logísticos de la movida palermitana.

Italia se indigna y, a 150 años de haber conseguido su reunificación, las divisiones se producen ahora no por enfrentamientos entre ciudades, sino en medio de la eterna discusión sobre quiénes deben pagar los platos rotos de la crisis. A juzgar por la constitución del nuevo gobierno italiano, nadie cree que éste vaya a ser duro con los banqueros, precisamente. Por ello, se aguarda que el ajuste resulte cruel para los jubilados y que limite el empleo, como ya pasa en España. La batalla recién comienza.

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