Estos días aprarecen en los medios distintas noticias protagonizadas por arzobispos españoles. En ellas parece traslucirse el talante de tales mandantes y el calado del supuesto cambio que pretende inducir la jerarquía de la iglesia española. Veamos por partes.
El señor Osoro, renovador arzobispo de Madrid, ha tenido que censurar, al parecer al dictado de Roma, el supuesto uso “político” de un templo en la despedida humana de Pedro Zerolo. Importó poco ¿o tal vez sí? que hubiera oficiado el acto el llamado Padre Ángel de Mensajeros por la Paz.
En la misma fecha, tras un reportaje en que se informa de la denuncia que el señor Bergoglio hace sobre los usos consumistas de nuestra sociedad y las consecuencias ecológicas que este sistema capitalista depredador genera para la humanidad, aparece una entrevista de mayor duración del arzobispo de Sevilla. El señor Asenjo dedicó más tiempo a dar su versión creacionista, ambiente creación de dios, del que Canal Sur había dedicado a noticia origen. Y ya en Andalucía, no falta una nueva referencia a las andanzas del Arzobispo Martínez en su encubrimiento del caso Romanones. En este caso sobre el limitado interrogatorio que se había hecho en el escamoteado informe al juez.
Otra nos relaciona al nuncio del Vaticano con los obispos españoles en general, y con su presidente actual, Bláquez, así como con el antecesor de éste en el cargo, arzobispo Rouco Varela en particular. Hace unas semanas hubo una clamorosa ausencia de prelados españoles en la santificación Óscar Romero en El Salvador que al parecer incomodó al mencionado nuncio. Sin embargo no vino orden de rectificar este tipo de yerro. Se adujeron que determinados actos (todos previsibles) lo habían impedido. Sin embargo, el el señor Rouco Varela no tuvo empacho en manifestar que la santificación de Romero en América Central era un acto político.
Hasta aquí, una serie de hechos y las explicaciones que los privilegiados protagonistas proyectan hacia la ciudadanía, creyente o no, de la distinta vara de medir lo que en ciertos poderosos medios se considera política, hacto social o práctica relegiosa. Uno, que es laicista convencido, a veces se queda turulato viendo el celo interesado de algunos clérigos, habitualmente prepotentes y avasalladores de lo público y de la libertad de conciencia ajena, por separar la religión de lo que no lo es. Superado ese aturdimiento, uno tiene que seguir analizando lo que viene ocurriendo, para -en lo posible- contribuir a que la jerarquía clerical no siga dando gato por liebre.
Empecemos por lo más antiguo. Sí, el señor Rouco, que por lo visto no se acaba de ir, e insiste en marcar la pauta a su moderado y recurrente sucesor arzobispo Bláquez. Este aliado de Wojtyla, quien pese a su discurso social cambió el padrenuestro para evitar la tentación al primer mundo de perdonar la deuda a los paises empobrecidos, persiguió en su archidiócesis las críticas de HOAC en contra de la reforma laboral. Este Rouco que pedía que no se hable de quienes yacen en las cunetas y sí que promovía centenares de beatificaciones con motivo de la apolítica Santa Cruzada de 1.936. El mismo que muestra sus resabios doctrinales contra aborto, divorcio y sin embargo no tiene inconveniente en reservar para sí las ceremonias más próximas a la corona. Quien preside una visita a Roma con los poderes económicos y mediáticos para invadir Madrid en las JMJ, llama política la santificación de Óscar Romero por la defensa de sus pobres gentes en su templo.
Lo de Martínez y Osoro no llega a tanto, pero no dejan de tener su importancia en relación tanto con lo real de la renovación en la jerarquía espiscopal española por un lado y sobre el verdadero alcance de las, a mi modo de ver, exageradas expectativas del pontificado de Bergoglio.
La rectificación de Osoro, el creacioneismo de Asenjo, y la claudicación de Blázquez en la presencia en Salvador son señas inequívocas de que en España la renovación eclesial es lo menos que se despacha. Pasa lo mismo que en lo político con el señor Carmona. Éste como González y otros conmilitones del PSOE muestran que son una izquierda u oposición de juguete del régimen. El señor Carmona afea la defensa de una universidad para la ciencia un día y otro vergonzante se excusa ante el clero de que él es muy respetuoso y no quería… ¿participar en un acto más plural?
Lo de Bergoglio es más confuso y complicado. Por un lado, hace pronunciamentos que cualquiera susbcribe y que el aparato mediático recoge con mimo. Por otro, es muy oportuno su origen sudamericano y lo que ocurre en la política de allí. Sin embargo, avanza poco en los hechos concretos: mantiene familia tradicional, trabas a la homosexulidad, sostiene alianzas con Opus Dei y otros grupos integristas, ataca al laicismo, sobre las finanzas (lo del Marcinskus y el Banco Ambrosiano), y el discurso creacionista de Asenjo nada o muy poco. Reconocidas las dificultades y resistencias que ha de vencer, conviene tener más en cuenta los hechos que las apariencias en un mundo en que la verdad se confunde u oculta. No sea que, también en este campo, frente al capitalismo neoliberal e inhumano, nos traten de engañar con otra oposición de juguete.