Durísimo primer discurso de Luis Argüello como presidente de la Conferencia Episcopal, en el que arremete contra el aborto, la memoria democrática y el “déficit” en vida democrática en nuestro país, sin dedicar una sola línea a las víctimas de la pederastia
En España se viven “las deficiencias del ejercicio democrático, la falta de respeto al principio de legalidad y la supresión de facto de la separación de poderes” que “alimentan el deseo de algunos líderes de construir democracias más autoritarias, con poderes fuertes o semidictatoriales, frenando el diálogo, la escucha y el consenso a favor del bien común”. Así lo ha expresado el presidente de la Conferencia Episcopal, Luis Argüello, en su primer discurso como líder de la Iglesia española tras su elección en marzo pasado.
En el mismo, el arzobispo de Valladolid ha ‘comprado’ la tesis de ‘guerra cultural’ auspiciada por la extrema derecha, aun invitando a superar “el ambiente de populismo y polarización”. “A los españoles nos cuesta reconciliarnos con nuestra historia y, ahora, la lectura ‘democrática’ de la historia es instrumento de polarización (mantenimiento artificial de ‘las dos Españas’) al servicio de la conquista o mantenimiento del poder”, denunció el presidente de la CEE, quien volvió a hablar de “las Españas” y su dificultad para convivir.
Lo que no hizo Argüello en las 44 páginas del discurso entregado a los presentes fue citar a las víctimas de abusos. Así, no dedicó una sola línea a hablar de la crisis de los abusos, en una semana en la que los prelados habrán de terminar de definir su plan de lucha contra la pederastia. Esta tarde las víctimas entregarán sus premios a las personas e instituciones que han contribuido a dar a conocer el problema, y este jueves el Defensor del Pueblo presentará su informe sobre la pederastia en la Iglesia ante el Pleno del Congreso de los Diputados. Esta semana, por cierto, la Iglesia española conmemora (o debería) su anual jornada de oración por las víctimas de los abusos en su seno.
“Farolillo rojo en políticas familiares”
El presidente de la CEE sí trazó un panorama ciertamente desolador de la sociedad española, en la que muchos “buscan refugio en la nostalgia del pasado, en sueños artificiosos de futuro o en las diversiones incesantes que proponen el mercado y tantas ideologías, optimistas o pesimistas”.
“Sin esperanza en el advenimiento de lo nuevo, el mercado y las ideologías acuden a la cita y ofrecen ‘paraísos’ para enmascarar la nada que anuncia la desesperanza y consolar las melancolías y angustias que genera la incertidumbre”, apuntó el arzobispo de Valladolid, quien arremetió contra el aborto y la desprotección a la familia, que han colocado a España como “farolillo rojo en políticas familiares de protección de la familia y promoción de la natalidad”. Y es que, en su opinión, hay motivos políticos, culturales y ambientales que “atacan y denigran” la familia y “plantean modelos alternativos como única opción liberadora”, afirmó Argüello.
Los problemas de la vivienda, el trabajo o la inmigración también son reflejo de la situación de crisis moral que vive nuestra sociedad, en opinión del presidente de la CEE, quien sostuvo que, en la actualidad, “hay un déficit creciente de vida democrática, caracterizado por la falta de encuentro y de diálogo, que quedan anulados por la dialéctica populista y polarizada, en un clima cultural de posverdad”.
Para el presidente de la CEE, “las deficiencias del ejercicio democrático, falta de respeto al principio de legalidad y supresión de facto de la separación de poderes, junto con el deseo del mercado de lograr una economía eficiente y globalizada que pueda desarrollarse sin muchos límites, alimentan el deseo de algunos líderes de construir democracias (la práctica totalidad de los Estados miembros de la ONU se definen democráticos) más autoritarias, con poderes fuertes o semidictatoriales, frenando el diálogo, la escucha y el consenso a favor del bien común”.
En “este ambiente”, el prelado advirtió de “una cultura que haga posible la aceptación sumisa del deterioro democrático, y que introyecte las reglas de juego del mercado posicional en la razón, la voluntad y los afectos, de modo que sea difícil una contestación radical que innove”.
“Las dos Españas”
“Solo en este ambiente global y globalizado –trazó el presidente de la CEE– podemos entender lo que ocurre en España”. Una situación que resumió en “dos coordenadas”. En primer lugar, el tiempo. Así, lamentó que “a los españoles nos cuesta reconciliarnos con nuestra historia y, ahora, la lectura «democrática» de la historia es instrumento de polarización (mantenimiento artificial de ‘las dos Españas’) al servicio de la conquista o mantenimiento del poder”. En segundo lugar, el espacio: “Nuestro territorio patrio está habitado por ‘las Españas’ que comparten una larga trayectoria de vida social y política expresada en diversos sones; hoy, de nuevo resuenan las dificultades para armonizar una nación política ‘de nacionalidades y regiones’”.
La pregunta no es si la democracia es el mejor de los sistemas de gobierno, sino, unida al estado del bienestar, qué tipo de ciudadanos genera, cuál es su protagonismo social y que consecuencias provoca en el tejido social el cultivo incesante, a cambio del voto, del ‘derecho a tener derechos’; qué hace con la tradición recibida y cómo proyecta a largo plazo, más allá de las exigencias de las próximas elecciones
En este punto, Argüello recordó el primer encuentro de Pedro Sánchez con el Papa, acaecido hace cuatro años (hace una semanas se produjo el segundo, del que no habla en su discurso), en el que Francisco invitó al presidente del Gobierno a “superar populismo y polarización”. “Claro que esta doble acción precisa, por una parte, renunciar a la posverdad que legitima la mentira como instrumento político y, por otra, dar la vuelta a la tortilla de una cultura que favorece el individualismo del ‘derecho a tener derechos’ y la desvinculación como proyecto liberador de individuos, identidades y agrupaciones sociales de todo tipo”, advirtió el arzobispo de Valladolid.
“La pregunta no es si la democracia es el mejor de los sistemas de gobierno, sino, unida al estado del bienestar, qué tipo de ciudadanos genera, cuál es su protagonismo social y que consecuencias provoca en el tejido social el cultivo incesante, a cambio del voto, del ‘derecho a tener derechos’; qué hace con la tradición recibida y cómo proyecta a largo plazo, más allá de las exigencias de las próximas elecciones”, recalcó Argüello, quien incidió en el “círculo vicioso” de las “aparentes perplejidades políticas”, en el que “los partidos autodenominados progresistas, críticos del sistema económico dominante, promueven y defienden antropologías radicalmente insolidarias en el campo de la vida, los afectos y el ‘empoderamiento’ de identidades parciales y desvinculadas, lo que les hace abandonar de facto una propuesta de verdadera innovación económica y social; mientras los partidos que se resisten a ser denominados conservadores y que, aun con la boca pequeña algunos, dicen defender vida, familia y subjetividad de la sociedad, promueven y defienden un sistema económico y una manera de ejercer la política que promueve la misma práctica antropológica que sus adversarios políticos promueven sin complejos”. Dos posturas que, en su opinión, “se complementan y retroalimentan”.