El Gobierno festeja porque Francisco hace lobby para que el FMI afloje el torniquete contra la Argentina. Mientras, los obispos de Bergoglio afilan sus espadas para lanzarse a la cruzada contra la legalización del aborto.
No hablemos de ilegalidades sino de milagros y paraísos. Esa parece ser la premisa que guía en las últimas horas la acción de la alta jerarquía católica, tanto la que reside en el monárquico Vaticano como la que actúa en suelo argentino.
Por un lado, parece que la idea es no cuestionar las estafas mundiales con forma de “deuda externa” sino pedirle a los estafadores que sean un poco menos crueles con los estafados y los dejen respirar si quieren cobrar. Por el otro, empieza a transformarse en cruzada militante la idea de que no se toque un punto ni una coma respecto a la prohibición del derecho a la interrupción voluntaria del embarazo.
“Las deudas deben ser pagadas”
Este miércoles el papa Francisco hizo un llamado piadoso a los organismos internacionales para que promuevan acciones a fin de “aliviar la carga” de las deudas de muchos países y, tal como lo repite desde hace años, se pronunció nuevamente en contra de la llamada “acumulación financiera”.
El papa habló durante la inauguración del foro “Nuevas formas de fraternidad solidaria de inclusión, integración e innovación”, organizado en Roma por la Pontificia Academia de Ciencias Sociales, donde participaron funcionarios católicos de gobiernos de todo el mundo y representantes católicos de organismos internacionales y think tanks financieros.
En una de las fotos oficiales del foro, que circularon por todo el mundo y muy especialmente por Argentina, se ve al ministro de Hacienda Martín Guzmán parado entre Francisco y la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) Kristalina Georgieva. Arriba, entre el papa y el ministro, el canciller de la mencionada academia y mentor del foro, el obispo argentino Marcelo Sánchez Sorondo, quien lleva más de cuarenta años en el Vaticano y fue de los funcionarios más cercanos a los reaccionarios Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Poco antes de los flashes, el papa realizó una serie de definiciones respecto a las deudas que cargan gran parte de los países mal llamados “en vías de desarrollo”. Allí dijo que “es ciertamente justo el principio de que las deudas deben ser pagadas”, pero que “no es lícito exigir o pretender su pago cuando éste vendría a imponer de hecho opciones políticas tales que llevaran al hambre y la desesperación a poblaciones enteras”.
En ese marco, recordó (aunque sin enumerarlas) “las exigencias morales de Juan Pablo II en 1991”, que “resultan asombrosamente actuales hoy”, al tiempo que sentenció que “es necesario, como por lo demás está ocurriendo en parte, encontrar modalidades de reducción, dilación o extinción de la deuda, compatibles con el derecho fundamental de los pueblos a la subsistencia y el progreso”.
Finalmente exhortó “a todos los pueblos a ayudar a los países en desarrollo a lograr la sostenibilidad de la deuda a largo plazo a través de políticas coordinadas destinadas a fomentar el financiamiento de la deuda, el alivio de la deuda y la reestructuración de la deuda, según corresponda”.
Sin dudas, música para los oídos del Gobierno de Alberto Fernández, quien personalmente había viajado la semana previa a Roma para rogarle al sumo pontífice que interceda de alguna manera ante el FMI y los acreedores externos para que acepten negociar un nuevo plan de pagos de la deuda pública en función de el ahogamiento financiero que sufre el Estado argentino.
Lobos con piel de cordero
Es lógico que las palabras del monarca vaticano hayan caído muy bien en las poblaciones de los países latinoamericanos, africanos o asiáticos que desde hace mucho tiempo ven desangrarse sus economías por deudas impagables tras haber obtenido préstamos usurarios y fraudulentos de organismos internacionales y “fondos de inversión”.
Lo que resulta menos lógico (o menos entendible) es que esas mismas palabras no estén acompañadas de una identificación clara de los usureros. Que Kristalina Georgieva acuda sonriente al foro de Roma y que su perfil técnico diste del de quienes la precedieron (como David Lipton, Cristine Lagarde, Dominique Strauss-Kahn, Rodrigo Rato o Anne Krueger) no la hace menos directora del FMI.
“Mi inmensa gratitud al Papa Francisco por unirse en nuestro diálogo y por sus palabras inspiradoras. ¡Compartimos plenamente su visión de que la economía global necesita ser más inclusiva, más fraterna y debe preocuparse por nuestro hogar común, nuestro planeta!”… Palabras de Kristalina.
¿Hay que recordarle a Francisco qué es el Fondo Monetario Internacional y cuánto mal ha propagado a lo largo y ancho del mundo desde su creación? ¿O él también adscribe a la teoría de Mauricio Macri y Nicolás Dujovne según la cual el Fondo “yo no es lo que era” y “cambió para mejor”?
Francisco afirma que el proceso de reducción, dilación o extinción de la deuda “está ocurriendo en parte”. ¿A qué se refiere? ¿Dónde se puede verificar semejante afirmación? A juzgar por las consecuencias del paso del FMI por Grecia, por Ecuador o por la Argentina, huelga decir que el Fondo no solo es el mismo de siempre sino que cada vez viene más recargado.
¿No es la cándida y católica señora Georgieva la que deberá defender los intereses del Fondo en las negociaciones con Guzmán y su equipo? Intereses que se posan sobre el hundimiento fenomenal de la economía argentina de los últimos años, donde el “préstamo” que le dio el organismo al Gobierno de Macri cumplió un rol central. Un préstamo que no derivó en otra cosa que en una fuga histórica de capitales y en que un puñado de parásitos multinacionales hagan culto a la “acumulación financiera” que cuestiona Francisco.
Si hay algo que el Vaticano ha practicado por los siglos de los siglos es el engaño y el encubrimiento. Tal vez para no perder esa costumbre, ahora el papa busca sentar en una misma mesa a los lobos y a los corderos, confiando en que los unos ya no serán tan depredadores y proponiendo a los otros que esperen la misericordia de sus verdugos. No hace falta mucha lucidez para imaginar cómo termina la historia.
Todos los presentes en el foro organizado por Sánchez Sorondo saben que la deuda externa argentina es obscenamente ilegal, ilegítima y fraudulenta. Pero nadie lo dice. De eso, no se habla.
Contra las mujeres
El mismo día en que la Casa Rosada recibía jubilosa las palabras vertidas desde Roma, en la sede de la Conferencia Episcopal Argentina se empezaba a delinear una nueva cruzada contra derechos democráticos (y en este caso de vida) elementales.
Así como en los años 80 la jerarquía católica se peleó contra la dinámica histórica y pretendió frenar la legalización del divorcio vincular; así como en 2010, con el entonces cardenal Jorge Bergoglio a la cabeza, la misma cúpula eclesiástica agotó sus fuerzas pretendiendo conjurar la legalización de matrimonio igualitario (“esa obra del plan contra Dios”, diría el hoy santo padre); ahora los obispos se aprestan a jugar todas sus cartas contra la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo.
¿Y qué mejor que empezar con una misa en Luján? Con más de un mes de anticipación y bajo el lema “Sí a las mujeres, sí a la vida”, la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina convocó este miércoles a una jornada en la basílica de Luján para el domingo 8 de marzo. El mismo Día Internacional de las Mujeres. Una provocación contra el movimiento de millones que en todo el mundo manifestará por sus derechos.
Las máximas autoridades de la Iglesia argentina (Oscar Ojea, Mario Poli, Marcelo Colombo y Carlos Malfa) firman la convocatoria y llaman “a todos los obispos argentinos a concelebrar la Eucaristía para pedir por la protección de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural”. E invitan a sumarse a la causa “a todos los hombres y mujeres de buena voluntad”.
¿Será por ese complicado equilibrio de intentar, como dice el dicho, quedar bien con Dios y con el Diablo, que Alberto Fernández eligió ser más que ambiguo y desde París dijo que presentará un proyecto de ley para “despenalizar” el aborto? Él, que se jacta de su larga carrera de abogado, sabe cuál es la diferencia entre despenalizar y legalizar. Y si hay algo que le sobra es sentido de la oportunidad. Las huestes oficialistas ya salieron a aclarar que el proyecto será para también legalizar el aborto. Pero la ambigüedad está intacta.
Con sus palabras y su foto con Guzmán y Georgieva, posiblemente Francisco ya haya hecho todo lo que le correspondía en su misión conciliadora entre lobos y corderos. El agradecimiento del Gobierno para con él por semejante gesto será, si no eterno, al menos prolongado. Restan saber al menos dos cosas: si las plegarias del papa surtirán efecto en el corazón de Kristalina y sus secuaces y si la armonía entre la Casa Rosada y la Capilla Sixtina se mantendrá más allá de marzo, cuando comience el debate en el Congreso sobre el aborto. Según fuentes confiables, ni Dios lo sabe.