Colonos y ultraortodoxos se hacen fuertes en las Fuerzas Armadas debido a su celo patriótico y al creciente número de jóvenes que eluden la llamada a filas
Eran un centenar de soldados. Abandonaron la sala en el instante en que una joven colega de armas se aupó al escenario. La Halaja, ley judía, prohíbe escuchar el canto de una mujer. Sucedió a comienzos de marzo. La próxima semana se inaugura en una base militar del desierto del Negev un hotel para oficiales casados, sus familias creyentes y rabinos. La penetración de la extrema derecha religiosa (alimento de los colonos, que consideran Cisjordania y Gaza tierra otorgada por Dios a los judíos) y la influencia de los rabinos sionistas en el Ejército israelí son imparables. Imbuidos de una ideología mesiánica se hacen fuertes al compás de la creciente evasión al llamamiento a filas y de la necesidad de reclutar jóvenes motivados.
Es una tendencia que tendrá consecuencias en el hipotético supuesto de que se alcanzara un acuerdo de paz con los palestinos. ¿Quién evacuaría a los colonos de Cisjordania? Ya han surgido brotes de desobediencia. En un desalojo en Hebrón, en agosto de 2007, 12 de los 40 uniformados que debían tomar parte se negaron a cumplir órdenes. En la evacuación de colonos de una casa en esa ciudad, en diciembre, fue la policía de fronteras quien se encargó de la operación.
Los laicos ashkenazis -judíos procedentes de Europa- formaron la espina dorsal del Tsahal durante 30 años. Apenas se veían kipás en las coronillas de los uniformados. Pero el Estado fundado sobre bases socialistas dejó paso al liberalismo, y el cambio en el Ejército se acomodó a la transformación social.
Colisión de jerarquías
Ni siquiera los especialistas pueden aportar cifras precisas sobre la composición del Ejército. Son datos secretos. Pero sólo hay que observar cualquier grupo de soldados que pululan por las calles para comprobar que los creyentes abundan. En las unidades de combate, con presencia permanente en la Cisjordania ocupada, son cada día más potentes.
Yagil Levy, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Abierta de Israel, asegura: "Al menos el 10% de los soldados de estas unidades proceden de las mechinot [academias militares con un 50% de graduados creyentes] y las hesder yeshivas [las 45 escuelas que combinan los estudios talmúdicos con el servicio militar]". "Hay muchos más religiosos aparte de ese 10%, pero éstos son los más organizados, y mantienen vínculos con los rabinos que han puesto sus pies en el Ejército, lo que fomenta una colisión entre la jerarquía religiosa y la militar".
"Hubo planes", agrega, "para dispersarlos, pero los rabinos se opusieron. Amenazaron con convertir a estos soldados en ultraortodoxos", un sector exento del servicio si demuestra que estudia en una escuela religiosa, aunque también existen unidades especiales para ellos.
Por primera vez el rabino jefe del Ejército, Avichai Rontzki, es un colono. "El Ejército", añade Levy, "nunca bloqueó a los religiosos, pero hasta los años ochenta, los rabinos creían que en las unidades de combate, que pueden pasar tres semanas en Cisjordania o en el Golán, los jóvenes creyentes se podían ver expuestos a experiencias seculares. Ésta no era la atmósfera adecuada para un observante". Hoy es diferente.
Antes de la guerra de Yom Kipur, en 1973, la evacuación de los territorios ocupados no estaba en la agenda. Ahora tienen una misión ideológica: proteger Eretz Israel (Israel, Cisjordania y Gaza). En Cisjordania, los colonos forman las unidades de reservistas que protegen los asentamientos, y son buen número entre los soldados regulares de la brigada Kfir, desplegada en ese territorio. La distinción entre colonos y militares se difumina. Son, en gran medida, los encargados de las continuas redadas en Cisjordania, acompañadas a menudo de violencia gratuita contra los palestinos. Pero resultan imprescindibles, dado el creciente escaqueo de los jóvenes de clase media-alta, que ha crecido ya hasta el 5%: alegan enfermedades psicológicas.
"El Estado Mayor no hace casi nada. Cada vez se pueden ver más y más comandantes de batallón y de brigada que son religiosos", afirma el profesor. Motivación es la palabra clave. "El jefe del Estado Mayor, Gaby Ashkenazi, entiende muy bien que sin la gran motivación de los soldados religiosos, podemos cerrar la tienda", explica Levy.
Desde el Gobierno, el bombardeo sobre los peligros que se ciernen sobre Israel es cotidiano. Analistas y ex políticos discrepan. "La gente", afirma Levy, "se siente más segura, la sensación de amenaza se hunde y la necesidad de sacrificio decae. Estos procesos provocan un descenso en la motivación, y al mismo tiempo hay más motivación entre otros grupos: beduinos y drusos, ultraortodoxos y mujeres, que tienen más opciones de ingresar en unidades de combate. No es que el Ejército se haya vuelto más liberal, es que en los años noventa se dieron cuenta de que las necesitaban". Pero nadie gana en celo patriótico a los colonos en uniforme.
Los rabinos descienden al campo de batalla
Nunca había ocurrido hasta la guerra de Gaza. Los rabinos acompañaron a los soldados en el campo de batalla. Difundieron panfletos en los que se animaba a "no tener piedad con el enemigo". "Estamos siendo muy violentos", advirtieron mandos castrenses en plena operación. Los jefes religiosos se dirigían primordialmente a los militares laicos. "Querían difundir la idea de que se trataba de una misión religiosa. Normalmente, una operación militar es un acto racional. Ellos quieren teologizarla", sostiene el experto Yagil Levy.
La enorme potencia de fuego desatada en la franja por el Ejército israelí -"se empleó una política muy liberal, muy flexible a la hora de emplear la fuerza. No siempre el término liberal es positivo", sonríe el profesor- respondió también a otros factores.
En primer lugar, el Gobierno estaba muy preocupado por las bajas tras la segunda guerra de Líbano. "Si se producen muchas bajas entre los soldados, la campaña se termina", asegura Levy. A diferencia de la contienda de 2006, todo se planeó al detalle.
Incluso el momento de lanzar la guerra, cuando en los países occidentales se disfrutaban las vacaciones de Navidad. Y más importante: se buscó que la campaña militar gozara de gran legitimidad entre la población israelí. "Nunca", explica Levy, "ha sido tan documentado y expuesto en los medios el sufrimiento de los israelíes atacados por los árabes como fueron los lanzamientos de cohetes contra Sderot y las comunidades vecinas. Cuando había atentados terroristas se intentaba proyectar la imagen de que todo volvía a la normalidad rápidamente. En Sderot ha sido al contrario. Se ha mostrado el sufrimiento continuo, y eso unido a los sentimientos nacionalistas, a los postulados de los rabinos y a la convicción de que la misión era legítima, generó esa agresividad".