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Arabia Saudí e Irán, dos pilares del terrorismo en la región

La rivalidad entre Arabia Saudí y la República Islámica de Irán por el dominio de Oriente Medio es un hecho desde hace décadas. La primera pretende ser defensora de la rama suní del Islam y la segunda de la confesión chií. Ambas utilizan los medios que están a su alcance para extender su poder en los países vecinos y dañar en lo posible al contrincante.

Es de sobra conocido el papel de Arabia Saudí en fomentar el extremismo religioso por medio de una interpretación estricta del Islam (el wahabismo), difundida dentro y fuera del mundo musulmán a través de centros culturales y mezquitas fundadas y financiadas por las autoridades saudíes.

En las últimas décadas, muchos individuos y grupos de confesión suní se empaparon de esta ideología destructora y fueron la base de organizaciones radicales que acabaron utilizando la violencia para imponer sus normas y enseñanzas. Miles de musulmanes procedentes de países de mayoría musulmana, algunos cercanos como Egipto, Jordania y otros lejanos como Indonesia, Malasia o Bangladesh, han recibido becas para estudiar en universidades y mezquitas saudíes que, a su vez, formaron a otros individuos a su regreso a sus países.

Grupos como los Hermanos Musulmanes, Al Qaeda, los Talibán o DAESH se inspiraron en el wahabismo para llevar a cabo sus políticas de castigo en contra de todos aquellos que no comparten con ellos sus ideales y sus acciones bélicas. El resultado ha sido el uso indiscriminado de la violencia que está dejando todos los días decenas y, en ocasiones, centenares de víctimas inocentes de musulmanes y de otras creencias.

Irán por su parte, viene jugando un papel parecido al de Arabia saudí desde la Revolución Islámica de 1979. Las autoridades del régimen iraní utilizaron mano dura desde el principio contra la oposición. En los primeros años de la revolución fueron ejecutados más de 30.000 opositores. Los Muyahidin Jalq (luchadores del pueblo) que en un principio habían apoyado la revolución para acabar con el gobierno anterior, fueron sistemáticamente eliminados hasta que una pequeña parte de ellos pudieron escapar del país e instalarse en el vecino Iraq. La represión es constante contra las minorías étnicas y religiosas. Musulmanes suníes, kurdos, árabes y beluchos se ven perseguidos con frecuencia a la hora de reclamar sus derechos básicos. El pueblo iraní sufre hoy en día la falta de libertades, la pobreza y la privación.

El régimen de la República es un sistema confesional sectario que promueve el fanatismo, el extremismo y la intolerancia. Se basa en la idea tan anacrónica de Wilayati Faqih (el gobierno del jurisconsulto), donde el líder religioso se coloca en la esfera más alta del poder, controlando al parlamento y al presidente del gobierno elegido en las urnas.

El régimen de los ayatollahs es fruto del Islam político en su expresión violenta y destructora. Una ideología con dos vertientes: la suní extremista y la chií jomeinista. Pese a sus diferencias, existen muchos elementos comunes entre las dos. Al Qaeda y el Estado Islámico surgieron de las entrañas de los Hermanos Musulmanes. Las milicias chiíes y Hezbolá, que están arrasando poblaciones enteras en Iraq, Siria y Yemen, salieron del abrigo del jomeinismo. Unos y otros coinciden en el odio con las demás religiones y confesiones, la marginación de la mujer y ser contrarios a la libertad de expresión.

La política exterior del régimen iraní ha sido agresiva desde la caída del Shah y la llegada de los clérigos. Jomeini quiso exportar la revolución a los países vecinos incitando a las poblaciones de confesión chií a levantarse contra los gobiernos.

El gobierno iraní utiliza a los peregrinos a la Meca de esta nacionalidad como medida de presión contra las autoridades saudíes. Cuando se encuentran en territorio saudí se manifiestan, esgrimen eslóganes ofensivos y provocan disturbios con el fin de desestabilizar al gobierno saudí.

Los ciudadanos de Bahréin de confesión chií son incitados con frecuencia por las autoridades iraníes para levantarse contra el sistema político de su país.

Pero a raíz de la caída del régimen del Baaz en Iraq, Irán encuentra una oportunidad dorada para extender sus tentáculos en este país y en Siria y Yemen más tarde. Los sucesivos gobiernos iraquíes de confesión chií después de la invasión norteamericana en 2003 han abierto las puertas del país de par en par a las autoridades iraníes. La Guardia Revolucionaria iraní ha encontrado un lugar privilegiado en la Zona Verde, sede del gobierno iraquí. El general Qasem Soleimani, miembro destacado de los Guardianes de la Revolución y comandante de las Fuerzas Al-Quds goza en Bagdad de mayor poder que cualquier líder político iraquí.

Varias milicias compuestas por ciudadanos iraquíes e iraníes fueron creadas en Irán y se trasladaron a Iraq después de 2003 como las Brigadas de Badr y la Armada al-Quds. Estas milicias, junto a otras surgidas en Iraq, participaron activamente en llevar a cabo limpiezas étnicas en Bagdad y en otras provincias como Dialah, Anbar o Salah al-Din, expulsando o asesinando a familias enteras de confesión suní. La misma práctica se ha repetido en la liberación reciente de Mosul, prohibiendo la vuelta de decenas de miles de familias a sus hogares por no pertenecer a la rama chií que sujeta las riendas del poder en este país.

Cerca de 4000 opositores iraníes de Muyahidin Jalq instalados en Iraq durante la guerra entre los dos países (1980-1988) vivían en el campamiento Ashraf a unos 60 km. al norte de Bagdad. Con la caída del régimen de Sadam, las instalaciones del centro estuvieron bajo control norteamericano hasta 2009 cuando las fuerzas iraquíes se hicieron cargo de las mismas. A partir de esta fecha y a petición explícita de las autoridades iraníes, el campamento ha sido objeto de ataques militares con decenas de muertos. Como consecuencia de estos acontecimientos, la ONU y las autoridades iraquíes alcanzaron un acuerdo que consistía en trasladar temporalmente a los miembros del grupo a un nuevo campamiento llamado Liberty próximo al aeropuerto de Bagdad para ubicarlos más tarde en otros países en calidad de refugiados políticos. Este nuevo destino tampoco se salvó de los ataques de las fuerzas iraquíes; en octubre de 2015 fuerzas mixtas de Irán e Iraq entraron en el campamiento y asesinaron a 24 personas.

Las milicias que actúan en Iraq, Siria y Yemen con el apoyo militar, ideológico y logístico de las autoridades de Irán se cuentan por decenas. Destacan entre ellas: Hezbolá, el Movimiento Sabirin, los Escuadrones Ashura, Brigadas de Sayyid al-Shuhada, las Brigadas Badr, el Movimiento al-Nuyaba, las Tropas del Imam Ali, las Brigadas Fatimiyyun…

Las injerencias de Irán en los países vecinos, a través de estas milicias han causado graves fracturas y divisiones entre las propias sociedades de estos países. Su objetivo principal es apoyar a grupos y partidos de confesión chií para expandir su dominio y su influencia y frenar por otro lado el peso estratégico de sus rivales del Golfo liderados por Arabia Saudí.

Su apoyo al régimen de Asad en Siria es notorio. Es parte del espíritu sectario porque el presidente sirio pertenece a la minoría alawi, una rama del chiísmo aunque muchos no la consideran como tal. El régimen sirio alardeaba durante décadas de ser un sistema laico hasta que se vio acorralado por su pueblo, entonces se arrojó en el regazo de Irán, su salvador, enarbolando motivos sectarios.

El apoyo iraní a los huties en Yemen, otra rama del chiísmo, es una nueva muestra del carácter sectario del régimen de los ayatollahs. Arabia Saudí con sus aliados por un lado e Irán por otro han sido la causa directa de la destrucción del país. Los hutíes apoyados por Irán han asesinado recientemente al expresidente yemení Ali Abdullah Saleh porque rompió su alianza con ellos y tenía la intención de unirse al presidente reconocido legalmente Mansur Abd Rabbuh.

Irán y las seis potencias que conforman el Grupo 5+1 firmaron un acuerdo sobre el programa nuclear iraní en junio de 2015. A partir de este momento, buena parte de los países occidentales abrieron las puertas a la República de los ayatollahs olvidando sus atropellos contra los derechos humanos. Numerosos ministros de exteriores acompañados de decenas de empresarios visitaron Teherán para cerrar contratos comerciales. Incluso las universidades europeas comenzaron a organizar congresos y seminarios con la activa participación de las embajadas iraníes con el objetivo de lavar la cara de un sistema anclado en el medioevo.

Una pseudo-izquierda europea se muestra hoy en día benevolente y comprensiva con el régimen de los clérigos de Teherán por su supuesto anti imperialismo y su fingida tensión política con EEUU. Curiosamente, todas las intervenciones del Tío Sam en la región han beneficiado al régimen de Irán, desde la destrucción de los Talibán hasta la invasión de Iraq.

Pese a los intentos de algunos propios y ajenos de embellecer la imagen de un sistema retrógrado, ultra conservador y despótico, se sabe que en el fondo nada ha cambiado. Irán sigue siendo un lugar inhóspito para cualquier clase de oposición, perturbador para la mujer y penoso para los homosexuales que son habitualmente ejecutados en público, acusados por “sodomía consentida” y calificados de “villanos inmorales”.

Samán

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*Los artículos de opinión expresan la de su autor, sin que la publicación suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan todo lo expresado en el mismo. Europa Laica expresa sus opiniones a través de sus comunicados.

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