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Anuncios especiales en el autobús

Está visto que discutir sobre la existencia de Dios se ha vuelto a poner de moda. Uno lee los periódicos o paseando por algunas ciudades importantes del mundo y fijándose en la publicidad de algunos autobuses se encuentra con la polémica. ¿Dios, existe o no existe? ¡Vaya pregunta difícil de responder! Innumerables científicos, filósofos, profesores, personas en general, han discutido y vertido ríos y ríos de tinta para dar respuesta a esta pregunta a lo largo de los siglos de nuestra historia. Lo que es más desagradable es que no ha sido tinta únicamente lo que se ha vertido por esta causa sino que ésta ha tomado el color de la sangre en numerosas ocasiones.
La existencia de Dios a pesar de los magníficos argumentos de Santo Tomás y de otros muchos sabios no se puede probar siguiendo ningún método medianamente científico. Yo fui adoctrinado por la Iglesia Católica y recibí muchos de sus sacramentos, pero el pensamiento y el estudio me han llevado al convencimiento de la inexistencia de Dios, con argumentos basados en experimentos de laboratorio reales y desde un razonamiento científico. La síntesis por azar de aminoácidos y otras moléculas orgánicas a partir de mezclas de metano, amoniaco, hidrógeno y agua realizada por Stanley Miller en 1953 está bien documentada. Hay que decir que los aminoácidos son los elementos que constituyen las proteínas y que son moléculas exclusivas de los seres vivos. En experimentos más recientes, con el descubrimiento de la tecnología del DNA recombinante, la ingeniería genética no deja de asombrarnos cada día hasta el punto de que ya se ha construido un cromosoma que puede ser la base para construir en el laboratorio un ser vivo capaz de nutrirse, crecer y multiplicarse autónomamente. Debe ser por estas y otras muchas razones por las que como documentó mi colega el profesor Juan Antonio Aguilera, también bioquímico, en este periódico el pasado 30 de enero, la mayoría de los científicos actuales no creemos que Dios exista. Estoy plenamente de acuerdo con casi todos sus razonamientos publicados el 21 de enero y con la réplica que le da al profesor Montiel, quien lo criticó con cierta dureza en IDEAL el pasado día 25.
A pesar de que soy una persona no creyente en Dios, no me gusta la palabra 'ateo' que etimológicamente como es bien sabido significa 'sin Dios'. No, no hay una división entre las personas que creen en la existencia de Dios y las que no creemos en ella, ni tampoco debería haberla entre los que creen en una forma divina o en otra, o entre los que creen o no en la virginidad de María, valgan como ejemplos. Abogo por la libertad para creer y para crear y disiento con todas mis fuerzas del adoctrinamiento en cuestiones de conciencia. Por esto, no me gusta en absoluto el argumento que parece desprenderse de los anuncios en los ateo-buses de que hay que disfrutar de la vida ya que probablemente Dios no exista. Aún sin gustarme, entiendo que muchas personas ateas que también han sido adoctrinadas en la Iglesia Católica, doctrina que, en mi caso y en el de muchos otros, ponía el acento en la represión y el miedo al castigo divino, que nos condenaba a arder por toda la eternidad en las llamas del infierno por un quítame allá estas pajas, ahora se sientan aliviadas y quieran publicitar que se puede disfrutar de la vida sin esos temores.
La guerra de los eslóganes en los autobuses ateos y cristianos me provoca sonrisas. Al menos, que yo sepa, todavía no ha provocado muertos aunque sí algunos sanos enfrentamientos dialécticos. Entiendo que se diga «cuando todos te abandonen, Dios estará contigo» ya que ésta es la principal razón, a mi modo de ver, que justifica la creencia en un Dios que va a solucionar las injusticias padecidas durante la vida, al tiempo que es el consuelo ante la pérdida inevitable de los seres queridos. También entiendo, como he justificado anteriormente, el afán por eliminar los miedos generados durante tantos años por las religiones cristianas al predicar la existencia de un Dios justiciero y vengador que colocaba en las puertas del cielo un filtro que clasificaba las almas y las dirigía hacia uno u otro lugar, según la suerte que había tenido uno de morir tras una confesión reparadora o sin tiempo para ella. Tengo que reconocer que la Iglesia Católica parece que ha cambiado el mensaje desde que yo era niño y ahora procura centrarse más en el mensaje del amor.
Yo creo que la VIDA se nos ha dado después de una -con nuestros parámetros temporales- muy extensa evolución. Disfrutemos de ella todos con el máximo respeto por los demás ya que, exista o no exista Dios, es única e irrepetible.
 
ALBERTO M. VARGAS MORALES CATEDRÁTICO DE BIOQUÍMICA Y BIOLOGÍA MOLECULAR. MIEMBRO DE LA IGLESIA CATÓLICA

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