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El padre Andrés Manjón y Manjón (1846-1923) ha pasado a la historia por la creación de las Escuelas del Ave María. A finales del año 1888 estando en el Sacromonte granadino se interesó por la situación de los niños gitanos y creó la institución educativa que hemos apuntado, empleando modernos métodos pedagógicos en favor de esos niños gitanos y de niños en situaciones desfavorecidas. En 1918 ya había unas treinta y seis Escuelas del Ave María por toda la geografía español, y después el modelo saltaría fuera de las fronteras españolas. Fundó también un Seminario de Maestros en el año 1905. Manjón daba mucha importancia a la formación de los docentes.
El padre Manjón fue un gran conocedor de la educación, aunque, indudablemente, desde una óptica religiosa católica siendo extremadamente crítico con la escuela laica a la que también combatió, como veremos en este artículo. Así pues, en El Pueblo Manchego publicó el 13 de enero de 1911 un artículo en el que comparaba la que consideraba como escuela neutra en los Estados Unidos con la laica francesa. Los ataques a la segunda, como veremos, fueron furibundos y hasta apocalípticos, si se nos permite la consideración. La Tercera República había establecido ya claramente, y como es sabido, el modelo más acabado de escuela laica y gratuita de toda Europa.
Manjón observaba una clara diferencia entre dos tipos de escuelas que podían denominarse laicas y que se daban en dos repúblicas, una que consideraba teísta, es decir, la norteamericana, con otra atea, la francesa.
La escuela laica norteamericana sería realmente neutra o “inconfesional” porque los diferentes cultos existentes no permitían otra cosa en la enseñanza oficial. Pero, en Francia la escuela laica oficial no sería “inconfesional”, es decir, de uno u otro culto, sino la escuela sin Dios, la escuela atea y contraria a toda religión. Era una escuela al servicio del ateísmo y el materialismo.
En la escuela de Estados Unidos se enseñaba a invocar a Dios con el padrenuestro, pero en Francia se habría borrado hasta en los libros de texto, y de las leyes. En aquella se enseñaba el decálogo o la ley de Dios, pero en ésta jamás se mencionaba a Dios. El Estado y la escuela, insistía, eran ateas.
La escuela de Estados Unidos era teísta y espiritualita, pero en Francia era atea y materialista. En la primera se enseñaba a hacer hombres, mientras que en la segunda se buscaba “hacer bestias”. La primera era una escuela donde todo era compatible con toda religión, mientras que la segunda enseñaba el materialismo.
En Estados Unidos el Estado sería atrayente para todo magisterio y escuela libre, pero en Francia todo era absorbente y tendía al monopolio oficial y la “exclusión o esclavitud” de toda Escuela que le hiciera competencia, exigiendo muchísimos requisitos para enseñar.
En América se garantizaría el derecho y libertad de los padres, obispos, párrocos, religiosos y otras entidades religiosas, pero en Francia se mermaba esta libertad, se expulsaba al maestro religioso, y se fiscalizaba y multaba al clero que censuraba algunos textos y se confiscaban sus escuelas y todo tipo de bienes que se destinaban a la educación, el culto y la beneficencia.
El Estado francés, por lo tanto, perseguía a la escuela confesional acusándola de oscurantista y enemiga de la república. Pero, además, Manjón consideraba que en Francia crecía, en consecuencia, el número de “criminales jóvenes, los analfabetos, los ineducados y apaches”.
Si la escuela norteamericana era patriótica y humana, la francesa sería masónica y sectaria y opuesta a los derechos del hombre y de Dios, de la familia y de la sociedad.
La República norteamericana era conocedora de la realidad y la reconocía, atrayendo y fomentando la enseñanza religiosa, pero en Francia eso no ocurría y expulsaba a los maestros de las órdenes religiosas, después de calumniarlos, insultarlos y robarlos.
En Norteamérica todos contribuían a formar hombres y la sociedad de esa forma quedaba garantizada la sociedad, pero en Francia solamente el Estado “omnipotente” quería ser el único que los formase, y eso hacía que saliesen “seres de inferior calidad y con frecuencia criminales”, antes que hombres, es decir, “enemigos sociales”.
En Estados Unidos, a pesar de la gran diversidad religiosa que existía en su seno, no había guerra religiosa, mientras que en Francia donde la mayoría de la población era católica sí existiría esa guerra, pero que habría sido promovida por el ateísmo del Estado, inspirado por la masonería como arma contra la religión.
Eran dos repúblicas, pero bien distintas. La norteamericana estaba regida por hombres que amaban a Dios y la francesa se habría convertido en una secta regida por sectarios y ateos. En la primera la escuela era eso, escuela, y en la segunda, en cambio, se había convertido fábrica de la masonería, del ateísmo y el materialismo. Haciendo ateos, deshacía hombres.