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Ana Botella: «La marcha laica, ganas de provocar». Pero peor es provocar una guerra

“Sí, soy tradicional, soy conservadora”. Quien lo dijo fue hace ya tiempo Ana Botella, alto cargo en el Ayuntamiento de Madrid, esposa de José María Aznar -que la enchufó para que trabajara en el Consistorio madrileño- y probablemente pronto sucesora de Alberto Ruíz Gallardón como alcaldesa. Botella es lenguaraz, no se corta un pelo y no elude la polémica. El otro día soltó, en defensa de Benedicto XVI y de sus numerosos jóvenes fans, esta reveladora frase: “La marcha laica son ganas de provocar”. ¿No se le ha cruzado a Botella la hipótesis de que –observado semejante espectáculo desde una óptica precisamente laica- muchísima gente puede creer exactamente lo contrario?

Es decir, que la provocación aludida por la concejala, no es unilateral, sino como mínimo es una confrontación bilateral. Esa marcha laica, que tanto enoja a Botella y, en general, a los seguidores entusiastas del Romano Pontífice, es tan legítima y respetable como la invasión de Madrid por parte de los ultracatólicos. Hay una diferencia, en todo caso, que permite a los papistas ser notoriamente más prepotentes.

Los multimillonarios
Los poderosos –los multimillonarios que tienen la suerte de situarse au dessus de la mêlée en plena crisis económica- han tutelado en buena parte, con la excesiva complacencia del Gobierno socialista y la protección fervorosa del PP, el éxito logístico de Ratzinger en estos días de agosto. El aparato eclesiástico y el del Estado y otras administraciones públicas se ha puesto a disposición de la jerarquía católica. La huella del emperador Constantino sigue proyectando la captación de los cristianos para transformar la religión de Cristo en una religión oficialista, muy lejos de la fundada por Jesús de Nazaret.

Las manzanas y las peras
Botella  ha tratado de apoyar siempre a los máximos dirigentes de la Iglesia católica y, por descontado, ha criticado de manera frontal leyes como la de los matrimonios homosexuales, por ejemplo. En 2004, lanzó la teoría de las manzanas y las peras, que confirma la insoportable levedad del ser, por citar  uno de los libros de Milan Kundera (1984).  He aquí aquel peculiar alegato de Botella: “Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas; y si se suman una manzana y una pera, nunca quedarán dos manzanas porque es que son componentes distintas. Hombre y mujer son una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres son otra cosa distinta”. ¡Y olé, olé, olé!

Ningún problema de conciencia
Botella sostuvo, cuando la guerra de Irak, que no tuvo “ningún problema de conciencia, porque el Papa [Juan Pablo II] lo que ha dicho es que hay que luchar por la paz  (…) y el Papa ha dicho que serán responsables aquellos que no han luchado por la paz”. Pero la insigne y activista esposa de Aznar miente al decir que ella luchó por la paz. Y, por supuesto, mete en ese mismo saco a su marido,  bien conocido por su opción a favor de la guerra y no a favor de la paz. Juan Pablo II, por cierto, presionó mucho y habló sin tapujos en contra de la invasión militar de Irak. Botella manipuló  lo dicho por Juan Pablo II. Eso no le impedirá levitar ahora con Benedicto XVI. “La marcha laica son ganas de provocar”. Mucho peor fue provocar una guerra, Sra. Botella.

Enric Sopena es director de ELPLURAL.COM

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