En medio de un continente convulsionado por el avance ultraconservador, hay preocupación por la agenda de orden patriarcal y religioso que pretende imponer la nueva alianza antiderechos y neoliberal, que pone en riesgo lo construido durante años.
Uruguay: país que se considera para muchos el último bastión del progresismo; tierra donde derechos como el aborto legal, la separación de la Iglesia y el Estado no son meros ideales sino realidades que existen hace años. Donde el pueblo uruguayo atravesó una dictadura brutal y luego gobiernos neoliberales que parecían arrasarlo todo. Y también donde, finalmente, lograron encontrar un equilibrio y un crecimiento.
El domingo 24 y desde temprano habían llegado barcos repletos de uruguayxs que cruzaban el río para votar, mientras en la terminal del puerto, en las calles y los puentes, se les daba la bienvenida con aplausos y banderas del Frente Amplio. Un grupo de chicas dijo que iban a votar, volviendo al país del que se habían ido diez años atrás, porque estaban convencidas de que había que frenar el avance de la derecha.
A las 22.20 la Corte Electoral declaró que no podrían nombrar a un ganador hasta que no se hayan analizado los 35.000 votos observados. La tristeza inundaba a lxs militantes frenteamplistas que esperaban afuera del escenario instalado en la esquina del hotel Crystal Tower y la tensión en ambos búnkers era latente: se estaba definiendo qué modelo de país tendría Uruguay los próximos cinco años y también -no menos importante dada la coyuntura- el mapa político de la región, atravesada por protestas, revueltas contra el establishment neoliberal y un golpe de Estado. Las elecciones cerraban con una incógnita para el infarto: una diferencia de 28.666 votos entre el candidato Luis Lacalle Pou, conservador del Partido Nacional, y Daniel Martínez, candidato del Frente Amplio y unos 35.229 votos observados que se define en esta jornada.
¿Cómo llega un candidato conservador a obtener casi el 48 % de los votos? Un candidato que, además, cuenta con la alianza de un militar oscuro como Guido Manini Ríos, ex comandante en Jefe del Ejército, líder del partido Cabildo Abierto y antiderechos que llamó abiertamente a votar a Lacalle Pou el viernes violando la veda electoral. En las elecciones generales el Frente Amplio había conseguido el 39.02% de los votos, mientras que el Partido Nacional llegó al 28,62%. El avance de la derecha se explica primero con la alianza electoralista de los partidos de derecha en la llamada alianza “multicolor”. Pero también hay que sumar otras cuestiones. Es importante entender, por un lado, la situación macroeconómica de Uruguay: en quince años de gobierno de izquierda, el índice de pobreza pasó de un 34 % a un 8 % y la desocupación bajó del 20 % al 9 %. Uruguay tiene un PBI de los más altos de Latinoamérica, una inflación del 7 % anual y el salario mínimo más alto de la región (463 dólares). La redistribución de la riqueza se tradujo con mayores impuestos a los salarios más altos y en la ley que se sancionó en 2008 limitando la jornada laboral de los peones rurales a 8 horas.
Por otro lado, el avance en materia de derechos revolvió el avispero en el núcleo conservador. Soledad Castro Lazaroff es activista feminista, docente y letrista de la murga Falta y Resto. La noche del domingo la vivió con muchísima preocupación, rodeada de compañeras que miraban con gravedad el riesgo de perder lo conquistado. “Venimos asistiendo un proceso de derechización de la sociedad muy grave. La alianza que representa Lacalle Pou es una alianza de ultraderecha porque tiene aliados a partidos de neto corte militar como Cabildo Abierto. Tienen una fuerte agenda en contra de lo que ellos llaman “ideología de género”, aliados con los órdenes patriarcales y religiosos de la región. Hablan de combatir la legalización del aborto, de combatir la educación sexual. Que hayan llegado al parlamento es un retroceso en sí mismo, que las fuerzas militares hayan llegado al poder por la vía institucional como pasó con Bolsonaro en Brasil es bastante atroz para nuestro pueblo gobernado por la izquierda que, con sus avances y retrocesos, estaba dando muchos pasos a favor de una democracia más plural e inclusiva. Esto es grave”, explica.
En Montevideo, la militancia frenteamplista trató de entender cómo se llegó al punto de un avance de la derecha tal que pone en riesgo lo construido durante los últimos años. Se habló de que los logros conseguidos en materia de derechos no eran la principal preocupación al interior, sino que otros temas como la inseguridad ocupaban la agenda política. La alianza que tiene a Lacalle Pou como candidato ganó en todos los departamentos menos en Montevideo y Canelones, donde el Frente Amplio pudo mantener los votos. La diferencia entre ambos partidos en muchos departamentos del interior del país llegó al 30 % a favor de Lacalle Pou. Se habló de una desconexión de las bases más jóvenes con la dirigencia histórica del Frente. Se rindieron cuentas de los aciertos y desaciertos. La coyuntura también fue uno de los ejes de los intercambios: “Es un proceso que no es aislado, tenemos que ver a Brasil, Chile, lo que pasa en Bolivia. Está claro que todo este movimiento tiene que ver con un avance geopolítico donde Latinoamérica empieza a ser un lugar de muchísima tensión política. Las izquierdas tienen que preguntarse qué paso”, indica Patricia González Viñoly, politóloga y activista feminista del Frente Amplio.
“Todos estos avances que han sido tan importantes para la región, es Uruguay el que hoy está en riesgo si gana esta coalición. Cabildo Abierto encontró en su neofascismo un eco. Tenemos que construir una relación más fuerte entre las bases de la izquierda y la dirigencia. Creo que lo que se viene es un neoliberalismo salvaje, están en riesgo los consejos de salarios y también ese lugar de refugio y de impulso para los feminismos de la región, como la Ley de Aborto Legal tan importante en la región, sobre todo para las compañeras argentinas que están dando esa lucha. Uruguay ha dado muchos pasos en ese camino y es una pérdida enorme que perdamos esto sobre todo por una nueva generación que creció con estas luchas. Es un momento muy grave, pero confío en nuestro movimiento feminista, movimientos de base popular para resistir”, dice Soledad, mientras trata de entender y pensar cómo seguir.