Hace pocos días la concejal Duvinia Torres propuso una iniciativa para lograr un proyecto de acuerdo a través del cual se pretende institucionalizar el mes de octubre como el mes de la Biblia en la ciudad. Durante todo el mes de octubre se incentivaría la lectura de las Sagradas Escrituras para fortalecer valores y recuperar la paz.
Algunos concejales argumentaron que la iniciativa no procede, pues va en contra de la Constitución Política de Colombia, la cual declara nuestro país como un estado laico sin dependencia de confesión religiosa particular.
Una vez conocida la noticia toda la ciudad se polarizó en opiniones. Que la ciudad está mal porque no leemos la Biblia, que vendrán los juicios de Dios sobre la ciudad de Cartagena porque el que no lee la Biblia está perdido y se irá al infierno.
En la página del periódico fue la noticia más comentada por los foristas, quienes se lanzaban madrazos y debatían quienes merecen o no la salvación. Pregunto a la concejal Torres, ¿en realidad es su iniciativa o es la iniciativa de alguien más? ¿Cuál es la verdadera intención de su proyecto?
La separación Iglesia Estado fue una dura batalla gestada por, incluso, muchos cristianos, quienes anhelaban el ejercicio del derecho fundamental a la libertad religiosa. Se dieron muchas discusiones, incluso desde el orden científico y sociopolítico para lograr el consistente establecimiento de los derechos humanos como los principios que rigieran los estados democráticos.
La aprobación de un proyecto en el que se institucionalice la lectura de la Biblia no es labor del Concejo. El Concejo de Cartagena no es un tribunal del santo oficio.
Ideas como esta, fueron las mismas que asumieron personas que creyeron que podían adjudicarse el papel de “representantes de los desamparados, desvalidos o salvajes”, en la edad media.
No podemos, ligeramente, sin precedentes deducir que la simple lectura de la Biblia hace a algunos malos y a otros buenos o que determina el comportamiento de unos y otros e incluso las características de toda una sociedad. Incluso más que la lectura misma lo que tal vez garantizaría este cambio seria la fe ejercida en el Dios de la Biblia y en sus principios. Y es que tampoco es la lectura ni determinada fe impuesta por un decreto lo que conseguirá mejorar la sociedad cartagenera, mucho menos por el corto periodo de un mes.
Digamos que el acuerdo es aprobado. ¿Que vendría después del acuerdo? Seguramente se necesitaría la compra de muchas Biblias y probablemente una organización que se encargue de proveerlas percibiendo ingresos. Sería interesante conocer quiénes, en un sentido estricto, serian los agentes promotores de la lectura del libro sagrado, sin duda evangelistas que necesitarán algún tipo de pago y hasta un rubro para refrigerios durante un mes.
Es lamentable que concejales que hemos escogido para que nos representen y ejerzan una labor de reglamentación, promoción de Derechos en conformidad con la Constitución, en un ejercicio poco concienzudo y ligero de la democracia impongan decretos que incluso dinámicas perversas de división y discriminación en la sociedad cartagenera.
Nunca estaremos en contra de las enseñanzas Bíblicas, pero sí en contra de la imposición de lo que debería ser un ejercicio de libre decisión.
La última vez que recuerdo, cuando Estado y Religión comulgaron, años de persecución consumieron a los cristianos. Esperamos que nuestros gobernantes asuman la labor que los cartageneros les hemos confiado y den a cada cosa el lugar que corresponde según el mismo Jesús así lo promovió: “al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.
Docente Universitario
Concejo de Cartagena – Colombia
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