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Mujeres afganas en la puerta de la universidad, custodiada por soldados, en Kabul. / ALI KHARA / REUTERS

[Afganistán] Objetivo talibán cumplido: exclusión de las mujeres de la vida pública

El Gobierno integrista afgano ha ido eliminando poco a poco los roles de las afganas en la sociedad para encerrarlas en sus casas

Mintieron. Pero su mentira fue paulatina, poco a poco, siguiendo una trayectoria ascendiente que ha culminado —de momento— con la prohibición este diciembre de que las mujeres accedan a la universidad y que trabajen en oenegés.  Pero las restricciones empezaron ya desde el principio. En septiembre de 2021, menos de un mes despué de la victoria, los institutos de chicos reabrieron tras de las vacaciones de verano. Los de chicas no, bajo la promesa de que lo harían más tarde- No han abierto jamás.

Viajes con guardián

Ese mismo 19 de septiembre, los talibanes les dijeron a las mujeres funcionarias que se podían quedar en casa. El 26 de diciembre de 2021, el Gobierno prohibió que una mujer pudiese viajar a otra ciudad sin su guardián —un hombre de su misma familia—. En enero del 2022, el hiyab, el velo islámico, se convirtió en obligatorio. En marzo, se confirmó que las chicas podrían estudiar solo hasta primaria.

El 3 de mayo, las mujeres dejaron de poder conducir. El 7 del mismo mes, se decretó que las mujeres debían cubrir sus caras al completo. Del hiyab obligatorio se pasaba al burqa obligatorio

En octubre, los talibanes prohibieron que una mujer pudiese seleccionar los estudios de ingeniería, periodismo, veterinaria, agricultura y geología en la universidad. En noviembre, las afganas dejaron de poder entrar en parques, gimnasios y baños públicos —antes podían hacerlo, pero solo con su hombre ‘guardián’. Y ya en diciembre, hace unas semanas, se prohibió por entero que las mujeres puedan acceder a la universidad y que, además, puedan trabajar en oenegés

Policía de la exclusión y el vicio

“Desde el principio están aplicando sus restricciones pero ahora está la policía de la castidad y el vicio [una especie de policía de la moral], que vigila las vestimentas de las mujeres”, explica una joven afgana, Nilab, a la Red de Analistas de Afganistán, un grupo de investigación sobre el país asiático. 

“Hace unos meses, me pararon cuando iba a comprar porque no llevaba el burqa ni iba con un hombre guardián. Les dijeron a los tenderos que no dejasen entrar mujeres solas en sus tiendas. Desde entonces intentamos ir igualmente, pero si los talibanes se enteran que vamos sin el burqa o que llevamos maquillaje, investigan dónde vivimos y amenazan a nuestros hombres guardianes”, explica esta joven. 

En un principio, según Nilab, los agentes talibanes estaban pululando por todos lados, en las calles, buscando gente a la que amedrentar por no respetar las nuevas reglas del Emirato Islámico de Afganistán [el nombre oficial del gobierno talibán]. Ahora, un año y medio después, su presencia se ha reducido, lo que no significa que el riesgo ya no exista.

“Los talibanes avisan a los hombres en las mezquitas de que no deben permitir que las mujeres salgan de casa o vayan a ningún espacio público sin ellos. Les dicen que si ven a una mujer sola por la calle, esto será un problema para su guardián. Incluso han amenazado a los taxistas para que no acepten a mujeres solas”, asegura Nilab. 

Una historia que se repite

Todas estas restricciones no aparecen de la nada, y la última vez que fueron aplicadas no fue en los noventa. Durante los 20 años siguientes, de presencia internacional en Afganistán, los talibanes han controlado territorio en el país centroasiático, sobretodo las zonas rurales del suroeste del país. Allí, las nuevas normas no son nuevas ni son una sorpresa: llevan décadas e incluso más siendo aplicadas.

En el Afganistán rural, la tradición ultraconservadora marca que cuando una chica tiene su menstruación, es casada a la fuerza. A partir de ahí, ya no sale más de casa, donde es recluida para que realice las tareas del hogar y el cuidado tanto de los padres del marido como los hijos que vayan llegando. Pero es ahora cuando estas restricciones han llegado también a las grandes ciudades del país, más abiertas que el campo

“En general, la sociedad afgana es tradicional, y la educación es muy baja, sobretodo en mi área, donde la mayoría de hombres apoyan estas restricciones. Aquellos que sí están educados y saben que estas prohibiciones son terribles, sin embargo, tienen miedo a hablar. Si lo hacen, les detendrán. Mi padre, por ejemplo, está en contra de todo esto, pero se mantiene callado para salvarse”, dice la joven Nilab, de la provincia de Nimruz.

Ella resume este último año y medio de gobierno talibán así: “Las mujeres deben llevar el burqa y los hombres, barba. La gente obedece porque tiene miedo de ser detenida y castigada. Las restricciones incrementan. Los talibanes no pueden soportar los sonidos de felicidad de la gente. Cuando hay una boda, por ejemplo, sus agentes llegan de golpe para parar la música o, de lo contrario, detienen a todos los hombres de la familia”.

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