Hace un año, en plenas vacaciones de verano a este lado del mundo, los medios de comunicación se llenaron de las imágenes de miles de personas presas del pánico en el aeropuerto de Kabul, tratando de huir de Afganistán. En las redes sociales se multiplicaban los mensajes de solidaridad y preocupación por el destino de las niñas y mujeres afganas, cuyos derechos, ganados con tanto esfuerzo, se encaminaban hacia una inexorable y no tan lenta desintegración. El mundo asistía atónito e impotente a la vuelta al poder de los talibanes después de 20 años y las previsiones para la población afgana se presentaban de lo más oscuras.
El tiempo fue pasando y la noticia se difuminó en los medios y las redes sociales. Algunos se preguntarán, ¿qué ha sido de la gente de Afganistán? ¿Realmente les ha ido tan mal con la vuelta de los talibanes? La respuesta es sí, y quienes más sufren las consecuencias de esta situación son los niños y las niñas.
Casi un año después de aquel fatídico 15 de agosto, más de la mitad de la población de Afganistán necesita asistencia humanitaria urgente. La economía se está derrumbando, como resultado de años de conflicto, desastres naturales, mala gobernanza y, más recientemente, las sanciones económicas internacionales. Los donantes internacionales han retirado sus ayudas, dejando sin cubrir la provisión de servicios básicos que dependían en gran medida de esta financiación. Esas ayudas cubrían, entre otras cosas, el pago de sueldos de médicos y profesores. A todo esto, se añade el impacto de la pandemia de la Covid-19, el alza de los precios provocados por la guerra en Ucrania, una devastadora sequía y la hambruna que se avecina, y un terrible terremoto en junio.
Samar, un niño afgano de 11 años, ya no va tanto a la escuela. Ahora pasa la mitad del día cosiendo alfombras con su hermano Zalmay, de 15 años. La crisis económica en Afganistán ha provocado que su familia, que tenía una buena vida antes de que los talibanes recuperaran el poder, ahora lucha por sobrevivir. Enviar a Samar a trabajar fue una decisión angustiosa para su padre y su madre. “Iba a la escuela antes de agosto de 2021 y ahora no voy a la escuela [con tanta frecuencia]. No me gusta hacer alfombras, me pone muy triste”, cuenta.
Una reciente investigación de Save the Children concluye que cuatro de cada cinco niños y niñas se han acostado con hambre en los últimos 30 días, muchos de ellos demasiado débiles para jugar y estudiar. Con el aumento de los precios de los alimentos, los padres y madres desesperados sacan a sus hijos e hijas de la escuela y los envían a trabajar para ayudar a mantener a la familia. Además, 10 millones de niños y niñas corren el riesgo de abandonar la escuela (uno de cada tres ya está fuera del sistema educativo), especialmente las niñas, que tienen prohibido asistir a la escuela secundaria en la mayoría de las regiones del país.
Muchos niños y niñas con los que Save the Children ha hablado también aseguran que incluso cuando hay clínicas cerca, no pueden obtener ayuda médica por razones económicas ya que no pueden pagar el transporte o las medicinas. Reza, de 13 años, cuenta que su sobrina murió porque su familia no podía pagar el tratamiento necesario para salvar su vida. “La perdimos por falta de dinero”, lamenta.
El pueblo de Afganistán necesita todo el apoyo posible, ahora más que nunca. Las organizaciones humanitarias están haciendo todo lo que está en sus manos para mantener a los niños y las niñas con vida. Sin embargo, la ayuda humanitaria nunca es una solución a largo plazo. Esta es una crisis económica y necesita una solución económica sostenida.
Sin financiación a largo plazo para la educación o la atención médica no hay futuro posible para la infancia en Afganistán, un sinfín de niños y niñas continuarán muriendo de hambre, desnutrición y enfermedades. Sin la oportunidad de ir a la escuela, nunca crecerán para ser los profesores, médicos o economistas que el país necesita para volver a levantarse. Sin niñas en la escuela, el país no contará en el futuro con mujeres profesionales de la salud que puedan atender a otras mujeres.
Sería un fracaso moral dejar pasar otro año sin resolver este tema crucial. La comunidad internacional debe actuar ahora, para encontrar una manera de restablecer la ayuda al desarrollo en Afganistán y resolver el problema de liquidez consecuencia de la congelación de los activos del país.
Hasta que lo hagan, serán cómplices del sufrimiento de los niños y las niñas que se están acostando con hambre, trabajando largas jornadas, abandonando a su educación e incluso perdiendo la vida a causa del hambre y las enfermedades.