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El primer bautizo civil de Euskadi, celebrado ayer en Muskiz

Dice Don DeLillo que a veces no sabe lo que opina sobre un asunto hasta que no se pone a escribir sobre él. El redactor jefe me propuso como tema dominical el primer bautizo civil de Euskadi, celebrado ayer en Muskiz. Confieso, en el sentido laico de la palabra, que lo primero que pensé fue en la contradicción de los términos. Bautizo civil suena a un contraste del estilo de aduaneros sin fronteras, cuadratura del círculo o estruendoso silencio. Una somera exploración por Internet me ayudó a formar opinión. Comprobé que el bautismo civil molesta especialmente a los carcas, sean los solemnes y tradicionalistas propensos al anatema o los simpáticos y castizos del gracejo y la retranca.
 
Los padres de esa niña bienvenida por lo civil no querían molestar a nadie. A nadie le obligan, ahora, a celebrar de un modo religioso o laico esa media docena de acontecimientos fundamentales de la especie (nacer, crecer, casarse o dejar de hacerlo, con un señor o una señora, va en gustos, morirse&hellip). Los padres de esa niña aprovecharon su boda para dejar constancia civil del nacimiento de su niña, con todos sus derechos, que se comprometen a garantizar. Creo que el alcalde de Muskiz hizo bien en prestarse a ello. A nadie le obligan, como sucedía antes, a esto o lo otro. Aquél, y no éste, era el problema. Era entonces cuando existía la imposición, ahora sólo es cuestión de gustos.
 
No parece que hubiera en la ceremonia laica de ayer ningún afán volteriano de llevar la contraria a nadie, lo que sería, por otra parte, otro derecho absolutamente democrático, sino el deseo de hacer las cosas cada cual a su manera dentro de la legalidad. A los jóvenes les gusta hacer las cosas a su aire. Hace un mes, en ese mismo lugar, hubo una boda civil. Llegado el momento de intercambiar los anillos, mi amigo Natxo, el contrayente, dio un silbido, y Ortzi, su buen perro, con permiso de la autoridad, entró como un cohete en el salón de ceremonias llevando los anillos en su collar. A mí me pareció un momento cumbre, como si hubieran puesto una tocata de Bach. Para gustos son los rituales.

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