La iglesia Hillsong se extiende por el mundo con una escenografía a caballo entre los conciertos de rock y los servicios religiosos
“Tu amor es implacable, tu amor es implacable”, canta la banda de rock a modo de estribillo mientras Carl Lentz aguarda en el centro del escenario con el micrófono en la mano. Con su pelo rapado por los lados, discreto tupé, cazadora de cuero ajustada, camiseta escotada, vaqueros estrechos rasgados por las rodillas, botas vintage sin anudar y varios tatuajes, Lentz se muestra como un hípster de Brooklyn. Cientos de jóvenes, unos 6.000 cada domingo en varias sesiones, abarrotan la sala de baile del Manhattan Center, en Nueva York. Ninguno supera la treintena. Son bellos animales, cristianos y devotos. Aguardan la palabra de su pastor. “Bienvenidos. Me siento feliz por teneros aquí. Quiero a mi iglesia porque es muy sencilla. No queremos cambiar a nadie. Sólo queremos a la gente”, arranca Lentz su sermón bajo la mirada de su mujer y sus tres hijos, apoyado por la música, un portátil de Apple, tres enormes pantallas de vídeo y una cruz iluminada. Cuando abre su biblia, muchos de los jóvenes encienden sus móviles para seguir los salmos en sus aplicaciones.
Lentz es uno de los carismáticos líderes de Hillsong, una iglesia pentecostal australiana que se ha lanzado a la conquista de jóvenes creyentes en todo el mundo. Con una diferencia: si las iglesias evangelistas tradicionales buscan adeptos, sobre todo, en entornos rurales, Hillsong quiere seguidores urbanos. Cada fin de semana, unos 100.000 siguen sus servicios en capitales como Nueva York, Ámsterdam, Barcelona, Ciudad del Cabo, Copenhague, Kiev, Londres, París, Lyon, Düsseldorf o Estocolmo. La elección no es azarosa. El objetivo son metrópolis modernas, referentes culturales con gran atractivo para la gente joven, un terreno abonado para su particular culto: una comunión con Dios a través de la música y la palabra a caballo entre el concierto de rock, el club nocturno londinense y el servicio religioso.
HIllsong fue fundada por el matrimonio australiano Brian y Bobbie Houston en 1986. Es un sincretismo de última generación de las iglesias evangélicas y la cultura de los jóvenes cristianos, en las que la música ha jugado siempre un papel fundamental. Su principal fuente de financiación es su sello discográfico, Hillsong Music Australia, el principal del mundo cristiano, que en dos décadas ha editado más de 40 álbumes en varios idiomas y ha vendido más de 16 millones de discos. Tiene 10 millones de seguidores en las redes sociales y un canal de YouTube con 150.000 suscriptores. En Australia posee, además, un campus universitario. Hillsong es un fenómeno global. “No hay que creer para estar aquí”, repite en todos su sermones el pastor Lentz, de 35 años, ex jugador de baloncesto al que es habitual ver a pie de cancha con los Knicks y acompañado de alguna celebridad, como Justin Bieber.
Los críticos aseguran que no se sabe muy bien si Hillsong es una iglesia que vende discos o una discográfica que ofrece consuelo a su parroquia. Su teología simple, basada en un irreductible Dios y en un edulcorado creacionismo; su cristianismo hípster, en el sentido literal del término (inconformista); su gusto por rodearse de famosos (afirman que Bieber ya ha sido bautizado) y su indefinición en cuestiones como el aborto o la homosexualidad la han hecho objeto de no pocas críticas.
Esta noche Lentz quiere hablar de Dios, no de religión. La religión no excita a la gente, dice, pero Dios, sí. Y mucho. “Lo que Dios te da en forma de amor es cinco veces más valioso que cualquier cosa que puedas encontrar. Dios es lo único que debe preocuparnos. Si algo te importa a ti, le importa a Dios. Lo nuevo que llega se llama Dios”, proclama el pastor mientras la banda de rock a su espalda enfatiza con la música sus palabras. En sus entrevistas, Lentz asegura que la religión ha muerto, y que en su lugar está Dios. “Mira qué puede hacer él por ti, no tú por él”, añade.
Hillsong atrae cada domingo a miles de jóvenes cristianos que llenan las cinco sesiones de culto que se ofrecen junto al Madison Square Garden desde las 10 de la mañana. El último oficio tiene lugar por la noche en Montclair, Nueva Jersey. El resto de la semana lo dedican al conocimiento de la Biblia, a los bautizos y a acciones solidarias. En los próximos días, ante la cercanía de las primeras nevadas y del Día de Acción de Gracias, habrá recogida de ropa de abrigo para entregar a los más necesitados y reparto de comida entre los projects, viviendas públicas para gente sin recursos. Tanto a la entrada como a la salida del espectáculo, chicos y chicas con aspecto de modelos saludan o despiden a todo el mundo. “Os queremos, nada más”, afirman.
Carl Lentz, en el centro, con sus hijas en un partido de los Knicks. A su derecha, Justin Bieber. / Edu Bayer
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