Pide a las Naciones Unidas que luchen para hacer que se respeten los derechos humanos y pide más “presencia de la religión en la vida pública”, a pesar de los estados laicos
El Papa defendió hoy en la sede de la ONU de Nueva York la universalidad de los derechos humanos y justificó la intervención humanitaria para protegerlos. Al igual que lo hiciera su predecesor, Juan Pablo II en 1995, Benedicto XVI, que hablaba por primera en la Asamblea General, alabó la acción de la organización internacional que definió como “el centro moral donde todas las naciones deben sentirse en su casa”.
Fue un discurso denso, lleno de referencias filosóficas y teológicas, que defendió los valores universales, más allá de las diferencias culturales, étnicas e ideológicas, que animan y acercan a la Iglesia Católica y a Naciones Unidas. “La promoción de los derechos humanos es la estrategia más efectiva para eliminar las desigualdades entre países y grupos sociales, y aumentar la seguridad”, dijo el Pontífice, “la Declaración de los Derechos Humanos no puede aplicarse a trozos, según criterios selectivos o modas que corren el riesgo de contradecir la unidad de la persona”.
Por ello, es necesaria una intervención humanitaria que “no debe ser interpretada como una coerción injustificada o una limitación de la soberanía”, dijo el Papa. “La indiferencia o la no intervención son las que causan auténticos daños. Debemos realizar un estudio profundizado de las modalidades para prevenir y gestionar estos conflictos”.
Pero también advirtió que “el consenso multilateral sigue estando en crisis porque está subordinado a las decisiones de un pequeño número, cuando los problemas del mundo exigen, por parte de la comunidad internacional, una intervención en forma de acciones concretas”.
Críticas contra la ciencia
Benedicto XVI no se refirió específicamente a ninguna nación o conflicto en particular, pero mencionó algunas de las prioridades del Vaticano: la protección del medio ambiente, el desarrollo de muchos países en África que “corren el riesgo de conocer únicamente los efectos negativos de la mundialización”; y la defensa de la unidad familiar. También dejó escapar unas breves críticas contra los avances de la ciencia que trastocan “el orden de la creación”.
El Papa defendió el derecho a la libertad religiosa, como ya lo hicieron sus predecesores: Pablo VI en 1965 y Juan Pablo II en dos ocasiones, 1979 y 1995. “No debería ser necesario renunciar a Dios para que una persona pueda gozar de sus derechos”.
La intervención en la ONU marcó el cuarto día de la visita de Benedicto XVI a Estados Unidos, y su primero en Nueva York que terminará mañana con una misa multitudinaria, se esperan 57.000 personas, en el estadio de los Yankees, después de una breve visita a la zona cero. La ciudad ha quedado totalmente colapsada por las impresionantes medidas de seguridad desplegadas a lo largo del recorrido papal.
Ayer Benedicto XVI visitó una sinagoga, dirigida por el rabino Arthur Schneier, un superviviente del Holocausto, que tiene largas y buenas relaciones con el Vaticano. Es una de las raras ocasiones en las que un Pontífice visita un centro religioso judío. El pasado jueves en Washington, en un gesto inesperado para acallar las protestas por los casos de abusos sexuales que siguen afectando a la Iglesia estadounidense, el Papa también se reunió durante media hora con algunas de las víctimas del área más afectada, Boston.