Cuando el turista llega a Praga o a cualquier otra ciudad checa podría pensar que sus gentes son extraordinariamente religiosas, dado el elevado número de iglesias que se alzan por todas partes en el centro histórico. Nada más lejos de la realidad. Los checos perdieron la fe en los derroteros de la historia y hoy día un tercio de la población se considera agnóstico, una de las cifras más altas del mundo, mientras que otro tercio, aunque cree en algo, no se considera dentro de ninguna religión.
Por otro lado, en una sociedad tan laica, el que es creyente lo es por convicción y no por costumbre o por creer en algo, como pasa en muchas ocasiones en los países hispanos. Es la opinión de Miguel Ángel Germán, de República Dominicana.