Aunque la repercusión informativa de lo que ocurre en la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa -integrada por miembros de los parlamentos nacionales- es menos intensa que la de la UE, sus decisiones pueden revestir la misma gravedad.
Desde hace algún tiempo, éstas llevan el peligroso sello del relativismo ético en asuntos como el aborto, los ‘derechos’ de los gays y los crucifijos, sobre los cuales hay una reciente sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), brazo judicial del Consejo de Europa.
Para intentar contrarrestar esta deriva, el Grupo Popular -del que forma parte el PP español- eligió como presidente en enero pasado al italiano Luca Volontè, de 44 años, un parlamentario que no sacrifica sus convicciones en el altar de la corrección política.
Para definirse a sí mismo, este miembro de Comunión y Liberación prefiere el concepto de ‘católico en política’ al de ‘político católico’ porque, afirma, “el primer objetivo de mi vida es esperar con la gracia de Dios y convertirme en santo antes que ser presidente del Gobierno”.
En esta entrevista con ALBA, celebrada en su domicilio de Roma, explica sus proyectos en Estrasburgo y el papel decisivo que puede desempeñar su partido, la Unión de Centro (UDC), de nítida inspiración cristiana, ante la próxima recomposición del escenario político italiano.
-¿Cuáles son sus objetivos al frente del Grupo Popular en el Consejo de Europa?
-En los próximos años el Grupo Popular tiene una tarea fundamental: relanzar el verdadero significado de los derechos humanos, de la democracia y del Estado de Derecho en Europa. También hay que repensar las relaciones con los países no europeos. Pero lo más importante es la distorsión de los derechos humanos: en muchos países se renuncia a proteger el derecho a la vida, el derecho a la familia heterosexual y el reconocimiento de los derechos de los hijos.
-¿Por qué?
-Porque se quiere vender la idea según la cual todos los derechos son iguales, los instintos más inconfesables de cada persona han de convertirse en derechos. Esto es inaceptable.
-¿Cuál es la identidad del Grupo Popular?
-Es una identidad clara a nivel del partido, menos clara a nivel del grupo parlamentario. En la carta de valores del partido, confirmada varias veces en los últimos años, las referencias a la moral cristiana, a la protección de la vida desde el nacimiento hasta la muerte, a la familia y a la libertad educativa son muy claras. Son, en conjunto, los derechos no negociables, según la clasificación establecida por Benedicto XVI. Sin olvidar a la economía social de mercado.
-¿Y a nivel del grupo parlamentario, cuyos integrantes son los que, al final, votan?
-La situación no es del todo clara porque, desgraciadamente, una amplia parte del grupo entiende su compromiso en el Consejo de Europa como una vivencia de acuerdo con las modas imperantes en sus países. Es decir, según los cánones de una corrección política nefasta más que según los principios, que no son tanto los cristianos, sino los del partido.
-¿Cómo explica la deriva ideológica radical del Consejo de Europa en los últimos años?
-Las razones son dos. La primera es que los socialistas europeos han conseguido, en el fondo, imponer sus propias ideas en materia de derechos humanos, y de instintos humanos, cediendo a las presiones de determinados grupos y lobbies. En segundo lugar, porque en numerosas ocasiones los populares ha renunciado a librar la batalla sobre las cuestiones de principio.
-Una batalla que va más allá de los principios de los populares.
-Una batalla que defiende los principios que dieron lugar al nacimiento mismo del Consejo de Europa.
-¿Qué piensa de la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) sobre la retirada de los crucifijos en las aulas italianas?
-De acuerdo con la tradición cultural y religiosa de Italia y de muchos países europeos, el derecho de la religión a estar presente en el espacio público es un derecho democrático. Tiene validez erga omnes (frente a todos) desde el mismísimo momento en que nació la democracia norteamericana y ha sido corroborado recientemente por Sarkozy y su concepto de laicidad positiva.
-¿Qué ocurre entonces?
-Que no se entiende que algunas democracias con semejantes tradiciones culturales y religiosas, que respetan la libertad religiosa -y por lo tanto el espacio público de la religión- tengan que seguir la línea trazada por el TEDH, que veta ese espacio público a la religión.
-¿Es competencia del TEDH fallar sobre asuntos sensibles como el aborto o el ‘matrimonio’ homosexual?
-En absoluto. Incluso si el TEDH quisiera fallar sobre estas cuestiones, lo tendría que hacer en base a lo estipulado por su acto fundador, que es la Convención Europea de Derechos Humanos. Ésta, en su preámbulo y por boca de Winston Churchill -que no era precisamente católico-, contempla la defensa tanto de la identidad religiosa y cultural de cada pueblo como de la identidad nacional.
-Entonces compete a los parlamentos nacionales…
-Totalmente. La Convención, al reconocer la competencia de los parlamentos nacionales sobre estos valores, admite de facto que el TEDH no tiene ningún derecho a intervenir.
-¿Se puede decir que después de los comicios regionales de los días 28 y 29 de marzo la UDC puede convertirse en el eje central de la política italiana?
-La UDC será una referencia por varios motivos. En primer lugar, por ser fieles a nuestros compromisos fundacionales, entre los que destaca la fidelidad a la Doctrina Social de la Iglesia. En segundo lugar porque, en los últimos tiempos, estamos siendo muy cortejados tanto por el centro-izquierda -el Partido Democrático (PD)- y por el centro-derecha -Berlusconi y el Pueblo de la Libertad (PDL)-.