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«Un hijo nuestro será presidente»

El voto del Islam. Mustafá Bakkach explica en un paseo por el Al-Andalus granadino qué es el PRUNE, el partido de inspiración islámica que concurrirá a las elecciones municipales de 2011

Bolsa al hombro, pantalones negros de traje, corbata y botas de vaquero, Mustafá Bakkach El Aamrani (Tánger, 1964) recibe bajo el 'Ave María' de la portada de la Catedral de Granada. Es un tipo de aspecto normal, con pinta de europeo del Sur, pero, y esto es lo importante, no es uno más en la curiosa sopa racial de la ciudad. El año que viene dará mucho de qué hablar. Mustafá Bakkach El Aamrani es el presidente del Partido por el Renacimiento y la Unión de España (PRUNE), el primer grupo político de inspiración islámica que acudirá a unas elecciones en Europa. Los ciudadanos de algunas ciudades españolas hallarán sus papeletas en las municipales de 2011, unos comicios marcados por la tormenta de la ley de extranjería y el debate sobre su reforma que se ha desatado con los polémicos empadronamientos de Vic y Torrejón de Ardoz. De momento, miran a Granada, Oviedo y Barcelona. «En el futuro, seguro que uno de nuestros hijos será concejal o quizás presidente del gobierno», anuncia.
Mustafá Bakkach El Aamrani pasea sonríe, gesticula con una mano y con la otra sujeta su carpeta de folios. Por la capital del Al-Andalus de sus antepasados, desde la Catedral hasta la Mezquita Mayor, recorre junto a V el ideario de su partido y el suyo propio. La etapa comienza en llano, entre la Calle Elvira y Plaza Nueva, donde cumple a rajatabla el estereotipo del árabe ágil de palabra y escurridizo en su discurso. «No somos un partido islámico, ojo. Somos de inspiración islámica, que no es lo mismo. Igual que el PP es de inspiración cristiana. Es lo de menos. Queremos ser los representantes de las minorías».
-¿También tendrán cabida los judíos?
-Todas las minorías. Los cristianos y los judíos y los musulmanes tienen que mantener su identidad. Por supuesto que daremos cabida a todos cuando lleguen.
-Parece casi imposible acercarse a la minoría iberoamericana, tan cristiana, con los principios del Islam.
-Estamos en contacto con asociaciones de latinos para que se integren. Tenemos gentes de Líbano, de Senegal…
Y de Marruecos. Según Bakkach hay 400.000 con derecho a voto, un buen pellizco electoral si consigue que pasen por el aro de las urnas.
Una corriente de hielo resbala por las laderas de Sierra Nevada, salta por encima de los muros de la Alhambra y cae como un cuchillo sobre el Paseo de los Tristes, a las orillas del Darro. Bakkach habla sin parar sobre el PRUNE y los proyectos del partido, aprobado por el Ministerio del Interior el 23 de julio pasado. Se detiene, respira y mira arriba, hacia el palacio, como un pequeño y alegre Boabdil del siglo XXI. Es el escenario ideal para las palabras románticas. «Dicen que se llama Paseo de los Tristes porque pasaban entierros por aquí, pero yo creo que es por todo el mal que dejó todo aquello, cuando cristianos y musulmanes dejaron de convivir en paz».
-¿Quiere que el Islam recupere Al-Andalus?
-No, desde luego. Eso es absurdo porque no hay un estado islámico. Si lo hubiera, tendría primero que solucionar muchos de los problemas de sus ciudadanos antes que el Al-Andalus. Nosotros queremos que en España vivan en paz y armonía musulmanes españoles y extranjeros con los cristianos españoles y extranjeros.
Sus pasos dejan atrás el sonido lejano del río Darro y enfilan la cuesta del Chapiz. El entrevistado se presenta. Es escritor y periodista. Colabora para medios marroquíes y vive una intensa vida vecinal (fue presidente de la Asociación de Vecinos del Albaicín). Fundó la comunidad Al-Hegira y ha trabajado en diversas organizaciones de acogidas de inmigrantes. Actualmente es vicepresidente de la Federación de Entidades Religiosas Islámicas de España (Feeri).
-¿Es cierto que es un agente del Gobierno de Marruecos?
-¿Yo? Eso son tonterías que se han escrito. He llamado ladrones a algunos ministros marroquíes a la cara y lo llevo a gala. Puedo ir con la cabeza muy alta. Se ha dicho que yo era cercano al Ministerio de Asuntos Religiosos. ¡Qué mentira! Si fuese así, España no hubiera permitido el partido. Ya me conocen los Servicios de Inteligencia de uno y otro lado. Tengo el mismo móvil desde hace años y lo tienen todos.
-¿Insinúa que le han pinchado el teléfono?
-Seguro que sí. Pero no van a encontrar nada. Ninguno de nuestros miembros puede tener relación alguna con otro país o gobierno. Son las reglas. Y eso que hay muchos países que tienen intereses por controlar el PRUNE.
-¿Rabat?
-Puede ser.
-¿Considera que Marruecos vive en una dictadura?
-No se puede comparar a Marruecos con España. Hay cosas que no están bien, pero está cambiando, porque la gente lucha por sus libertades. En el PRUNE queremos fomentar esa lucha de los ciudadanos por sus derechos.
La cuesta se hace cada vez más escarpada y el político sube por una pared de adoquines más y más estrecha. Sin escapatoria.
-¿Ustedes creen en los Derechos Humanos?
-Nosotros creemos en la Constitución española. Creemos, por supuesto en la igualdad, pero los derechos humanos se están utilizando para lo que se quiere. Con esa excusa, muchos países están haciendo terrorismo de estado. Eso es lo que hace EE UU en Irak. ¡Pero si vivían mejor con Sadam Hussein!
El discurso se complica entre el laberinto de cal y piedras del Albaicín y sigue el recorrido por un embudo de calles en las que la única referencia son las pequeñas torres mirador y alguna chimenea que escupe su aroma a invierno. No queda mucho hasta la cima, y Bakkach pelea con el repecho.
-¿Por ejemplo, está de acuerdo con la ablación del clítoris o lapidación?
-No en España.
-¿Eso quiere decir que en otros países sí?
-Eso quiere decir que no entro en lo que hagan otros países. Sé que en España no está permitido, así que estamos en contra de ello.
-¿Y con el burka? Francia quiere prohibirlo en lugares públicos. ¿Está de acuerdo?
-Claro, porque el Islam no dice nada del burka. Es suficiente con el velo.
-¿Y los que están en contra del velo?
-Eso no se puede prohibir, porque es una opción personal. Es como si se prohibiesen los hábitos de las monjas.
Una vez desbrozado el complejo discurso del nuevo político, se llega a un acuerdo de mínimos. «Nosotros nos atenemos a la ley y la defendemos». ¿También en el problema con Ceuta y Melilla? «Ese es un asunto entre España y Marruecos que esperemos que se solucione por la vía diplomática. Nosotros decimos lo que diga el Jefe del Estado». Es decir, ¿que son españolas? Silencio. Sonríe, levanta las cejas y encoge los hombros.
Mustafá tiene una sola mujer. «Es suficiente para mí», bromea. Aunque es la segunda. Su primera esposa vive en Las Palmas y es psicóloga. La actual trabaja como contable y vive en Tánger, y recientemente ha decidido ponerse velo. ¿Poligamia? «En España no, porque lo impide la ley, aunque aquí muchos en lugar de tres mujeres tienen tres amantes».
El paseante se enfrenta a unas largas escaleras, pero no se rinde. «Una cosa está clara, la mujer es igual al hombre. Mejor, si acaso, porque es la base de la familia».
-Ella podrá trabajar…
-Por supuesto, igual o mejor que el hombre. También es una opción personal. No es que el hombre sea el que tenga que traer el dinero a casa; puede ser la mujer. Pero si él trae todo el dinero, ella querrá quedarse con los hijos en el hogar, ¿no?
-¿Y el caso contrario?
-También es válido. Tienen que llegar a un acuerdo mutuo, aunque por lógica los niños tienen que estar con la madre. Es mejor que estén con ella a que los críe un extraño.
-¿Ha cambiado muchos pañales?
-Muchos. Y estoy orgulloso de ello.
Bakkach, que fue el primer extranjero en obtener tarjeta de residencia como periodista, se detiene y muda su discurso vehemente y político por otro más cercano. «Los niños. Ese es uno de los problemas de esta sociedad. España está perdiendo sus valores. Se habla de la libertad de los hijos, pero ¿para qué sirve? Los niños terminan borrachos por la noche. No quieren más que discotecas y videojuegos, pero nada de libros».
El camino al cielo de Granada sigue su esforzado y retorcido curso. El periodista habla de su hijo de 16 años. «Se llama Aaron y es del Barça, ¿sabe?».
-¿Y si le dijera que es homosexual?
-Sería su elección. No me gustaría, pero los hijos no son de nuestra propiedad.
-¿Y si su mujer apareciera en minifalda?
-Cuando nos casamos teníamos el Islam en común. Si ella ya no cree, pues no podría decirle nada.
-La dejaría?
-Sí.
Exhaustos, Bakkach y el reportero salen de un callejón y coronan la cima del barrio desde la que se dibuja el triángulo simbólico en el que se mueve el PRUNE. «Allí al fondo está el pasado, la Alhambra». Y aquí detrás, el presente: la iglesia de San Nicolás junto a la Mezquita Mayor de la ciudad, en un delicioso mirador. La hicieron en 2003 «y protestaron mucho».
-En Suiza ya no van a hacer alminares.
-Ese es el problema. No hacer centros de rezo es discriminatorio y crea un malestar del que se pueden aprovechar los fundamentalistas. El problema no está en una mezquita, que puede estar vigilada por todos los que acuden allí. Lo malo son las casas y los garajes en los que nadie sabe lo que pasa.
«Mire, esta es la realidad», dice señalando con una mano abierta la ciudad que se extiende a los pies del monte. «Aquí hay muchos musulmanes, españoles y de fuera. Y tienen que sentirse integrados y representados en la política para luchar por el futuro de España».
-¿Y dónde quedan los fundamentalistas en ese panorama?
-Ellos no entran en la religión. Son unos enfermos. Si te suicidas para matar, no es que hagas algo por el Corán. Es que padeces una patología grave. Por eso hicimos una concentración en Madrid tras el 11-M rechazando el terrorismo fundamentalista.
Ajenos al calado político del personaje, docena y media de turistas descargan sobre el horizonte su ráfaga de fotografías.

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