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Un vicario luterano divide a su parroquia finlandesa al cambiar de sexo y volver como mujer a su actividad

Los jefes le apoyan, pero hay fieles que le tildan de blasfemo

Miembro de la Iglesia luterana, el sacerdote finlandés Olli Aalto, quien ahora se hace llamar Marja-Sisko Aalto, ofició ayer su primera misa como mujer tras 22 años como vicario masculino. «Por mucho que yo intente hablar el idioma de los ángeles, es probable que cause algún conflicto», había declarado días antes a la prensa local. Lo causó: la transformación sexual de Aalto, padre de tres hijas y dos veces divorciado, ha fracturado a su parroquia de Imatra, una pequeña localidad del sureste de Finlandia, dividida entre quienes aplauden su vuelta al altar tras pasar por el quirófano y quienes consideran que su gesto es una blasfemia de tal envergadura que la única opción que le queda consiste en abandonar el credo.

Sus jefes, en cambio, le apoyan. El pasado curso, Aalto, de 55 años, confesó que lo que deseaba era ser mujer —«finalmente me he aceptado como Dios me hizo», declaró– y pidió un año de excedencia para someterse a un tratamiento de hormonas y bisturí. Nada explicó entonces sobre su futuro profesional, pero hace unos meses, tras consultarlo con sus antiguas esposas, hijos e incluso nietos, Aalto decidió volver a su antiguo trabajo en el templo. Poco podían hacer los dirigentes de la Iglesia luterana. A diferencia de la católica, esta confesión, como tantas otras, acepta el sacerdocio femenino, y el vicario, a todos los efectos, es ahora una mujer. Su superior, el obispo de la diócesis de Mikkeli, Seppo Häkkinen, solo le pidió que intentase recuperar la confianza de sus feligreses y mantuviese una actividad pastoral discreta, alejada de la prensa.

Anonimato imposible
Quizá en el futuro pueda llevar a cabo su labor evangélica de forma relativamente anónima, pero de momento resulta imposible. A Aalto le ha ocurrido como a Sarah Jones, la transexual inglesa que fue ordenada pastora en el 2005: ya sea para apoyarla o insultarla, es noticia. Ella, mientras tanto, dice que no va a consentir que la traten como «una especie de felpudo» y que lo único que desea es que le dejen realizar su trabajo «en paz». E insiste en que, en el fondo, lo mismo da que se llame Olli o Marja-Sisko, nombre que ha escogido porque era el que le iba a poner su madre cuando estaba embarazada de él, convencida de que, tras dar a luz a seis varones, su séptimo hijo iba a ser una niña.

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