Se incluye la presentación de la historiadora Laura Campos y del propio Carlos Monsivais en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
De acuerdo con Carlos Monsiváis, la noción actual del Estado laico en México comenzó a tener sentido y significado reales cuando penetró, se difundió y asimiló la noción de derechos humanos.
De acuerdo con Carlos Monsiváis, la noción actual del Estado laico en México comenzó a tener sentido y significado reales cuando penetró, se difundió y asimiló la noción de derechos humanos.
“Mientras que la gente, la sociedad se consideraba sin derechos humanos, no admitía los derechos de los demás. Sólo la apropiación de ese significante, de esa realidad simbólica, conceptual, jurídica, la de derechos humanos, le dio al Estado laico la posibilidad real de existir como una atmósfera cotidiana de la sociedad, no simplemente como el conjunto de leyes que ahí están y que sirven extraordinariamente en el proceso educativo, sino en el proceso de la vida cotidiana”, sostuvo.
Antes de esa noción, “el Estado laico era en gran medida una abstracción; ahora ya no, y eso explica además la campaña internacional del Vaticano contra el laicismo y el Estado laico”.
En particular, se refirió a España, donde esa campaña “está cobrando intensidades más o menos increíbles, porque lo que está en juego es el subsidio del Estado a las escuelas; y lo que ahora se quiere en México es introducir la educación religiosa en las escuelas públicas porque, se dice, no hay libertad religiosa mientras no haya educación religiosa” en esos planteles.
Lo anterior fue abordado por el periodista y escritor durante la presentación de su libro El Estado laico y sus malquerientes (Debate/UNAM), efectuada anteanoche en el Palacio de la Escuela de Medicina, que fue sede de la Inquisición, en el Centro Histórico.
En el acto participó el caricaturista de La Jornada Rafael Barajas, El Fisgón, para quien dicho volumen es “una crónica muy puntual del porqué en México la institución del Estado laico fue una necesidad histórica.
“Si no se establece el Estado laico no tendríamos país, porque era tal el poder, la fuerza, la irracionalidad del clero que no había modo de gobernar de manera independiente.”
Monsiváis sostuvo que el Estado laico es una realidad irreversible en México, no obstante que la derecha o los conservadores y una parte sustantiva del clero busquen no considerarlo vigente.
Al respecto, comentó que al escribir el libro encontró que el Estado laico había sido un proceso que admitía retrocesos parciales, como durante la dictadura de Porfirio Díaz, pero que no admitía situaciones reversibles.
“Es impresionante ver cómo se va imponiendo el cerrojo y cómo va cambiando la sociedad en la ruta de la secularización y la ruta de la laicidad, que nunca son exactamente lo mismo.”
Sobre El Estado laico y sus malquerientes describió que se trata de una crónica, acompañada de una antología, realizada con “el propósito de verificar las condiciones del Estado laico desde su aparición, a mediados del siglo XIX, en medio de las guerras de Reforma como sus promotoras, y ver lo que ha sucedido en todo este tiempo”.
Recordó que durante su campaña el ex presidente Vicente Fox prometió a la Iglesia católica que le suprimiría los impuestos, aunque ésta no los tenía, además de que habría educación religiosa en las escuelas privadas, cuando eso ya existía.
Fue entonces cuando consideró interesante investigar periodísticamente el proceso del Estado laico, “un proceso muy complicado, lleno de retrocesos, finalmente afirmado a partir de determinado momento y radicado en lo básico en la educación”.
Presentación del libro “El Estado laico y sus malquerientes”, por Laura Campos.
Agradezco la oportunidad que se me brinda de comentar “El Estado Laico y sus malquerientes”, de Carlos Monsiváis, obra muy importante y oportuna para la defensa del Estado laico y de las libertades que de él se desprenden.
El libro en comento consta de un relato histórico sobre el origen y consolidación del Estado laico en México, y de una antología donde el maestro Monsiváis comenta, con su característica agudeza, noticias protagonizadas por algunos detractores del Estado laico.
Hoy en día, el Estado laico tiene malquerientes más bien que enemigos, pues como hace notar Monsiváis, “sus enemigos estuvieron en el siglo XIX; actualmente tiene ‘malquerientes’, representados éstos por la Iglesia mayoritaria y la derecha que han tratado de redefinir conceptos del laicismo como ‘libertad religiosa’ – en su conveniencia- y ‘libertad de expresión’ sin conseguirlo”.
El concebir un Estado laico, conviene recordarlo, es fundamentar la ley sobre lo que es común a todas las personas, sin privilegios de unas sobre otras. Es compartir la esfera pública entre todos, desde el punto de vista jurídico, político, simbólico y ético. Un Estado laico es un régimen político que establece la independencia frente a toda influencia eclesiástica, al prescindir de todo credo religioso. El Estado laico no profesa religión alguna y considera que todas las asociaciones religiosas son iguales y poseen idénticos derechos y obligaciones. Al no estar a favor ni en contra de religión alguna, no existe bajo este régimen una religión oficial impidiendo con esto que los recursos públicos sean utilizados para favorecer cualquier tipo de proselitismo religioso.
Conviene precisar que un Estado laico no combate las religiones o Iglesias; por el contrario, es un instrumento jurídico-político en contra de la discriminación en todas sus formas, el cual acota privilegios indebidos. Es por ello que en un Estado laico no se habla de tolerancia, sino de respeto absoluto. En un Estado laico no puede haber imposiciones de ninguna creencia moral o religiosa, sino el reconocimiento pleno de derechos.
Cabe señalar que algunos de esos malquerientes son poderosos, por estar en el gobierno federal o en los de entidades como Jalisco, donde hace unos meses, Emilio González motivó un movimiento de protesta popular al usar el dinero público para financiar la construcción de un Santuario dedicado a cristeros, promovido por la jerarquía católica. Ante este hecho, un sector importante de la sociedad jalisciense, quien respeta las creencias religiosas individuales pero cree que éstas no deben regir en la esfera pública y que exige que no se mezclen los asuntos públicos con los religiosos, logró frenar tal proyecto y sentó un precedente importante en la defensa y consolidación del Estado laico en nuestro estado. En el asunto de la macrolimosna, de debe puntualizar, GANÓ LA SOCIEDAD LAICA DE JALISCO.
Conviene recordar que aquí en Jalisco, autoridades estatales y municipales (en ciudades como Tepatitlán y San Julián, por ejemplo) han tratado de promover el culto a los cristeros, como símbolo de las raíces de la derecha gobernante y de su lucha contra el Estado laico.
Cabe añadir que también en octubre de este año, a iniciativa de regidores panistas, el cabildo de Zapopan intentó cambiar el nombre a la Avenida Laureles por el de Juan Pablo II. Esa arteria se inicia donde está colocada la única estatua de Juárez que existe en el municipio. Así, cada vez con más frecuencia, vemos como tendencias confesionales intentan sobreponerse a los valores laicos.
En el plano histórico, como señala Monsiváis, el Estado laico en México ha experimentado un proceso muy complicado, “lleno de retrocesos, finalmente afirmado a partir de un determinado momento y radicado en lo básico en la educación. Para establecer el Estado laico se pasó por guerras civiles, invasiones, ataques contra la tolerancia, reivindicación de la educación pública y un enfrentamiento con los poderes del clero y los terratenientes. Sin embargo, el establecimiento de un Estado laico como tal llegó sólo con los derechos humanos. No se crea el Estado laico antes de que no se difunda la noción de derechos humanos, solo esto le da el sello último”.
El libro en comento fue realizado, en palabras de Monsiváis, con el propósito de verificar las condiciones del Estado laico desde su aparición, a mediados del Siglo XIX, en medio de las guerras de Reforma como sus promotoras, y ver lo que había sucedido en todo este tiempo en que –sobre todo en los años recientes– se ha considerado que ya no es vigente por la derecha y una parte muy considerable del clero. En la primera parte, el autor hace un recorrido histórico sobre el origen y evolución del Estado laico, introduciéndose en las batallas ideológicas de liberales y conservadores de la segunda mitad del siglo XIX: “El Estado laico, de modo obvio, atraviesa por varias etapas, a través de las metas explícitas de sus primeros impulsores: la libertad de cultos y de expresión, la separación de la Iglesia y el Estado y la educación fuera del ámbito confesional. En primera y última instancia, los liberales afirman la independencia del Estado de cualquier Iglesia y la igualdad civil de todos los ciudadanos al margen de sus creencias” (p. 60).
Señala también Monsiváis: “La dictadura de Porfirio Díaz es la época de la gran simulación donde la laicidad parece concentrarse en zonas de la ciudad de México y el laicismo se ve arrinconado ¿Qué sucede en esta primera etapa del Estado laico? Durante la dictadura de Díaz, la vuelta sin ambages al conservadurismo multiplica el desánimo. Con todo, sin que los propios liberales lo perciban, lo inscrito en las leyes –la separación de la Iglesia y el Estado, la laicidad como la estructura republicana por excelencia– se va volviendo la plataforma de las transformaciones” (pp. 29-30).
En otro momento Monsiváis señala: “Al cabo de una lectura desastrosa, la tendencia radical de la revolución, reformulada por la influencia del marxismo, del Partido Comunista Mexicano y del stalinismo, se desentiende del legado de Juárez y la Reforma liberal. En efecto, Juárez no fue socialista… Al lado de todo esto, el Estado laico es la garantía sólida del proceso educativo. La educación socialista fracasa y la izquierda se olvida del juarismo empeñada en despojar de antecedentes a la revolución proletaria que viene” (p. 31).
Cabe recordar que la promulgación de la Constitución de 1917, reivindicó el espíritu laico de la educación y reafirmó el principio histórico de la separación del Estado y las Iglesias. Y como todos sabemos, la Iglesia católica institucional encabezó una fanática cruzada en contra del Estado laico denostando recurrentemente la Ley fundamental. Dice Monsiváis: “Creo que la Iglesia católica pretende acabar con el Estado laico. No es que quieran entrar al Estado laico; la Iglesia lo que quiere es reimplantar la educación religiosa en las escuelas; pretende regresar la subvención de la iglesia por parte del Estado, pretende volver a ser parte del Estado en este sentido, y también –esto es muy grave– la iglesia de alguna manera en los hechos ha regresado a la existencia de fueros”.
Coincidimos con el maestro Monsiváis en que la jerarquía católica y la derecha que detenta el poder enfocan todas sus baterías en contra del Estado laico mexicano. Y no es asunto local o nacional, sino que corresponde a la gran campaña emprendida desde El Vaticano, presente en todos los países latinoamericanos, para Tatrar de recuperar el poder político-religioso acotado durante la reforma juarista. La insistencia fundamentalista en “la libertad religiosa”, es decir, y entre otras cosas, en la devolución de los fueros eclesiásticos y en la educación religiosa en las escuelas públicas, gira en ese sentido.
Es un hecho que el Estado laico ha venido a recobrar fuerza en los últimos años, en el contexto de una sociedad secularizada. Esta realidad la resume Monsiváis en los siguientes términos: “Sin la noción de derechos humanos el Estado laico estaba inconcluso, era una abstracción. La noción y la defensa de los derechos humanos le resulta fundamental al Estado laico y la sociedad civil”. Pone como ejemplo de lo anterior, entre otros aspectos, la discriminación que por motivos religiosos se sigue presentando en nuestro país: “Tómese el caso de los protestantes a los que nunca se les ha permitido sentirse en posesión de la ciudadanía, a la persecución constante, a los malos tratos jurídicos, a la burla social. Las minorías religiosas existen por efecto de la laicidad pero nunca de modo pleno. La derecha los considera “apátridas”, y la izquierda nacionalista explica sin cesar que el protestantismo es un invento yanqui, una táctica para despojarnos de nuestra identidad nacional, una trampa para incautos” (p. 149).
Pero –se pregunta–, “¿quién defiende la puesta al día del liberalismo juarista, la defensa de los derechos de las minorías y el fin de la censura?
Respecto a este planteamiento, conviene recordar que a fines de octubre de 2008, malquerientes desconocidos y agresivos, intentaron derribar y quemar un busto de Juárez, ubicado en el Parque de la Solidaridad, en Guadalajara. A pesar de las denuncias públicas hechas a través de los medios, la efigie del Benemérito sigue derribada ante la indiferencia no solo de las autoridades locales, sino aún de los políticos y partidos de todos los signos.
¿Por qué no se ha dado la crítica a la intolerancia religiosa en los sectores liberales, democráticos, de izquierda? ¿Por qué ninguno de los grupos que defienden los derechos indígenas se preocupa por mencionar siquiera la persecución religiosa en las comunidades? ¿Por qué fue tan lenta la inclusión de las persecuciones religiosas en el campo de los derechos humanos? ¿Por qué en las enumeraciones de la primera década del EZLN, escritas por el subcomandante Marcos, que abarcan casi todas las minorías y muchísimos gremios, jamás aparecen los protestantes?
¿Por qué cuando los obispos católicos y los laicos cercanos a su posición hablan de libertad religiosa, el contexto es la enseñanza católica en las escuelas públicas y no la libertad de profesar el credo que cada uno juzgue conveniente? ¿Por qué, pese al crecimiento notorio de las iglesias minoritarias, el Estado y la sociedad las conocen tan mal y tan despreciativamente, como si los que profesan las otras creencias no merecieran ninguno de los derechos humanos? ¿Tiene algún sentido considerar con tal carga de encono o desprecio a cerca de 15 por ciento de la población, cifra ya conservadora?” (pp. 156-57). “Sin laicidad y sin laicismo, el país no dispondrá de sentido histórico o, como se diría ahora, de viabilidad”, concluye Monsiváis.
Como se demuestra en la obra reseñada, que es de lectura obligada para todas las personas preocupadas por la vigencia de las libertades en México, el Estado laico se ha consolidado social e históricamente. Esta realidad evidente, nos incita a preservar el enorme valor político del Estado laico en nuestro país: el Estado laico como base del respeto a toda creencia religiosa y del pluralismo cultural; el Estado laico como base para la integración de los derechos humanos; el Estado laico como base de la democracia. ¡Todos a leer el nuevo libro de Carlos Monsiváis! Muchas gracias.
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Presentación del libro “El Estado laico y sus malquerientes”, por su autor, el maestro Carlos Monsiváis
Buenas y sentenciosas tardes. Quisiera ceder juiciosamente el uso de la palabra a dos amigas mías que han desempeñado en Guadalajara una tarea, que si hubiera una mínima justicia en Guadalajara, las llevaría en su debida oportunidad a la rotonda de los jaliscienses ilustres, que últimamente no se ha visto muy concurrida, entre otras cosas, porque los poderes siguen vivos y son Rosana Reguillo, quien es maestra del iteso, una investigadora en comunicación, especialista en juventud… le pedía ella que comentara El Estado laico y sus malquerientes.
Laura Campos es una Profesora de la (aquí no le dicen benemérita todavía a la Universidad, está muy radicado en Puebla) Benemérita U de G. Ella ha sostenido, junto con su esposo, una batalla muy importante de crítica a la desmesura de la derecha y del conservadurismo en Guadalajara; no sé cómo se las han arreglado para localizar a la derecha en Guadalajara, pero lo han conseguido; entonces, a ella también le pedí que no comentará tanto el libro como la situación del Estado laico y sus malquerientes. A fines del 2008 en vísperas de las arremetidas de la Santa Crisis le doy la palabra a Laura:
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Laura ha hecho un trabajo importante por su cuenta, ha denunciado y sistematizado el delirio conservador y Rossana, en otro campo, también ha insistido en el derecho de los jóvenes a la libertad, no se si se incluye la blasfemia, pero probablemente si.
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Cuando las escuchaba, me acordaba de algunos de esos incidentes melódicos que me ayudaron mientras redactaba el libro; por ejemplo, tras el papel de la prevención, ya en el siglo XX, se decía: “en esta casa somos católicos y no aceptamos propaganda protestante”; que luego cambió a: “En esta casa somos católicos y no aceptamos panfletos del materialismo dialéctico”; y, muy bonito, el último era: “En esta casa somos católicos y no aceptamos insinuaciones contra el neoliberalismo”.
Luego también me acuerdo el tipo de admoniciones que circulaban en los años treintas y cuarentas para prevenir contra los pecados nefandos; estaban los folletos de las Iglesias que decían: “Pobre del hombre que nació mujer, más le valiera pegarse un tiro por doquier”, que me sigue pareciendo una obra maestra de la paradoja. Hubo otro que vi recientemente en una Iglesia de la colonia Narvarte que decía: “Recicla tu espiritualidad”.
Me parece que resume perfectamente todas las etapas y me acuerdo que en un intento serio, esto no es ninguna atribución humorística de mi parte, un intento serio de un español de diversificar partes de la Biblia que empezaba diciendo: “Nuestro Señor Jesucristo nació en un pesebre, donde menos se piensa saltar la liebre”, pero era en serio, no había ninguna intención demoledora o sacrílega, y me acuerdo también del Obispo Felipe de Jesús Cueto, de Tlalnepantla, que en el año 1973 se permitió decir: “Si el aborto se hubiese permitido en tiempos de nuestro Señor Jesucristo, éste probablemente no habría nacido”. Es una belleza, pero desgraciadamente ese humor involuntario de que han dado tan pródigamente muestra, al lado de los dislates, como las del libro requerido de asistencias psiquiátricas del lado de la silla presidencial, don Vicente fox; o su humor han ido acompañado dislates.
Cuando Fox habla del Estado laico y “esas tonterías”, muy probablemente no tiene idea de lo que está diciendo… y no se le puede culpar, porque tampoco de otros temas tiene idea.
O cuando el ahora líder del pan afirmó que el cura Hidalgo ciertamente es una persona considerada en la historia, pero que también lo es Agustín de Iturbide, que probablemente tiene muchos más méritos que el cura Hidalgo, y ahí sí yo no supe qué historia manejan, hacia donde la llevan y qué es lo que quieren.
Laura y su esposo me pasaron un libro prologado por el actual primer mandatario de la entidad. El libro se llama “Cristeros” y tiene una introducción de don Emilio, el hombre que ha logrado que más jaliscienses desistan de sus camisas, porque donde lo ven le piden que les autografié la camisa, por lo cual ha habido una compra extra de camisas en Guadalajara, por lo menos, no sé si en Los Altos, extraordinaria, buena, dicen.
Éste es un libro objetivo que “se atiene a la historia y que no pretende formar partido; este libro se hace contra las aberraciones del estado del PRI que quiso imponernos una versión de los hechos que es profundamente lesiva para los intereses del creyente”, y eso más o menos, no lo dice así, pero además, quién puede difamar un texto del señor González… No está en mí el intentarlo y luego dando ya florece la coincidencia contra la discrepancia.
Entonces el Señor, no sé cómo se llama el secretario de gobierno, Fernando, es fantástico, porque dice este subtexto objetivo que se aúna a los hechos históricos y que tiene que examinar cómo fue posible que en una época la tiranía sangrienta haya aplastado y conculcado (no, conculcado no, ésa es de otra generación), haya aplastado y oprimido los derechos de los creyentes, que son los primeros derechos de una colectividad. Porque nosotros somos antes que un país de ciudadanos, un país de creyentes, no lo dice tan claro, eso exigiría ciertas normas, sintácticas, pero sí se apresura a todo tipo de devaneos, para acabar siendo una apología de un movimiento o por las razones que he tenido, de los mártires que haya tenido, y también los mártires que haya causado, porque pretender un movimiento donde sólo hay mártires de un solo lado, pues no, lo estamos hablando de la izquierda de hace años.
Estamos hablando de una guerra, entonces ésta es una explicación portentosa, de por qué la guerra cristera “tenía razón”, porque los Santos no, los beatos o son Santos, no hoy, si hay de los dos, bueno, los beatos que no son muy Santos y los Santos que ya fueron beatos, creo que sí queda, como que tenían absolutamente razón, es formidable que a nombre del Estado mexicano se dediquen ha decir que es un Estado inmoral, injusto, ilegal y viéndolo bien no saben que hacen aquí representándolo. En conclusión, a mí me agrada mucho ese texto, o como también todas las otras contribuciones en la prensa sobre todo han hecho desde luego y ésta continua ofensiva contra el laicismo, no sólo del clero mexicano, de la derecha mexicana, sino también de El Vaticano, ahora que se va a presentar en la Unión Europea la iniciativa para señalar los derechos de los gays, al Vaticano como Estado supone ello diciendo que perturbaría el orden público de las naciones… no me explico cómo justificarían las masas de trasvestis inundando todas las avenidas del país y tienen razón, además no hay tantos tacones.
El nivel de intolerancia del que todavía siguen dando muestras, al hecho de que digan, como lo sostienen con toda impudicia, que la educación laica está muy bien y debe continuar, pero que la educación laica implica educación religiosa en las escuelas públicas, con lo cual guillotinan o decapitan (para usar un verbo de moda) la lógica, me parece formidable que a nombre de una creencia pretendan la omisión de las demás, de lo avanzado por la educación laica y por la laicidad, por la misma temperatura civilizadora que con todo el país se tiene y se le puse a libro el Estado laico y sus malquerientes, fue con la idea de señalar hasta qué punto han fracasado.
Aquí el señor González tuvo que aceptar la devolución del cheque de 90 millones de pesos después que en vano había tratado de justificar un acto o de creyente, como un acto de viajes de turismo de la entidad. Lo del turismo religioso, si se examina con cuidado, esa sí es una blasfemia: como no hay creyentes que vayan a la basílica de los mártires (santuario de los mártires), nada más turistas, que en lugar de peregrinos a Talpa hay turistas, esta idea de que todo se justifica por el turismo religioso, es un tanto sacrílega, cuando el Cardenal sostiene que es importante este estado-nación porque al santuario de los mártires propicia el desarrollo del turismo religioso cuando todavía ni se inaugura. ¿Por qué no se esperan a que se inaugure y entonces ya vemos que tanto propicia el turismo y que tanto de devoción?
Que yo sepa, el turismo puede ser de gente devota, pero lo malo que quieran ver son las maravillas, como ya los efectos especiales han eliminado a los milagros, ahora se trata de ver las maravillas que le permitan al artista que hay en todo turista la posibilidad de contemplar un regocijo, lo que fue creado para la edificación del espíritu.
Lo que me propuse es un alegato; no es un libro que está pensado, sino como eso, como una historización de lo que ha sido el Estado laico, de cuántas luchas ha tenido que darse para conseguir su afirmación. Ya desde el siglo 20, de la manera en que la secularización se impuso, e hizo irretornable el camino monocorde fideísta (una frase bonita, la voy a anotar) del monopolio de la fe, como la única garantía de la armonía social.
Me parece fundamental insistir en esto, aunque no creo yo que el Estado laico esté en riesgo. Está de riesgo, en la medida de que hay toda una operación de entrega de dinero, yo diría incluso más conspicua en Guanajuato que en Jalisco: la entrega de dinero para las obras pías, eso incluye la construcción de Iglesias, de entrega de posiciones básicas a gente de la derecha, yo no tendría inconveniente en que lo fueran, pero cuando digo gente de la derecha es profundamente incapaces de entender la modernidad y que se sepa con todas las dificultades y aun tomando en cuenta la abundancia del Cid campeador. El finado Carlos Abascal sostuvo como Secretario de Gobernación, lo digo con todo respeto a él, no se si a sus argumentos, sostuvo que sólo la religión católica garantizaba una ética social y ahí era imposible compartir el punto de vista.
¿A quien representaba entonces el Secretario de Gobernación? A una ética que no valía, porque no estaba sustentada en una fe, entonces era la duplicidad y el simulacro lo que se estaba predicando. Creo yo que estamos viviendo un momento que va ser cada vez peor en la medida que la crisis económica sacuda las creencias o la falta de ellas, más bien las creencias. Estamos en el momento en que se requiere la más rigurosa racionalidad y en este sentido desahogar lo que ha sido el Estado laico, cuáles son las conquistas innerradicables y de qué manera ha puntualizado el desarrollo civilizatorio.
Es entender también por qué una y otra vez han fracasado los intentos de eliminar el laicismo. Hasta quieren prohibir las minifaldas y al domingo siguiente hay una manifestación de jóvenes en minifaldas y archivan el proyecto. Quieren prohibir el Crimen del Padre Amaro y consiguen tal éxito de taquilla para la película que el Consejo, Concilio Episcopal o Consejo Episcopal dice que “la última vez que intentamos amonestar a la población, por lo visto, solo provocaremos a las distribuidoras”, lo dicen entonces.
Pues, no sé cómo concluir la homilía; concluyo exhortándoles a que vuelvan a su casa, se arrepientan y al sentirse ya sanos y salvos, vuelvan a su racionalidad laica. ¡Muchas gracias!
Título: El Estado laico y sus malquerientes Autor: Carlos Monsiváis, escritor y periodista Editorial: Debate/UNAM
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