No es tarea fácil dar cuenta exacta de los libros del sabio Gonzalo Puente Ojea y no lo digo porque sus obras sean complejas y difíciles de entender, sino debido a que las verdades como puños se suceden a lo largo de las páginas; si lo que afirmo es cierto, mucho más lo es en la presente ocasión ya que el trabajo desmitificador del ensayista penetra en diferentes territorios que van desde los filosóficos -en los que se detiene en distintos hitos históricos y en diferentes conceptos, como el de materialismo y el de ideología- para culminar su certero repaso en plena polémica con algunos posicionamientos de la escuela ovetense de Gustavo Bueno y epígonos.
Sí es, en cambio, tarea fácil la de recomendar sin ambages y sin recurrir a ningún mareante manejo de botafumeiro la lectura de las obras de quien fuese embajador del gobierno español ante el Vaticano, y ello es debido a que éste nunca escribe en balde, sino que sus escritos van al fondo de las cuestiones que aborda, fundamentando la postura atea mas no recurriendo a ningún espíritu panfletario sino con un rigor y una abundantísima documentación histórica y filosófica. Su empeño no cesa y se muestra siempre combativo e infatigable en la denuncia de las mentiras que acompañan a la mentira mayor, la madre de las demás mentiras: la religión. ¿Todavía hay alguien que no ha leído a Gonzalo Puente Ojea? Por mi parte, diré que no es la primera vez que traigo a estas páginas sus recomendables libros; recuerdo el publicado por la iruindarra Laetoli («La religión ¡vaya timo») y también otro («La Cruz y la Corona. Las dos hipotecas de la Historia de España») editado por la misma editorial que el presente.
Hay todo un negocio montado, o muchos si se tienen en cuenta las infinitas advocaciones de las vírgenes y de todo el santoral cristiano, y sus respectivas geografías supuestamente sacras, que hacen que hasta el mismo Cristo la habría emprendido a hostias, como lo hizo, contra los mercaderes del templo; muchos viven sin embargo dedicados a medrar pecando de simonía, es decir traficando con la venta de supuestos productos y / o valores espirituales: reliquias, piedritas, agüitas benditas de fuentes santas, o… demás indulgencias plenarias o no.
Traza el autor una convincente fenomenología del poder religioso, envolviendo o reforzando éste al poder político, y lo hace volviendo la vista atrás: hasta la aparición del homo sapiens, que posee lenguaje, conciencia de sí y temores que comienza a intentar alejar con el recurso a diferentes representaciones simbólicas, que con el paso del tiempo se van sofisticando hasta llegar a imponerse, con toda su parafernalia litúrgica, a extensas franjas de la humanidad. El dualismo, la consolidación de ciertos presupuestos éticos como si de una consecuencia directa de la religión fuese, se fueron asentando y convirtiéndose en propiedad de los supuestos, y autoproclamados, representantes de la divinidad; en este terreno la palma podría adjudicársele a la Iglesia católica con sus poderes celestiales y por supuesto terrenales, que al fin y al cabo muestran su poderío sofocante en el plano de la inmanencia que, al fin y al cabo, es en el que nos movemos y en el que ellos ( todos los clérigos que en el mundo son) intentan imponerse en nombre de una verdad trascendente, demostrada por medio de milagrosos milagros, apariciones, estampitas, curaciones, y… otros timos. Invenciones, todas ellas y muchas más, fundamentadas (?) en sustituciones mistéricas de instancias materiales, como cerebro, por conceptos melifluos y tramposos, como alma; de lo inexplicable por el milagro, etc., etc., etc.
Leer este libro es un premio para la inteligencia y una apuesta en pro de la verdad, frente a las falacias que algunos venden como sanadores escapularios,… como siempre es un clarificador regalo leer a Gonzalo Puente Ojea.
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