Buscaban la consecución de un estado confesional ultracatólico al estilo del impuesto por el General Franco en España, con el apoyo tácito de El Vaticano.
Es muy triste que la mayor producción de toda la historia del cine mexicano haya sido rodada en inglés, con financiación de lobbys católicos. Y más triste todavía es ver a Peter O'Toole en el papel con el que se despidió del cine sirviendo a un panfleto como sacerdote que muere fusilado y se convierte así en mártir. El martirologio de la película incluye también a niños inocentes, entre los que se encuentra José Sánchez del Río, un monaguillo que fue enviado a combatir con los cristeros por su orgullosa familia, a pesar de ser menor de edad, para obtener finalmente la recompensa de la beatificación.
Son estampitas de un cine religiosamente rancio que parecía extinguido, y que resurge como fruto de un revisionismo histórico en clara confrontación con la teología de la liberación y los movimientos sociales en Centroamérica y América del Sur. «For Greater Glory», también conocida con los subtítulos de «Cristiada» y «The True Story of Cristiada», se hace eco de la tendenciosa y maniquea reescritura de la Guerra Cristera, en el México de finales de los años 20, a cargo del historiador Jean Meyer.
La película está muy meyerizada al proclamar que los cristeros eran una fuerza revolucionaria campesina defensora de la libertad religiosa, sin entrar a analizar las motivaciones políticas y económicas que había detrás de la oposición al gobierno anticlerical del presidente Calles, las cuales buscaban la consecución de un estado confesional ultracatólico al estilo del impuesto por el General Franco en España, con el apoyo tácito de El Vaticano.
«For Greater Glory» se basa en una caracterización muy parcial de la ya de por sí polémica figura del general de origen vasco Enrique Gorostieta, encarnada en la pantalla por el actor cubano Andy Garcia. Se dice que en un principio era agnóstico, pero que animado por la fé de su mujer y por el sacrificio de sus creyentes tropas se convirtió al catolicismo al grito de «¡Qué viva Cristo Rey!», portando un crucifijo en el campo de batalla más grande que las pistolas de Pancho Villa.
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