Una escuela universitaria de la Complutense cerró su oratorio sin polémica hace 25 años Arzobispado y Universidad se reúnen el 23 de enero para tratar el traslado de Geografía
Repasar aquel intercambio de cartas es como hacer un viaje en el tiempo. La Escuela Universitaria de formación de profesorado de EGB María Díaz Jiménez, de Universidad Complutense, quería clausurar la capilla ubicada en sus dependencias por problemas de espacio. Hubo recogida de firmas a favor y en contra y el Arzobispado de Madrid pidió que se respetara “la dimensión espiritual del universitario como elemento de su formación”. Cuatro meses después de que la junta de la escuela aprobara el cambio, el crucifijo y otros enseres fueron trasladados a un trastero que se convirtió en la nueva capilla. No queda rastro de ninguna 25 años después.
El catedrático Antonio Moreno era entonces el director de la Escuela Universitaria que ahora alberga la Facultad de Comercio y Turismo, en la avenida de Filipinas de Madrid. Pasea por la segunda planta del edificio que un día gestionó. Señala un pasillo y la puerta cerrada del Seminario de Estructura Económica. “La capilla estaba aquí. La cambiamos y no hubo problema”, recuerda. La convirtieron en varios pasillos y un laboratorio de Psicología. Más de 2.200 alumnos estudiaban allí entonces y 114 profesores impartían clase “trabajosamente repartidos en 25 aulas” y con despachos “tan exiguos” que apenas disponían de un metro cuadrado por persona, según explicaba él mismo en una reflexión escrita entonces a la comunidad universitaria.
Entre la decisión aprobada y el traslado de aula transcurrieron apenas cuatro meses, según sus cálculos: “Hubo un sector de la escuela que se resistió, pero insistimos porque las capillas no deberían tener hueco en las universidades públicas”, añade el exdirector. Los argumentos son casi un calco de los que esgrime 25 años después el decano de Geografía e Historia, Luis Enrique Otero. La junta de su facultad (formada por alumnos, profesores y personal administrativo) aprobó en 2010 el cierre del oratorio. La polémica estalló antes de que lo pusieran en práctica. Un grupo de alumnas de la Facultad de Ciencias Políticas irrumpió en 2011 en la capilla de Psicología en una performance de protesta en la que mostraban los pechos y se besaban entre ellas.
Aquel acto provocó un intercambio público de acusaciones, cartas y peticiones de las dos partes —incluida una misa en el campus oficiada por el obispo auxiliar de Madrid, César Franco— que dejó la intención de Geografía en segundo plano. En febrero de 2012, volvieron a intentarlo con un nuevo acuerdo de la junta que recogía esta vez el traslado de la capilla a un aula más pequeña por “problemas de espacio”.
La Universidad ha convocado una reunión con el Arzobispado el próximo 23 de enero por recomendación de la asesoría jurídica. El convenio que la Complutense firmó en 1993 con la jerarquía eclesiástica obliga a alcanzar un acuerdo “para la desacralización de la actual capilla”, según el escrito legal.
Cuando Moreno propuso su mudanza, ese convenio ni siquiera existía. El Arzobispado de MAdrid argumenta ahora que el cardenal Antonio María Rouco Varela debería acudir en persona para desacralizar el espacio de Geografía que solo se debería destinar a “usos diferentes o profanos” excepto “por razones graves”, según una carta que envió César Franco al decano de Geografía e Historia. Antonio Moreno asegura que su mudanza se solventó “sin que acudiera nadie de la Iglesia” a la Escuela Universitaria.
En 1988, el delegado diocesano de la Pastoral Universitaria le pedía “favorecer un desarrollo humano del sujeto. Y esto no es posible si se excluye o censura la experiencia religiosa” pero se conformaba con la garantía de una nueva ubicación “antes de comenzar las obras de remodelación”, según la carta mecanografiada que guarda Antonio Moreno, que sigue dando clases en la ahora Facultad de Educación.
Moreno guarda en una carpeta los tres folios de firmas de profesores y alumnos que pedían mantener la capilla en “el mismo emplazamiento" o “en último caso, que no se realicen las obras hasta que no se haya habilitado un local para el definitivo emplazamiento de la capilla”. También hubo estudiantes que se movilizaron para exigir el cierre o que se habilitaran “locales para las distintas religiones, así como otro para actividades de agnósticos y ateos”. “Al final se impusieron la autoridad y los criterios académicos”, asegura Moreno en el pasillo. El mismo en el que, 25 años atrás, algunos alumnos le llamaban “hereje”.
Interior de la capilla de la Facultad de Geografía e Historia de la Complutense. / Samuel Sánchez
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