Varias protestas en contra y a favor de un centro islámico en la zona cero recorren Manhattan en el noveno aniversario de los atentados. Obama pide no rendirse «al odio de los extremistas»
Los neoyorquinos celebraron ayer el noveno aniversario de los atentados terroristas del 11-S más divididos que nunca. La controversia religiosa ensombreció una fecha hasta ahora dedicada al recuerdo y la unidad, y convirtió la zona cero en el escenario de manifestaciones y protestas.
El día empezó con las ceremonias habituales en memoria de las víctimas. Se leyeron los nombres de las casi 3.000 personas que perecieron en el World Trade Center y se mantuvieron minutos de silencio en el momento del impacto de los aviones contra las torres (8.56 y 9.03 horas) y cuando se desmoronaron en un brasero infernal (9.59 y 10.28).
Obama, como ya hizo el año pasado, prefirió no desplazarse a Manhattan, para no encender aún más los ánimos. A la ceremonia asistió en su lugar el vicepresidente Joseph Biden. Pero en su mensaje televisado semanal, el mandatario hizo un nuevo llamamiento a la calma. "Este es un momento difícil para el país. Y a menudo en esos momentos, algunos intentan explotar la amargura para dividirnos basándose en nuestras diferencias para cegarnos sobre lo que tenemos en común", dijo Obama. "Pero este día debe recordarnos que no podemos ceder a esta tentación", añadió.
En el acto de conmemoración en el Pentágono en Washigton, donde se estrelló uno de los aviones secuestrados, el 77 de American Airlines que dejó 184 muertos, Obama resaltó de nuevo que EEUU no está en guerra contra el islam: "No vamos a rendirnos al odio" de los extremistas.
Michelle Obama y Laura Bush asistieron a una ceremonia en Shanksville (Pensilvania) donde se estrelló el cuarto aparato. La primera dama alabó la labor del ex presidente Bush por tratar de mantener unido al país tras la tragedia. "Esperemos que la memoria de los que dieron sus vidas sirva de inspiración para todo EEUU", dijo Michelle Obama.
Fanáticos, pacifistas, religiosos y ciudadanos de a pie discutían entre sí
Pero si los actos fueron iguales que en años anteriores, el clima de tensión, las declaraciones incendiarias y los gritos de intolerancia empañaron la conmemoración. El bajo Manhattan se convirtió en un gran foro de debate. En cada esquina fanáticos, pacifistas, militantes, religiosos y ciudadanos de a pie discutían, se insultaban o protestaban. Como la policía cercó el emplazamiento donde está prevista la construcción del centro islámico Casa Córdoba que tanta polémica ha suscitado, los manifestantes se dispersaron por las calles colindantes.
Y todos acudieron con sus pancartas en un diálogo de sordos por hacerse oír. "Los americanos de verdad no queman coranes", "Mohamed fue el primer musulmán radical, Bin Laden sólo sigue su ejemplo", "No puedo tolerar la intolerancia", "Honra el 11-S honrando la libertad de expresión", "Barack Husein Obama, has traicionado a los cristianos".
En el mar de protestas, el pastor Terry Jones pasó desapercibido. El director del Dove Outreach Center en Florida, que había amenazado con una hoguera de coranes, llegó el sábado por la noche con la intención de entrevistarse con el imán Feisal Abdul Rauf, director de la Casa Córdoba.
Hasta ahí intentó acercarse Lance Corey, profesor de historia jubilado que se pasó la mañana agitando su cartel casero, "Cristo ofreció la otra mejilla, Mohamed nunca lo hizo, prefirió cortar cabezas". Corey estaba furioso: "Conozco el mundo árabe, he vivido en Egipto pero esta mezquita es una provocación".
David Vila hubiera preferido evitar los excesos verbales. "No hubiéramos venido de no ser porque el Tea Party está manipulando el 11-S para sus propósitos electorales", decía Vila, miembro de la Coalición Primero de Mayo y organizador de una de las protestas a favor de la mezquita. "Esta es una ventana política de los extremistas para atacar a Obama, más aún cuando los ánimos están calientes por la crisis", comentó.
El pastor Terry Jones estaba en la ciudad pero pasó desapercibido
En el mismo tono habló Peter Hogness, director de New York Neighbors for American Values, que reune a cientos de organizaciones pro derechos civiles y religiosos y que el viernes por la noche organizó una vigilia de 2.000 personas para defender la Casa Córdoba. "Me gusta Nueva York precisamente por su diversidad porque aquí tenemos a gente del mundo entero y porque Nueva York trata a todo el mundo de la misma manera", dijo.
La zona cero siempre ha sido un tema controvertido para los familiares de las víctimas. Lo fue durante el debate sobre la reconstrucción de la zona y ahora lo ha vuelto a ser por el tema del centro islámico. Muchos allegados de los fallecidos, que no pudieron enterrar a los suyos porque quedaron pocos cadáveres intactos en el braseo de las torres consideran el lugar intocable. "Vengo aquí cada año porque este es el único cementerio que tengo y pido a Dios que siga siendo sagrado", decía Nadine DeGrange, cuyo tío, Frank Wisniewsky, murió en los atentados.
Las manifestaciones de ayer ocultaron otra realidad, la de la normalización. En los últimos nueve años, la zona cero, siniestrada y abandonada durante tanto tiempo ha vuelto a la vida. El número de habitantes se ha doblado, la cantidad de hoteles triplicado. Los obstáculos burocráticos que plagaron la reconstrucción se han resuelto y la Freedom Tower, el edificio de 104 pisos que dominará el nuevo World Trade Center, está avanzando a marchas forzadas.
El monumento a las víctimas va bien encaminado. El reflejo de la ausencia, dos grandes espacios de agua en la huella de las Torres Gemelas, con los nombres grabados en mármol de las casi 3.000 víctimas se inaugurará en principio el año que viene, para marcar el décimo aniversario del 11-S.