Podemos tener la tentación de pensar en primera instancia, que nada es más importante que los conocimientos. Pero, ¿que son éstos si no nos tomamos un tiempo para la reflexión? Para definirnos con respecto a cualquier tema, la primer etapa es ilustrarnos con toda la información posible al respecto, y desde la mayor cantidad de ángulos posibles. Luego, viene el proceso de aplicar el cernidor sobre los datos obtenidos para sacar conclusiones.
La vida es un proceso de construcción permanente en el que uno trata de perfeccionarse en las distintas áreas, el camino es arduo y sobre un terreno escabroso.
Entre los ítems que se desarrollan en este sendero se encuentran las concepciones morales, los principios que defenderemos, las concepciones filosóficas que sostendremos, nuestros ideales políticos, etc. Todas éstas forman nuestra matriz de pensamiento y nos definirá como individuos, si es que somos lo suficientemente originales.
El camino hacia el librepensamiento tiene, en principio, dos problemas. Cuando nos tratamos de cultivar y nos nutrimos de información, nos encontramos por un lado con el emisor, y por otro, con el receptor (nosotros mismos).
El emisor de la información, en general se ve afectado por un mal muy extendido en la especie humana que es el querer tener razón. Al menos puede ser inconsciente en el mejor de los casos, o deliberado en el peor. Esto se debe a intereses creados, ya sea por beneficio económico inmediato, o por favorecer una idea política, filosófica o religiosa.
El receptor de la información, debe pasar ésta por varios cernidores. Debe analizar a los emisores y tratar de prever que tintes tendrán los cristales por los cuales se nos informa, y así tratar de neutralizarlos. Por otra parte, debe analizar su propia tendencia al autoengaño, buscando de esta manera, la mediocre autocomplacencia de leer opiniones solo afines a las nuestras. Es realmente difícil no ser seducidos por ideas que son más afines, lo que es una gran barrera para lograr un pensamiento crítico, ya que estamos en un proceso de permanente autoconstrucción, en el cual debemos rectificar constantemente.
Es muy conocido el dicho de que la Historia la escriben los que ganan la guerra, o sea que la escriben los que detentan el poder. La censura ha existido a lo largo del tiempo, lamentablemente.
Ya hemos visto la forma en que la Iglesia católica dirigió el rumbo de los libros durante siglos, actitud imitada por otras religiones dominantes en distintos tiempos y lugares. También sabemos cómo los regímenes dictatoriales autorizan historiadores y libros de su conveniencia.
La novelista británica Jane Austen decía: “Me maravillo a menudo de que la historia resulte tan pesada, porque gran parte de ella debe ser pura invención.”
Entonces, ¿Cómo leer la historia? Sería muy atrevido de mi parte pretender enseñar a hacerlo. Pero si estamos formando una mente crítica y librepensadora, debemos eso sí, buscar la mayor cantidad de versiones posibles sobre un mismo hecho, para luego tratar de formar opinión al respecto. Sabiendo que de seguro tampoco será la verdad, sino nuestra interpretación de la misma.
Lo único seguro de la Historia, agregando un poco de humor al tema, parece ser la definición del personaje “Cantinflas” de Mariano Moreno, “la historia es la sucesión de los sucesos que suceden sucesivamente”.
A menudo me sorprendo de lo crédulo que puede ser alguien. Hace un tiempo, en este mundo de redes sociales virtuales, uno de mis contactos publicó en su perfil una noticia sobre los famosos círculos de trigo. En la noticia se leen cosas como, “prestigiosos matemáticos investigan las increíbles ecuaciones implícitas” en uno descubierto. Al seguir leyendo no se lee ningún nombre ni ninguna fuente, cosa muy común en artículos pseudocientíficos. Cuando un científico investiga algo siempre lo informa con nombre y apellido, y no sólo por hacerse cargo por honor, sino también por lo que para su ego implica si descubre algo importante.
Lo más alarmante de situaciones como ésta, es que la gente se apasiona por los misterios y estas noticias corren como reguero de pólvora. Sin embargo, cuando la explicación racional llega, muy pocos la difunden.
En el caso de los círculos, hace muchos años los dos estudiantes que los inventaron, confesaron su broma, llamaron a la prensa, y demostraron como los hacían. Sin embargo, y al aparecer otros creadores de círculos, el supuesto origen extraterrestre de los mismos creció en popularidad. Hoy los creadores de estas obras publican libros, tienen sus sitios web y hasta hacen campeonatos, pero de eso nadie se entera. Sí del “nuevo círculo extraterrestre”, que, ¡oh casualidad! siempre se hacen a la noche (los “marcianos” han de ser muy vergonzosos) y si bien es verdad que se construyen con conocimientos matemáticos avanzados, nunca con uno que no haya sido descubierto por la humanidad.
Un hecho similar a lo de los dibujos en trigales se dio en las décadas del 60 y 70, con el llamado proyecto UMMO, un joven español inventó avistamientos de ovnis con fotos trucadas, testimonios falsos y símbolos de una supuesta civilización extraterrestre. Quería ver hasta donde se extendía una noticia así.
Años después, indignado por ver que una secta grabó los símbolos UMMO a niños, demostró su fraude, con los objetos que falsificó las fotos entre otras cosas, pero la noticia tuvo poca difusión. Tan es así que hoy día sigue habiendo seguidores en el mundo del fenómeno UMMO.
El misterio siempre vende más que la explicación. Y vender, es el paradigma de nuestra cultura.
Volviendo al título, se suelen creer las cosas que se ven en televisión, y la frase “como lo vio en televisión” no es casual para vender en Teleshopping, sino que la gente cree en general que si sale en la “tele”, es verdad.
En estos años se agrega, “lo leí en internet” como la fuente más pura de la verdad. Y sobre esto en particular, quiero decir algo sobre la Wikipedia.
Como todos saben, la popular enciclopedia gratuita es muy usada con frecuencia por todos. Pero hay que ser muy cautelosos con sus contenidos. Los artículos de este proyecto pueden ser modificados por cualquiera que esté registrado, con los riesgos que ello implica. Lo que uno lee ahí, esa la versión del último usuario que realizó una modificación. Jimmy Wales, creador de la Wikipedia, ha reconocido esa debilidad en varias entrevistas.
Wikipedia, se ha transformado en una lucha en diversos artículos, ya que al poder ser editado por cualquiera, personas de tendencias opuestas entran una tras otra a darle el tinte que defienden. A modo de ejemplo, preparando una clase de heliocentrismo para secundaria, encontré que según la enciclopedia gratuita, Nicolas Copérnico, no publicó antes sus trabajos por miedo a la comunidad científica y no tanto a la Inquisición Católica (sic!). Creo que el ejemplo es por demás claro. Irónicamente, podríamos decir que, seguramente Giordano Bruno fue torturado y asesinado por la comunidad científica de la época (Ver artículo sobre el mismo en núm. 1 de nuestra revista).
La palabra ciencia debería tener más protección, cualquiera puede escribir un artículo y decir que es científico, cuando esa palabra implica muchas cosas que muy pocos respetan.
Dicen ser científicos por citar algunos casos: astrólogos, parapsicólogos, y otras pseudociencias similares. Para algo ser científico, debe poder se reproducido por cualquier otro experimentador en las condiciones que usó el descubridor del fenómeno.
No voy a discutir acá si son todos fraudes los que se dedican a las disciplinas nombradas antes. Pero lo que es seguro, que no hacen ciencia, y usar esa palabra, induce al engaño.
En mi opinión, educar con laicidad no sólo implica enseñar con libertad de conciencia, sino también la enseñanza de la duda.
Leyendo información preparando este artículo, me encontré con palabras del Astrónomo norteamericano Carl Sagan que dicen lo que pienso, de forma tan brillante que hubiera sido un sacrilegio resumirlas.
En un artículo llamado La carga del escepticismo el científico decía: “El escepticismo es peligroso. Ésa es precisamente su función, en mi opinión. Es menester del escepticismo el ser peligroso. Y es por eso que hay una gran renuencia a enseñarlo en las escuelas. Es por eso que no encontramos un dominio general del escepticismo en los medios”. La educación para dudar y la divulgación del pensamiento crítico en los medios, está muy lejos de la realidad que vivimos. Pero quiero compartir otro tramo del artículo para el final de este artículo. Ya que vengo reclamando dudar de lo que se lee, y darse el beneficio de la duda en todo, pero dudar absolutamente de todo, también tiene su parte negativa. Al respecto Sagan nos dice: “Me parece que lo que se necesita es un equilibrio exquisito entre dos necesidades conflictivas: el mayor escrutinio escéptico de todas las hipótesis que se nos presentan, y al mismo tiempo una actitud muy abierta a las nuevas ideas. Obviamente, estas dos maneras de pensar están en cierta tensión. Pero si sólo puedes ejercitar una de ellas, sea cual sea, tienes un grave problema.
Si sólo eres escéptico, entonces no te llegan nuevas ideas. Nunca aprendes nada nuevo. Te conviertes en un viejo cascarrabias convencido de que la estupidez gobierna el mundo. (Existen, por supuesto, muchos datos que te apoyan). Pero de vez en cuando, quizá uno entre cien casos, una nueva idea resulta estar en lo cierto, ser válida y maravillosa. Si tienes demasiado arraigado el hábito de ser escéptico en todo, vas a pasarla por alto o tomarla a mal, y en ningún caso estarás en la vía del entendimiento y del progreso.”
Realmente me siento totalmente identificado con estas. Es nuestra tarea buscar el equilibrio, y el escepticismo bien usado, me parece una herramienta esencial en el combate al Dogmatismo, por la Libertad Absoluta de Conciencia, y por la Laicidad.
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