El dictador sirio se carteó con el papa Benedicto XVI en el inicio de las protestas. La Santa Sede mantiene una doble moral con los dictadores árabes con la excusa de proteger a las comunidades cristianas
La relación del Vaticano con los dictadores de turno de los países árabes siempre ha sido fluida por una cuestión de doble moral. Mientras que las comunidades cristianas -católicas, ortodoxas o coptas- en países como Irak o Siria no fueran perseguidas, la Santa Sede no criticaría explícitamente los abusos de los derechos humanos que tiranos como Sadam Husein o Bashar al Asad pudieran cometer contra su propio pueblo. Como mucho, toda la injerencia del papa se reduciría a un llamamiento a la paz.
En 2001, el hoy beato Juan Pablo II se convirtió en el primer papa católico que pisaba una mezquita. Fue en Damasco, con la plana mayor del régimen de Al Asad delante. Aquello tuvo un gran impacto desde el punto de vista religioso por ese simbólico acercamiento del mundo cristiano al musulmán.
Pero diplomáticamente hablando no fue lo más acertado. Ya no solo porque el dictador sirio no tuvo ningún reparo en lanzar soflamas antisemitas contra Israel, sino porque a EEUU no le sentaban nada bien las estrechas relaciones del Vaticano con este tipo de personajes.
En un cable confidencial de la embajada de EEUU en la Santa Sede con el evocador título de Los 'otros' intereses del Vaticano en Oriente Medio se puede comprobar la preocupación de la Casa Blanca: "Como Damasco es la sede de la iglesia siria ortodoxa, y teniendo encuenta la presencia de una importante comunidad católica, el Vaticano ha seguido buscando una relación correcta y buena con Siria. Al no temer que se pueda producir una toma de poder por parte de un régimen fundamentalista, se puede esperar que sea mucho menos crítico con las políticas sirias que con las de Irak. Dicho esto, la frustración del Vaticano por los comentarios antisemitas del presidente Asad durante la visita del papa en abril se han mitigado. De hecho, el papa suspendió recientemente su retiro de descanso (lo que es muy poco habitual) para ver a Asad durante su visita a Roma".
En otro cable posterior, la embajada explicaba que el entonces portavoz vaticano, Joaquín Navarro-Valls, quiso despolitizar la visita de Juan Pablo II y su inexistente reacción a los comentarios de Asad ya que "el santo padre no conocía el contenido del discurso de Asad".
Relación correcta también con Ratzinger
Se calcula que hay dos millones de cristianos -ortodoxos y católicos- en Siria, y este es el motivo que ha seguido moviendo al Vaticano a conservar su buena relación con el régimen también durante el papado de Ratzinger. El primer gran gesto se produjo en 2008, cuando el gran muftí de Siria, Ahmad Bader Hassoun, invitó a Benedicto XVI a visitar el país queriendo repetir el éxito de la visita de Juan Pablo II.
Y en los e-mails del régimen descubiertos por WikiLeaks -a los que ha tenido acceso en exclusiva Público para los medios en español-, también hay pruebas de esa relación. El 12 de abril de 2011, dos semanas después de que comenzaran las protestas populares en Siria, Asad envió un telegrama a Benedicto XVI para felicitarle por su sexto aniversario al frente de la iglesia católica.
"Me gustaría aprovechar esta oportunidad para expresarle mis mejore deseos de felicidad y buena salud", reza el mensaje. "Las duraderas relaciones entre la República Árabe de Siria y el Vaticano son testimonio de los fuertes lazos que unen a nuestros dos pueblos. Esto me hace confiar en que nuestras relaciones serán incluso más fuertes en los próximos años", termina Asad.
No se encuentra dentro de los casi dos millones y medio de e-mails la respuesta del papa, pero que la hubo se infiere por otro telegrama de contestación del propio Asad el día 26 del mismo mes. "He recibido con gran alegría el telegrama en el que expresaba sus amables sentimientos hacia el pueblo sirio. Además de agradecerle sus palabras y deseos, quiero desearle una larga y feliz vida", respondió Asad.
Tibia condena de la violencia
Que el papa quería pisar con pies de plomo sobre los acontecimientos que habían arrancado en Siria un mes antes -el 24 de marzo- y que desembocarían en el actual baño de sangre y que no entraría en comentarios sobre la política tiránica de Asad lo demuestra una homilía del 15 de mayo de 2011.
"Mis pensamientos van también para Siria, donde es necesario que se restaure una colaboración dirigida a la armonía y la unidad", dijo.
"Pido a dios que no haya más derramamiento de sangre en la tierra de las grandes religiones y civilizaciones y pido a las autoridades y a todos los ciudadanos que no escatimen en esfuerzos en favor del bien común", añadió. Un mensaje que, de lo neutro que es, podría haber ido dirigido a cualquier país de la región en cualquier momento de la historia.
Los llamamientos a la paz y el entendimiento desde el Vaticano han continuado durante todo 2012 aunque sin mencionar específicamente ni a Asad ni a sus generales. El papa además ha confirmado su visita a Líbano -otro de los países cuya relación con el Vaticano inquieta a EEUU- en septiembre.
Juan Pablo II visitó a Al Asad en 2001. AP
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