El estallido de violencia entre Bangkok y Phnom Penh es el último capítulo de una disputa fronteriza que se remonta a más de un siglo y que se manifiesta en enfrentamientos por la delimitación de la soberanía de ambas naciones.
El resurgimiento de los enfrentamientos armados entre Tailandia y Camboya ha vuelto a encender las alarmas en el Sudeste Asiático. Lo que comenzó como una escaramuza en una zona disputada se ha transformado en un enfrentamiento abierto, con artillería pesada, fuego cruzado, bombardeos aéreos y al menos 11 civiles tailandeses muertos. Ambas partes se acusan mutuamente de iniciar las hostilidades, mientras las relaciones diplomáticas se degradan rápidamente. Detrás de la violencia, sin embargo, hay una disputa histórica no resuelta que sigue condicionando los lazos entre los dos países.
La disputa fronteriza entre Bangkok y Phnom Penh tiene su origen en la época colonial. En 1907, durante la ocupación francesa de Camboya, se trazó un mapa que pretendía delimitar la frontera con el entonces Reino de Siam (actual Tailandia). Sin embargo, ese mapa dejó múltiples puntos sin definir con precisión. Cuando Camboya obtuvo su independencia en 1953, heredó una línea fronteriza ambigua que ha sido objeto de desacuerdo desde entonces.
Uno de los focos más sensibles es la soberanía sobre los templos en la frontera, como el hindú Preah Vihear. En 1962, el Tribunal Internacional de Justicia (CIJ) otorgó la soberanía del templo a Camboya, pero no resolvió el estatus de los terrenos adyacentes, lo que ha generado repetidas disputas. En 2008, el intento de Phnom Penh de registrar Preah Vihear como Patrimonio de la Humanidad avivó las tensiones. Desde entonces, los choques armados han sido intermitentes pero recurrentes.
Actualmente, el epicentro de los enfrentamientos es el templo jemer de Ta Muen Thom, parte de una ruta estratégica que conectaba otros centros sagrados del imperio jemer y que formaba parte de una red de infraestructura sagrada que también funcionaba como una vía logística crucial.
Tensiones que nunca desaparecieron
Aunque en años recientes la violencia había disminuido, la relación bilateral siempre ha estado marcada por un estado de latente tensión. La más reciente escalada se originó en mayo, cuando un soldado camboyano murió en un intercambio de fuego. Posteriormente, una mina terrestre —que Tailandia atribuye a fuerzas camboyanas— hirió a cinco soldados tailandeses, uno de los cuales perdió una pierna. Esto desató una serie de represalias: cierre de pasos fronterizos, expulsión de embajadores y ruptura de canales diplomáticos.
Los últimos episodios han representado un salto cualitativo, con un intercambio de fuego que dejó al menos 11 civiles tailandeses muertos, entre ellos dos menores. Tailandia no solo respondió con fuego de artillería, sino que también lanzó un ataque aéreo contra posiciones militares camboyanas, algo que no ocurría desde 2011.
Los enfrentamientos no se limitan a un solo enclave. La frontera entre ambos países se extiende por más de 817 kilómetros y está plagada de áreas sin demarcación precisa. Según el Ministerio de Defensa tailandés, los combates actuales han afectado al menos a seis sectores distintos. Esta dispersión territorial amplifica el riesgo de una escalada generalizada.
El problema no es solo territorial, sino también profundamente simbólico. Tanto en Tailandia como en Camboya, la defensa de la soberanía sobre estos territorios se ha convertido en una bandera nacionalista. En ambas capitales, los gobiernos enfrentan presiones internas y han encontrado en este conflicto un terreno para reafirmar legitimidad política.
Contextos políticos frágiles en ambos lados
La situación interna de ambos países también influye en la escalada. En Camboya, el nuevo primer ministro Hun Manet —hijo del veterano líder Hun Sen— gobierna bajo la sombra de su padre, quien sigue siendo presidente del Senado y figura dominante del régimen. Algunos analistas consideran que el conflicto fronterizo podría estar siendo instrumentalizado por Phnom Penh como una forma de consolidar el liderazgo del joven Manet.
Tailandia tampoco atraviesa un periodo de estabilidad. La primera ministra Paetongtarn Shinawatra fue suspendida el 1 de julio tras la filtración de una llamada telefónica con Hun Sen, donde utilizaba un tono considerado sumiso por la opinión pública. El escándalo debilitó al gobierno, provocó protestas y llevó al retiro de uno de sus principales socios de coalición. Su sustituto interino, el exministro de Defensa Phumtham Wechayachai, adoptó una postura más firme ante la erosión de popularidad del Ejecutivo, lo que podría explicar la respuesta militar más agresiva para recuperar su legitimidad como garante de la soberanía nacional.
Actualmente, los lazos entre Bangkok y Phnom Penh se encuentran en su momento más tenso en más de una década. Las embajadas operan con personal mínimo, los contactos de alto nivel están suspendidos y los intercambios comerciales y culturales han sido seriamente afectados. Camboya ha bloqueado importaciones tailandesas, transmisiones de medios e incluso restringido el acceso a internet de origen tailandés.
Mientras tanto, los civiles en ambos lados de la frontera pagan el precio de la escalada. Decenas de miles han sido evacuados, las escuelas están cerradas y las comunidades fronterizas viven bajo la amenaza de nuevos ataques.





