El superintendente estatal de Oklahoma, Ryan Walters, emitió una directiva para que todas las escuelas públicas incorporen la Biblia a sus planes de estudio, incluidas las enseñanzas de los Diez Mandamientos.
Esta medida desató un debate sobre la imbricación de los contenidos religiosos y la educación pública.
Ryan Walters, republicano, argumenta que la Biblia es una piedra de toque histórica y cultural crucial y que debe incluirse en niveles de grado específicos.
Esta enseñanza, cree, proporcionará un contexto importante para comprender la herencia occidental y los cimientos de los principios estadounidenses.
Esta directiva llega tras un mandato similar en Luisiana, en donde la semana pasada promulgaron una ley que obliga a las escuelas públicas a exhibir los Diez Mandamientos en cada aula.
La ley se enfrentó rápidamente a desafíos legales, lo que insinúa posibles batallas judiciales para la nueva directiva de Oklahoma.
A nivel nacional, la presión para integrar los textos religiosos en la educación de las escuelas públicas demuestra un movimiento más amplio.
Esta tendencia pretende interpretar y dar forma a las leyes, basándose en una perspectiva cristiana conservadora, que encontró cada vez más favor en ciertos círculos políticos.
Escuelas de Oklahoma incorporarán la Biblia y los Diez Mandamientos en planes de estudio
Ahora, ¿Cómo se enseñará la Biblia? ¿Cómo sortearán las escuelas los posibles conflictos entre la instrucción religiosa y la naturaleza laica de la educación pública? Estas cuestiones estarán probablemente en el centro de futuras disputas legales.
Los defensores de la directiva insisten en que es esencial comprender la influencia de la Biblia en la historia y la cultura.
Argumentan que ofrece a los estudiantes valiosas perspectivas sobre los clásicos literarios, los acontecimientos históricos y las normas culturales.
A los críticos, sin embargo, les preocupa que tales medidas erosionen la separación entre Iglesia y Estado, un principio consagrado en la Primera Enmienda de la Constitución estadounidense.
Esta directiva toca el núcleo de los valores estadounidenses: la libertad religiosa y el derecho a una educación laica.
Steve Green, presidente de la organización sin ánimo de lucro Freedom from Religion Foundation (Fundación para la Libertad de Religión), expresó su preocupación, resaltando la posibilidad de alienar a los estudiantes de diversos orígenes religiosos o a los que se identifican como no religiosos.
Complicaciones tras implementación de estudios religiosos en escuelas
Los expertos jurídicos predicen un camino difícil para la directiva de Walters. Los precedentes históricos muestran que los tribunales suelen anular las políticas que parecen respaldar una religión concreta dentro de las instituciones públicas.
El Tribunal Supremo, en varias sentencias, refuerza constantemente la necesidad de mantener una frontera clara entre la Iglesia y el Estado.
Mientras las escuelas de Oklahoma lidian con estas nuevas directrices, los educadores pueden enfrentarse a retos prácticos.
Desarrollar un plan de estudios que enseñe la Biblia desde una postura neutral, sin promover doctrinas religiosas, será fundamental para evitar escollos legales. Además, los profesores necesitarán formación para manejar adecuadamente esta delicada materia.
En última instancia, el mandato de Walters refleja una tensión creciente en la sociedad estadounidense.
El debate sobre el papel de la religión en las escuelas públicas no es nuevo, pero suscita una atención renovada en medio de cambios culturales y políticos más amplios.
Los observadores seguirán de cerca cómo Oklahoma navega por este polémico terreno, calibrando el impacto en el discurso nacional sobre la educación, la religión y los principios de la democracia estadounidense.