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Mohamed Naim, embajador de Afganistán en Qatar. FRANCISCO CARRIÓN

Té con un talibán: “Dios no creó a la mujer para ser igual al hombre”

No acepta lecciones y responde a las preguntas lanzando otros interrogantes al periodista. Mohamed Naim está acostumbrado a sortear aquello sobre lo que no le interesa arrojar luz. Dos años y medio después del regreso de los talibanes al poder, las mujeres afganas viven en la oscuridad. Pagan a diario las consecuencias de su retorno. Una factura que Naim, el portavoz internacional de los talibán, justifica sin pudor.

“Ustedes los occidentales hablan mucho de igualdad pero yo tengo una pregunta al respecto: Estados Unidos fue fundado hace 250 años y hasta Joe Biden son 46 presidentes. ¿Cuántos de ellos fueron mujeres? Cero. ¿Cuántos secretarios generales de la ONU han sido mujeres? Hay más de 200 países en el mundo. ¿Cuántos están dirigidos por mujeres?”, desliza Naim en conversación con El Independiente, entre los sorbos a una taza de té verde.

Lo dice con parsimonia en una estancia de paredes huérfanas de decoración de la embajada de Afganistán en Doha, en una zona residencial de la capital qatarí. Durante más de una década Naim fue el enlace de la oficina talibán en Qatar, un personaje clave en las negociaciones internacionales previas a la toma de Kabul por los talibán en el verano de 2021.

Uno de sus principales lemas es la igualdad entre hombres y mujeres, pero no dejan de ser eslóganes agradables y bonitos

La mayor crisis de los derechos de la mujer del planeta

“Siempre sucede lo mismo. En Occidente se jactan de la democracia. Uno de sus principales lemas es la igualdad entre hombres y mujeres, pero no dejan de ser eslóganes agradables y bonitos”, replica Naim mientras sus dedos repasan sin tregua las cuentas del tasbih, el rosario musulmán. El desdén con el que Naim aborda la cuestión tiene una traducción directa en los confines del emirato de Afganistán. La enviada de la ONU para Afganistán Roza Otunbayeva ha denunciado esta misma semana las incontables restricciones a la vida de las mujeres y niñas que siguen padeciendo bajo yugo talibán.

A las trabas para acceder a la educación y el mundo laboral se han sumado recientemente las detenciones arbitrarias de féminas por presuntas violaciones del código de vestimenta islámico, que -a juicio de la ONU- está provocando que “muchas mujeres tengan ahora miedo de moverse en público”. “La negación del acceso de mujeres y niñas a la educación y al trabajo, y su alejamiento de muchos aspectos de la vida pública, han causado un inmenso daño a la salud mental y física, y a los medios de subsistencia”, advierte.

Estamos de acuerdo de que la educación para niños y niñas, pero no vamos a copiar y pegar el modelo de otras sociedades

Una condena, la de las afganas, que, según Human Rights Watch, “ha desaparecido de las noticias”. “Quedó relegada por la guerra de Ucrania y la humillación y el cansancio de los países occidentales, cuyos veinte años de intervención militar y civil acabaron en polvo y derrota. Mientras se desarrolla una nueva guerra en Oriente Medio, los afganos no tienen la opción de pasar página y olvidar: para las mujeres y las niñas en particular, la vida bajo los talibanes implica una miseria cada vez más profunda”, lamentan la organización internacional. “Las mujeres afganas se juegan la vida. Se enfrentan a la vigilancia, el acoso, las agresiones, las detenciones arbitrarias, la tortura y el exilio al oponerse a los abusos de los talibanes”.

Los talibanes han aprovechado esa fatiga y la coyuntura internacional, plenamente conscientes del rédito de hallarse fuera de foco. “Estamos de acuerdo de que la educación para niños y niñas, pero no vamos a copiar y pegar el modelo de otras sociedades y no vamos a imponer ideas y valores ajenos, que ya fracasaron en el pasado”, arguye Naim, rostro de la mayor crisis de derechos de la mujer que hoy acaece en el planeta. “Vamos a seguir con nuestro plan”, agrega por si hubiera dudas. Defiende, en cualquier caso, que “unas 115.000 mujeres trabajan en los sectores público y privado”. En su mayoría, reducidas a ámbitos en los que su presidencia es imprescindible como la educación o el ministerio del interior.

Las afganas, condenadas a la sombra

En septiembre de 2021, apenas un mes después de la retirada de las tropas de Estados Unidos y la OTAN, los talibanes prohibieron la educación de las mujeres a partir del sexto curso, alrededor de los 13 años. El veto sigue vigente y desde entonces las niñas se despiden entre lágrimas cuando cumplen la edad que las envía a casa. La ONU advierte de que una generación entera de afganas se enfrenta al apagón, condenadas a permanecer entre los muros de sus hogares.

En Occidente hablan de igualdad real pero lo que nosotros vemos es que las mujeres están semidesnudas

Avanzada la conversación, Naim no se esconde. “En la sociedad islámica manejamos un concepto diferente sobre las obligaciones y deberes que tienen hombres y mujeres. En Afganistán, por ejemplo, no es una obligación que ellas trabajen para proporcionar alimento y sustento a la familia. Esa es una obligación del varón. Las mujeres pueden pero no tienen por qué trabajar”, recalca. “En Occidente, en cambio, hablan de igualdad real pero lo que nosotros vemos es que las mujeres están semidesnudas. En Afganistán tenemos una vestimenta y un código que cumplir”. También reivindica sin tapujos la censura. «La cultura extranjera fue implantada a través de series y unos productos que van en contra de nuestros valores. Ahora las películas y otras obras que promueven la violencia y la inmoralidad han sido eliminadas».

Afganistán ocupa el último lugar en el Índice de Mujeres, Paz y Seguridad y el relator especial de la ONU sobre la situación de los derechos humanos en Afganistán alerta del “deterioro sin precedentes de los derechos de la mujer”. Las afganas, alertan la ONU y otros organismos, viven “un apartheid de género”, una realidad sin paragón en el mundo. Durante estos dos años y medio la comunidad internacional ha amenazado con condicionar la rehabilitación de los talibanes a los progresos en materia de género. “No creemos que esto sea así ni que esté vinculado a nuestro reconocimiento. Hay países que están usando este tema para sus propios intereses políticos”, denuncia.

Los derechos humanos, «otro eslogan de Occidente»

Los talibanes sí han aprendido a aprovecharse del contexto para comunicarse con el exterior. La operación militar israelí en la Franja de Gaza -que se ha cobrado más de 30.000 vidas y ha mostrado las costuras de la comunidad internacional, visiblemente incapaz de lograr el fin de la guerra- sirven de munición para los rigoristas afganos. “Las mujeres y los niños están muriendo a decenas en Gaza. ¿Dónde están ahora los derechos humanos? Cuando se ha intentado sacar adelante una resolución en el Consejo de Seguridad de la ONU, EE.UU. ha impuesto su veto. Esto significa que no quieren el fin del asesinato de mujeres y niños en Gaza y que los derechos humanos no les interesan lo más mínimo”, apunta Naim, abonado a la tesis de que los derechos humanos es un “rentable eslogan en Occidente”.

El portavoz de los talibán confirma que se han producido “arrestos de mujeres”. “Hemos demostrado que eran financiadas por agentes y entidades extranjeras para crear el caos. Recibieron dinero para sumarse a las protestas. En cualquier país, si pasa esto, tiene el mismo resultado: la detención”, esboza. Naim también desafía las bondades de la democracia. “Afganistán es hoy un emirato que se basa en la lealtad al emir. No existen partidos políticos, como tampoco existen en países como Arabia Saudí, Qatar, Bahrein o Emiratos Árabes Unidos. Cada país en el mundo tiene su propio sistema y sus propios valores. No podemos imponerlos. En Afganistán llegó a haber registrados 280 partidos guiados por la vieja máxima de ‘divide y vencerás’”.

Organizaciones como HRW censuran que el hecho de que las afganas hayan perdido su voz para acabar confinadas en sus hogares mientras los dirigentes talibanes son recibidos con alfombra roja en Occidente, abierto a hacer negocios con ellos, es la última señal de que “lo poco que importan los derechos de la mujer en cualquier lugar”, con el riesgo cierto de que su desprecio se contagie a otros rincones, desde Yemen a Nigeria, y con la fragilidad como signo más evidente.

Para Naim, el fruto más tangible del dominio de sus camaradas en Kabul es “la erradicación de la corrupción”. “Como cualquier ser humano, aprendemos a diario. Y sí, los talibanes también hemos aprendido de nuestra propia experiencia. El mundo ha cambiado desde que gobernamos en la etapa anterior. El aprendizaje es natural”, murmura. Cuando la conversación apura sus últimos minutos, Naim vuelve a hablar de las mujeres y de una igualdad que repudia. “Dios no creó a la mujer para ser igual al hombre. ¿Quiénes somos nosotros ahora para intentar cambiar lo que Dios hizo?”.

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