El Dáesh, de vertiente integrista suní, considera a los chiíes «politeístas» y «falsos musulmanes».
El atentado perpetrado por el Estado Islámico este miércoles en Irán, es solo la punta de un iceberg en el que la religión, el poder en Irak y la guerra en Siria se han convertido en el alimento principal de una enemistad ya encarnizada en la que la República Islámica de Irán, la mayor valedora de la vertiente islámica chií, y los terroristas de EI, una de las últimas y más salvajes encarnaciones del integrismo salafista militante suní, son principales protagonistas.
El ataque suicida en Kerman durante el homenaje a Qasem Soleimani que ha dejado 84 muertos y 284 heridos es una más de la larga lista de actos violentos que el Dáesh ha cometido en territorio iraní.
Desde el otro lado, Irán fue en 2017 uno de los principales actores en la destrucción del emirato que el grupo terrorista estableció en territorio iraquí y sirio, para la que puso numerosas tropas «voluntarias» en el terreno, organizó y fortaleció milicias locales para combatir al grupo, ofreció inteligencia y apoyo aéreo y presionó políticamente a quienes les daban apoyo.
Precisamente, el general Soleimani, de la Fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria, cuyo mausoleo fue el lugar del ataque del miércoles,fue el responsable de organizar el combate a sangre y fuego iraní contra EI.
El sucesor de Mahoma
En ese abismo de discrepancias y conflictos, el principal punto de separación entre ambos se da en la religión. Irán es una república teocrática chií, el Dáesh un grupo integrista suní. Y viene de lejos.
Desde el siglo VII, el cisma islámico sobre quien es el legítimo sucesor del profeta Mahoma es el origen de un problema que con los siglos ha derivado en profundas fracturas en doctrina religiosa, prácticas y costumbres entre los chiíes y los suníes (el grupo abrumadoramente dominante en el islam).
Al contrario que los suníes, los chiíes mantienen un clero organizado y rinden homenaje continuo a Husein, nieto de Mahoma, y a Alí, cuyo martirio es recordado cada año en la fiesta de Ashura. Este tipo de ritos, entre otros muchas, son considerados por muchos suníes como idolatría, prohibida en el Corán.
En ese contexto y dentro de su visión radical, el Estado Islámico considera que los chiíes son «politeístas» y «falsos musulmanes», lo que no solo «permite» teológicamente su exterminio, sino que lo exige. Desde sus comienzos, el EI atacó con virulencia todas las comunidades chiíes con las que se topó en Irak (de mayoría chií), Siria o Afganistán.
La invasión de Irak y la guerra en Siria
El Dáesh nace tras la invasión de Irak por parte de Estados Unidos en 2003 y se formó con los antiguos cuadros del Gobierno y el Ejército del país bajo Sadam Husein, suníes que dominaban a sangre y fuego un país de mayoría chií.
La llegada al poder en Irak (con el respaldo de Irán) de grupos chiíes no gustó a los vecinos árabes suníes del país rico en petróleo como Arabia Saudí o Emiratos Árabes Unidos. Según Irán, que mantiene una tensa relación con ambos países por la hegemonía regional, ambos dieron soporte al recién nacido Estado Islámico para provocar la inestabilidad de Irak y mantener ocupados a sus ciudadanos.
Además, la guerra civil siria, que comenzó en 2011, fue otro foco de tensión, en el que EI puso en peligro al régimen amigo de Teherán Bachar al Asad (alauita, una forma de chiísmo).
Irán se apresuró en afianzar relaciones con sus gobiernos amigos y, mientras la coalición internacional impulsada por EEUU contra el Dáesh bombardeaba desde el aire Siria e Irak, los soldados y milicianos próximos a Teherán avanzaban contra las tropas del autoproclamado emirato en el terreno.
Campaña terrorista
Para 2017, la derrota territorial del Estado Islámico en Irak era un hecho y sus remanentes comenzaron una campaña terrorista contra territorio iraní.
Los primeros ataques del EI en Irán tuvieron lugar de forma simultánea en junio de ese año contra el Parlamento y el mausoleo de Jomeini, después que seis miembros del grupo irrumpieran con fusiles Kalashnikov, pistolas y explosivos y causaran 17 muertos y más de medio centenar de heridos.
Un año después, en octubre de 2018, los Guardianes de la Revolución de Irán mataron en Irak a un destacado líder del Estado Islámico por organizar y perpetrar el atentado del 22 de septiembre anterior durante un desfile militar en la ciudad iraní de Ahvaz, en el que murieron 24 personas.
El líder supremo de Irán, Ali Jameneí, acusó entonces a los regímenes de Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos de financiar los atentados al tiempo que advirtió de que estos países serían castigados «severamente».
En octubre de 2022, Irán acusó al Estado Islámico de estar detrás del atentado contra el mausoleo Shah Cheragh de Shiraz, que dejó 13 muertos y 10 heridos. En agosto de 2023 otro ataque del EI contra el mismo mausoleo provocó la muerte de dos personas.
En su lucha contra el grupo terrorista, el régimen iraní anunció que sus servicios de inteligencia habían neutralizado» a «unos 200 terroristas» del EI que planeaban «desestabilizar» el país durante las próximas celebraciones religiosas.
En paralelo, el pasado septiembre, el Ministerio de Inteligencia iraní anunció que había frustrado un atentado terrorista del EI que planeaba explosionar 30 bombas de manera simultánea en Teherán, en una operación en la que fueron detenidas 28 personas.