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Aquellos maestros que amaron la libertad · por Miguel Ángel Villena

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Un maestro rural explica al cura del pueblo las razones por las que ha retirado el crucifijo de la escuela. Son los años treinta en una comarca de Burgos y el catalán Antoni Benaiges le recuerda al sacerdote que la República es laica, la religión pertenece al ámbito de la iglesia y de la familia y la educación se basa en la libertad y en la solidaridad. Esa secuencia de la excelente película El maestro que prometió el mar refleja con acierto y lucidez uno de los grandes conflictos de la etapa republicana, el que enfrentó a los docentes progresistas y renovadores con una iglesia reaccionaria que no estaba dispuesta a ceder su poder en la formación de los niños. Ni por supuesto quería renunciar a privilegios y beneficios económicos que le otorgaba el control de la enseñanza. No cabe duda de que la promoción de la educación y la cultura figuraron en primer plano de las aspiraciones de los líderes republicanos, que en su mayoría procedían del ámbito intelectual. Por ello, miles de escuelas públicas, mixtas y laicas, fueron construidas en apenas cinco años, tanto en las zonas rurales como en las ciudades. Y los edificios fueron habitados por nuevas hornadas de maestras y de maestros destinados a mejorar un país atrasado, inculto y pobre con unas tasas vergonzosas de analfabetismo. No resulta, pues, de extrañar que los victoriosos militares que impusieron una dictadura se ensañaran de modo especial con aquellos docentes que habían amado la libertad. Así, una multitud de profesores de primaria fueron fusilados, encarcelados o depurados, en el mejor de los casos, «para que no envenenaran», decían, las almas de los niños.

La película El maestro que prometió el mar, dirigida por Patricia Font, candidata a cinco premios Goya e interpretada por Enric Auqué y Laia Costa, no es la primera obra que aborda en la pantalla la experiencia del magisterio republicano. Sin ir más lejos, tanto en la ficción, La lengua de las mariposas (José Luis Cuerda, 1999); como en el documental, Las maestras de la República (Pilar Pérez Solano, 2013) el cine español se ha ocupado en ocasiones con brillantez de un episodio apasionante de nuestra historia contemporánea. Por no hablar de algunas novelas conmovedoras como la clásica Historia de una maestra, donde Josefina Aldecoa evocó la trayectoria de su madre, desde la Guinea colonial hasta la Asturias revolucionaria. Pero quizás el mayor atractivo de la reciente cinta de Patricia Font, basada en un libro, radique en la mirada de una joven de hoy, en el punto de vista de los nietos o bisnietos de aquella generación de docentes. Así pues, esta trama basada en hechos reales y en la figura del hoy rehabilitado Antoni Benaiges va descubriendo al espectador la grandeza y tragedia de aquellos profesores. Enterrados muchos de ellos en fosas comunes, como decenas de miles de víctimas más de la guerra civil, los maestros republicanos están pidiendo a gritos desde sus tumbas no sólo que recuperen sus huesos, sino que perviva su recuerdo. Perdonar, siempre; olvidar, nunca, suelen proclamar las asociaciones de memoria democrática. Ojalá que una película como El maestro que prometió el mar fuera proyectada en muchos centros educativos. Como una gran lección de historia.

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