Steinmeier les había convocado a una mesa redonda en el Palacio de Bellevue para reflexionar sobre el 9 de noviembre de 1938. Cinco años después de la llegada de Adolf Hitler al poder, miles de sinagogas ardieron esa noche en todo el país y 7.500 comercios judíos fueron devastados. Al día siguiente fueron deportados los primeros 30.000 judíos a campos de exterminio nazis. Hasta la capitulación del Tercer Reich se estima que murieron asesinados seis millones de judíos.
Ejemplos de convivencia
Freidländer era la invitada de honor. Simboliza la reconciliación con la Alemania actual y desde que regresó a su Berlín natal, ya con 88 años, recorre escuelas y foros juveniles para hacer llegar su mensaje. Pero la ronda de este año no era un aniversario ritualizado sin más. Llevaba el subtítulo de «Guerra en Oriente Próximo. Por una convivencia pacífica en Alemania«. El presidente alemán había invitado a representantes de ese espíritu conciliador, como el duo formado por el rabino y el imán o los dueños del restaurante berlinés Kanaan, el palestino Jalil Dabit y el israelí Oz Ben David, cuya existencia es de todo, menos fácil. «El aire está caldeado. Las emociones arden en cualquier momento«, relató Ben David.
Steinmeier alertó en su discurso inicial sobre la convivencia «amenazada» a raíz del «ataque bárbaro de Hamás» del 7 de octubre pasado. Relató su estupor ante el hecho de que los judíos vuelvan a sentirse inseguros en Alemania mientras crece un antisemitismo que, hasta ahora, se ha plasmado en quemas de banderas, pintadas con la Estrella de David en algún comercio judío o expresiones de antisemitismo furibundo en manifestaciones propalestinas. Si en el primer trimestre del año, las cifras de Interior registraban 379 actos o ataques antisemitas, en el tercer trimestre subieron ya a 540. Las fuerzas de seguridad han reforzado los dispositivos de seguridad ante cualquier edificio representativo de esa comunidad, que tras años de esfuerzos suma actualmente 100.000 miembros en el país.
El derecho a expresar el dolor o la instrumentalización
El presidente alemán reconoció asimismo el derecho de los palestinos a «expresar su dolor» por los miles de civiles muertos en la Franja de Gaza, a los que calificó de «víctimas y rehenes de Hamás«. Pero llamó a no dejarse «instrumentalizar» o «arrastrar» a convocatorias de manifestaciones no autorizadas y manejadas por el fundamentalismo islámico.
Fue un discurso muy parecido a otros que ha venido pronunciando estos días, reflejo del compromiso incondicional de Alemania con el derecho a la defensa de Israel, fruto de su responsabilidad histórica hacia ese país.
En la mesa redonda siguiente, ya sin transmisión televisada pero con acceso presencial a los medios, se reveló el alcance del doble desafío, contra el antisemitismo y contra la islamofobia. Todo ello, en una Alemania donde la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) es la segunda fuerza en intención de voto a escala nacional. Los invitados a la mesa redonda habían sido seleccionados como ejemplos de convivencia en las antípodas del radicalismo presente en mezquitas dirigidas a distancia por el fundamentalismo islámico. Varios de los presenten dejaron sobre la mesa los reproches de esas iniciativas privadas hacia la institucionalidad alemana o los déficits acumulados en décadas de no invertir en políticas de integración.
Un juicio incómodo
En medio de las alertas contra el antisemitismo se celebra estos días el juicio por difamación contra el cantante judío e influencer Gil Ofarim, quien hace dos años convirtió en viral un mensaje en que aseguraba que se le impidió ingresar en un reconocido hotel de Leipzig (este de Alemania) por llevar la Estrella de David al cuello. La acusación levantó un gran revuelo mediático; el empleado fue apartado del puesto y tuvo que permanecer semanas escondido por sentirse amenazado. Las grabaciones de las cámaras de seguridad no refrendaron la versión de Ofarin, ni siquiera si llevaba la Estrella de David y no hay testigos presenciales que le respalden.
El proceso se abrió con las dos versiones confrontadas: la de Ofarim, que insiste en el ataque antisemita; y la del empleado, que retrata a su supuesta víctima como un vociferante y exaltado cliente que se dirigió a él a gritos y al que finalmente pidió que abandonase el local.
El 9 de noviembre no solo se recuerda en Alemania la noche de los pogromos nazis, sino también otra noche, la de 1989, probablemente la más hermosa de la historia reciente del país. Fue la de la caída del Muro de Berlín. Tras décadas de división traumática los ciudadanos del este y del oeste pudieron cruzar esa frontera sin miedo a morir en el intento. El muro de hormigón dejó de ser infranqueable y se inició así el proceso de reunificación que derivó el 3 de octubre de 1990 en la firma del Tratado de Unidad. La coincidencia de ambos aniversarios, el más oscuro y el más feliz, imposibilitó dar al de la caída del Muro rango de fiesta nacional.