El catolicismo ocupó una posición de monopolio en México hasta 1970. A partir de esa década, el catolicismo decayó paulatinamente.
La mayoría de los mexicanos (90.4 %) reconoce valores pluralistas al estar de acuerdo con que los miembros de cualquier culto religioso deben tener los mismos derechos de ciudadanía que otorga el Estado. Éste es un derecho humano fundamental presente en el artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La mayoría se orienta por un laicismo subjetivo, ya que se opone a los proyectos de confesionalización del espacio público y aprueba un Estado laico que contemple leyes que regulen la injerencia y acción directa de la religión en el campo político.