Los estadios iraníes siguen siendo espacios en los que se pueden escuchar consignas contra el régimen. El propio fútbol es visto con recelo por un Gobierno que sigue sin tener mucha estima por todo aquel pasatiempo que no tenga un componente religioso.
Todo empezó el pasado 14 de septiembre con la detención de la joven kurda Jina Mahsa Amini a manos de la policía de la moral iraní por llevar mal colocado el hiyab. Lo siguiente que se supo de ella fue que había muerto en un hospital de Teherán, oficialmente por un paro cardiorrespiratorio, aunque la familia denunció que había sido a consecuencia de la tortura policial. Dos días después, en Saqqez, ciudad natal de Jina, una multitud se reunió para el funeral al grito de “jin, jiyan, azadi” (“mujer, vida, libertad” en idioma kurdo), habitual en las protestas de mujeres kurdas. Durante la ceremonia muchas mujeres se desprendieron del hiyab, gesto que fue copiado por muchas más a lo largo de todo el país.
El grito kurdo se transformó en Teherán en “zan, zendegi, azadi” (en idioma persa) y le siguieron otros cánticos, como “marg ba dictator” (muerte al dictador) o “jomhouri eslami ne mikhahim” (no queremos la república islámica). Las protestas no se limitaban al uso obligatorio del hiyab y empezaron a generar gran preocupación dentro del gobierno, que decidió cortar la señal de internet en los móviles y poner fin a las clases presenciales en la universidad.
No era la primera vez que se producían movilizaciones de este calibre en Irán. En 1999, el cierre del diario reformista Salam generó una ola de protestas y volvió a ocurrir en 2009, tras las sospechas de fraude en las elecciones que dieron la victoria a Mahmud Ahmadineyad. Y en los últimos años también se han vivido levantamientos populares por la carestía de productos básicos o por el aumento excesivo del precio del gas.
Ante cada una de estas acciones ciudadanas, el Gobierno iraní siempre ha respondido con una fuerte represión a manos de la Guardia Revolucionaria Islámica y de la milicia Basij, traducida en numerosos muertos y en esta ocasión no ha sido una excepción. Desde el principio de estas protestas, el Gobierno respondió con contundencia y la cifra de muertos y detenidos ha ido creciendo hasta rondar los 500 fallecidos y más de 18.000 arrestos.
El caso de Amir
Las protestas estallaron cuando la selección iraní se preparaba para el Mundial de Qatar y algunas voces llegaron a reclamar al equipo que se retirara de la competición en solidaridad con su pueblo. Al mismo tiempo, desde el extranjero también hubo quien presionó a la FIFA para que expulsara a la selección iraní, por la fuerte represión ejercida sobre la población. Los jugadores, por su parte, decidieron saltar al campo vestidos con una chaqueta negra en un partido amistoso contra la selección de Senegal. Ya en Qatar, volvieron a vestir el uniforme habitual, pero en su partido de debut, frente a Inglaterra, se mantuvieron callados mientras sonaba el himno de Irán, en un gesto que tuvo gran repercusión mundial gracias al altavoz que supone una competición de tal calibre. Después no repitieron el gesto en los dos partidos restantes, frente a Gales y el siempre tenso duelo con Estados Unidos.
El antiguo portero de la selección, Parviz Boroumand, fue arrestado en Teherán, acusado de participar en las movilizaciones, igual que Voria Ghafouri, jugador del Foolad FC y 28 veces internacional con Irán
Lejos de los focos mediáticos del Mundial, otros futbolistas iraníes han mostrado también su respaldo a las protestas. El antiguo portero de la selección, Parviz Boroumand, fue arrestado en Teherán, acusado de participar en las movilizaciones, igual que Voria Ghafouri, jugador del Foolad FC y 28 veces internacional con Irán. Ghafouri se había mostrado crítico con el gobierno en varias ocasiones anteriores. Ambos fueron puestos en libertad bajo fianza unas semanas más tarde.
Históricos de la selección, como Ali Karimi o Mehdi Mahdavikia, también han mostrado su apoyo a las protestas. Y uno de los casos más significativos ha sido el de Ali Daei, seguramente el jugador más importante en la historia del fútbol iraní, que llegó a jugar en el Bayern Munich y ha tenido el récord histórico de goles en partidos internacionales, hasta que fue superado, en 2021, por Cristiano Ronaldo. Daei participó en las protestas desde el primer día y los comercios de su propiedad fueron cerrados por el Gobierno después de que participara en una huelga de tres días contra la República Islámica. Recientemente, se le ordenó dar la vuelta al vuelo en el que su familia trataba de salir del país y la mujer e hija de Daei fueron obligadas a bajarse del avión.
Amir Nasr-Azadani fue detenido el 24 de noviembre, acusado del asesinato de un coronel de la Guardia Revolucionaria Islámica y de dos miembros de la milicia Basij. Desde entonces no hay noticias de su paradero
Pero, seguramente, el caso más relevante ha sido el del futbolista Amir Nasr-Azadani, un prometedor defensa que jugaba en el Tractor de la liga profesional de Irán y que vio frenada su proyección por una lesión, hasta terminar, actualmente, en la tercera división. No es fácil conocer la situación real de Azadani, puesto que los familiares podrían haber sido amenazados con represalias en caso de dar información y que el Gobierno no concede visados a periodistas extranjeros. Lo que se conoce es que Amir fue detenido el 24 de noviembre, acusado del asesinato de un coronel de la Guardia Revolucionaria Islámica y de dos miembros de la milicia Basij. Desde entonces no hay noticias de su paradero.
Los hechos ocurrieron el 17 de noviembre durante las manifestaciones llevadas a cabo en Isfahán, tras lo que Azadani fue uno de los detenidos como autores de las muertes. Aunque, en un principio, se publicó que Amir también había sido condenado a muerte, tras la condena por parte del presidente colombiano, Gustavo Petro, la embajada iraní en Colombia desmintió la noticia diciendo que el juicio no se había llevado a cabo todavía. No obstante, sigue la preocupación por el futbolista, debido a que el delito por el que se le acusa es el conocido como moharebeh, odio a Dios, el mismo por el que fueron ejecutados Mohsen Shekari y Majidreza Rahnavard, las dos únicas personas cuya ejecución ha podido ser confirmada y que fueron llevadas a cabo después de un juicio sin garantías legales. En el caso de Amir, la detención se produjo tras la confesión forzada de otros detenidos y esta podría ser utilizada como prueba de cargo, a pesar de su poca credibilidad. A su favor cuenta con el impacto que ha generado la noticia y el respaldo de varios futbolistas relevantes a nivel internacional.
Fútbol contra el régimen
Aunque el fútbol no se caracteriza por el compromiso y el activismo social, no debería sorprendernos la implicación de algunos profesionales iraníes. No en vano, en Irán el fútbol ha sido un elemento de oposición a la República Islámica desde la llegada de Jomeini.
Ya era uno de los deportes más populares del país en tiempos del sah Reza Pahlevi. Luego, tras la revolución y la posterior subida al poder de Jomeini, se instauró la actual República Islámica, en la que los principios chiitas son ley. Bajo este régimen, cualquier elemento que no sea considerado apropiado es perseguido o directamente ilegalizado. Esto es lo que ocurrió con el fútbol, cuya práctica fue prohibida durante los años 80.
En 1989, pocos meses antes de la muerte de Jomeini, se levantó la prohibición y se recuperó la liga iraní. Para ser aceptado por el Gobierno, no obstante, se introdujeron algunos cambios, que incluían la expropiación de los principales clubes del país
En 1989, pocos meses antes de la muerte de Jomeini, se levantó la prohibición y se recuperó la liga iraní. Para ser aceptado por el Gobierno, no obstante, se introdujeron algunos cambios, que incluían la expropiación de los principales clubes del país. El Taj (Corona) pasó a llamarse Esteghlal (Independencia), mientras que el Persepolis cambió su nombre por Pirouzi (Victoria). En ambos casos, sus nuevos presidentes fueron elegidos entre los generales del ejército.
El Gobierno trataba de mantener el control sobre el fútbol, aunque no podía evitar que, cada vez que surgían disturbios en algún partido, se escucharan cánticos como “muerte a la república islámica”. Así, uno de los principales entretenimientos de los iraníes siguió siendo visto con escepticismo por el régimen. En 1997, cuando la selección iraní venció a Australia y se clasificó para el Mundial de Francia, millones de personas se echaron a las calles de Teherán y de otras ciudades del país, cantando, celebrando, hombres y mujeres juntos, algunas de ellas sin hiyab. El Gobierno lo toleró con resignación, pero retrasó dos días la llegada de los jugadores, para enfriar las celebraciones.
Unos meses después, ya durante el Mundial de Francia, Irán venció a los Estados Unidos en un duelo con una gran carga política y se repitieron las celebraciones. Aunque para entonces el Gobierno había pasado a manos del más moderado Jatami y se inició un periodo de apertura para los espectáculos no religiosos. En 2001, cuando Irán se disputó frente a Irlanda la clasificación al Mundial de Corea y Japón, por primera vez desde el triunfo de la revolución se admitió la entrada de mujeres a un estadio. Eso sí, fueron veinte las elegidas, todas ellas irlandesas y siguiendo el código de vestimenta local. Dos años más tarde, finalmente, se admitió la entrada de mujeres iraníes a los estadios de fútbol.
Hoy en día, tanto los clubes de fútbol como la liga profesional siguen controlados por el régimen. A pesar de ello, los estadios siguen siendo espacios en los que se pueden escuchar consignas contra el régimen y el propio fútbol es visto con recelo por un Gobierno que sigue sin tener mucha estima por todo aquel pasatiempo que no tenga un componente religioso.