Muttalibi responsabiliza de los crímenes a «milicias sunitas cercanas a Al Qaeda o a milicias iraníes», sin hacer mención a las chiitas de Al Sadr. El segundo mandato de Al Maliki fue posible por la mayoría conseguida en la coalición
Cadáveres con la cabeza aplastada aparecen en las calles de la capital de Iraq. Para los homosexuales y los seguidores de la moda emo, desafiar los estrictos cánones que marcan la ortodoxia chiita imperante se paga con la vida.
“Lo obligaron a morder el borde de un banco antes de reventarle la cabeza con un bloque de cemento. Se llamaba Saif Asmar y era amigo mío. Mañana puedo ser yo mismo”.
Ruby (nombre falso) se debate entre la ira y el llanto mientras sostiene una foto de un joven apenas reconocible tras el brutal asesinato. Desde principios de este año, escuadrones de la muerte conducen una campaña de ataques contra jóvenes homosexuales o aquellos seguidores de la moda emo.
“Llevar pendientes, anillos en la nariz o tatuajes es sinónimo de ser homosexual, de adorar al diablo o de ambas cosas a la vez”, explicó a IPS este joven que abandonó su casa hace un mes tras ser amenazado.
Ruby nota un incremento considerable de los ataques desde el 6 de febrero: “Aquel día mataron a Ahmad Arusa en Ciudad Sadr y a otros cuatro en Geyara”, ambos barrios chiitas de Bagdad. “Son ya más de 80 los asesinados desde entonces”, denunció.
En un comunicado emitido en enero, el Ministerio del Interior iraquí calificó a la tribu urbana emo de grupo “satánico”, y señaló que un cuerpo especial de la policía se encargaría de “combatir dicho fenómeno”.
“El nuestro es un gobierno-milicia”, se quejó este joven desde la clandestinidad: “La única solución es que Occidente en su conjunto presione a Bagdad para que acabe con esta pesadilla”.
Según relata Karlos Zurutuza, la vicepresidenta de la Organización para la Libertad de las Mujeres en Iraq, Dalal Jumma, se lamenta por la aún inexistente separación entre Estado y religión en el Iraq nacido tras la invasión militar estadounidense de 2003, que puso fin al régimen de Saddam Hussein (1979-2003).
“Las milicias cuelgan misivas en las paredes con nombres y apellidos de supuestos homosexuales, a los que acusan incluso de satanismo por haber participado en el martirio del imán Hussein”, nieto de Mahoma muerto en el siglo VII, dijo Juma desde la sede de la organización en el barrio de Karrada, en el sudeste de Bagdad.
IPS tuvo acceso a una de esas cartas, supuestamente encontrada en Ciudad Sadr. Se trata de una lista con los nombres de 33 personas, localizadas bajo los números de los bloques de viviendas en los que residen y antecedida de una advertencia, redactada con numerosas faltas de ortografía: “De no deponer su actitud licenciosa en cuatro días, el castigo de Dios será impartido de la mano de los muyahidines” (guerreros islámicos), se lee entre los dibujos de dos pistolas.
Desde la oficina del partido de Muqtada al-Sadr, el Bloque Sadr, el líder religioso y político local Brahim Jawary desmintió cualquier implicación de su grupo en los asesinatos. Tanto esos crímenes como “toda conducta inmoral y contraria a la religión” han de ser investigados convenientemente, dijo.
Asesinatos de lesbianas aún más invisibles
No fue una misiva en una pared, sino un correo electrónico lo que llevó a la joven Madi a abandonar su casa. Hoy esconde tanto su paradero como su nombre real: “Me amenazaban con decir a mi familia que soy lesbiana si no abandonaba el país inmediatamente”, recordó esta joven de 26 años en una entrevista en un lugar indeterminado en Bagdad. El miedo de Madi no es infundado.
“Muchas lesbianas mueren en Iraq a manos de sus hermanos mayores. Es un crimen ‘de honor’ más, una especie de asunto doméstico sobre el que el gobierno nunca lleva a cabo ninguna investigación”, dijo.
La organización con sede en Londres Iraqi LGBT (Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transgénero Iraquíes) estima que más de 720 personas han muerto a manos de milicias extremistas en Iraq en los últimos seis años.
Madi asegura haber perdido a muchos amigos cercanos y tampoco vacila cuando se trata de señalar a los culpables: “Las milicias de Muqtada al-Sadr y las fuerzas de seguridad son las más agresivas contra nosotros, sobre todo desde una ‘fatua’ -ley islámica- emitida hace cuatro años que especificaba, literalmente, que los homosexuales debían ser ejecutados de la manera más severa”.
Madi describió casos de personas descuartizadas o quemadas vivas, y añadió que los médicos conocen la naturaleza de esos crímenes por el estado en el que llegan los cadáveres. IPS confirmó estas afirmaciones con galenos que pidieron permanecer en el anonimato.
En un informe publicado en agosto de 2009, la organización de derechos humanos Human Rights Watch, con sede en Nueva York, aseguró que muchas de las víctimas eran torturadas para extraerles nombres de futuros objetivos.
En varios casos se describían tormentos como el uso de cola de contacto en el ano que, con la ingesta masiva y forzada de alimentos y laxantes, conduce a la víctima a una muerte atroz.
El malestar por esta ola de violencia es tangible incluso tras los muros de la Zona Verde, la protegida área bagdadí donde tienen se encuentran oficinas de gobierno y embajadas.
“No hemos hecho más que retroceder en lo que respecta a derechos humanos desde 2003″, año de la invasión estadounidense, se lamentó la parlamentaria Ashwaq Jaf, de la Alianza Kurda.
“El problema de fondo es que estamos sujetos a dos códigos, la Constitución iraquí, por un lado, y la shariá -compendio de leyes islámicas-, por el otro. Las continuas contradicciones entre ambas desembocan en vacíos legales y, por consiguiente, en el desamparo de las víctimas”, dijo Jaf a IPS.
No todo el mundo en los órganos de poder coincide con esa visión.
“El estigma que conlleva ser homosexual en Iraq no es más que un claro reflejo de nuestra sociedad”, dijo Saad al-Muttalibi, alto representante del partido Dawa, del primer ministro Nuri Al Maliki.
Muttalibi responsabiliza de los crímenes a “milicias sunitas cercanas a Al Qaeda o a milicias iraníes”, sin hacer mención a las chiitas de Al Sadr. El segundo mandato de Al Maliki fue posible por la mayoría conseguida en la coalición con el Bloque Sadr.
Sunitas y chiitas profesan adhesión a dos ramas divergentes de la religión musulmana. Los chiitas constituyen 60 por ciento de la población de este país. Los sunitas, una minoría que ronda el 20 por ciento, eran el grupo islámico dominante en el régimen de Saddam Hussein.
“La situación se va normalizando progresivamente y cada vez resulta más fácil ver a parejas de chicos caminar de la mano por Karrada”, aseguró Muttalibi.
Cierto o no, la mayoría de los comerciantes de ese concurrido distrito han retirado ya de vidrieras y escaparates calaveras, cadenas o cualquier otro objeto que pueda llevar a trágicos malentendidos.