«Vox está adquiriendo un tono integrista, propio del mesianismo político, que asusta»
Ante la pregunta de si va a continuar en Andalucía, Olona ha dicho que es una soldado y que su designio lo marca Dios. No está mal que una política tenga fe, incluso que la profese públicamente. El asunto es que Vox está adquiriendo un tono integrista, propio del mesianismo político, que asusta.
Mucho hemos hablado del complejo de superioridad moral de la izquierda, dedicada a darnos lecciones sobre nuestro pensamiento y comportamiento, acerca del pasado, la mezquindad del presente, y el futuro maravilloso si seguimos su dictado. Es esa izquierda que se cree mejor que el resto de partidos y que la sociedad entera, que sueña con una ingeniería colosal que cambie todo. Son los que aspiran a una legislación sin fin y a un Estado omnipresente para ahormar al pueblo a «la verdad».
No hay diferencia con Vox, al menos con la parte que ahora hemos visto en la campaña andaluza y su resaca. Cada vez es más evidente ese poso de supremacismo: son mejores personas y españoles, más patriotas, sabios y trabajadores, y, por supuesto, guardianes de la moral. Son cristianos de los que no ofrecen la otra mejilla, ni muestran caridad, ni amor fraternal o tolerancia, sino todo lo contrario. Son los entorchados de la Reconquista, que consideran que quien no aporta, estorba.
Es de diagnóstico clínico asegurar que se los margina porque luchan contra «el mal», al cual identifican con la interrupción del embarazo, las autonomías, el globalismo, el feminismo, la educación sexual en los colegios, la homosexualidad y el ecologismo. Dicen que dan la «batalla cultural», confundiendo el grito y la sobreactuación con el debate.
Lo peor está en que identifican como transmisores del «mal» a un 90% de la población. Ellos son el bien y vienen a corregirnos. ¿Cómo quieren hacerlo? Lo dice Francisco J. Contreras, diputado de Vox, en su libro Una defensa del liberalismo conservador. La solución que da es propia del comunitarismo estatista: más Estado y más legislación para hacer ingeniería social de derechas. Se trata de reconstruir la sociedad hecha añicos por los liberales y los progresistas, dice el diputado, que han demolido la moral a través de la educación y los medios de comunicación.
Estos de Vox creen que son los guardianes de la moral social, catalogada por ellos, claro, y fundamentada en su visión del cristianismo. De esta manera, el régimen político debe tener como fundamento, casi como carta fundacional e inspiradora, la moral cristiana interpretada por Vox. Por tanto, están en una cruzada, porque liberales y progresistas, ese resto despreciable, han sustituido la moral social por la moral individual y la conciencia propia, por el relativismo y la búsqueda del placer.
¿Cómo no sentir una superioridad moral? Los demás somos chusma porque ejercemos nuestra libertad, que es algo personal, no colectivo, y mucho menos al dictado de unos mesías.
En este delirio de ingeniería social integrista cabe cualquier intensidad estatal y legislativa, incluso llegando a la tiranía, para deshacer el presente. Aspiran a dictar toda la legislación y el Estado coactivo que sean necesarios para crear un hombre y una sociedad nuevos que reconstruyan sobre una moral social oficial lo que nunca debió perderse por obra y maldad de liberales y progresistas.
Si por el camino se pisotean las libertades y los derechos de los demás, se siente, incluso se justifica porque son servidores del «mal». La verdad es que es el mismo mecanismo mental de Irene Montero, por ejemplo, o de Pablo Iglesias y el resto de podemitas.
La consecuencia lógica de su planteamiento da más miedo. Si la libertad que defiende Vox está marcada por la moral social que procede de Dios, ese partido es la voz de Dios en la Tierra. ¿En serio? ¿Hemos vuelto a Pío IX, a lo más ruín del siglo XIX? De esta manera, sus políticos se creen investidos de una misión tan patriótica como divina: reconstruir España y restablecer la moral de Dios.
Como cristiano siempre he pensado que el laicismo, la separación de la Iglesia y el Estado, de la fe y de lo público, es el fundamento de la libertad. Lo contrario me parece un argumento autoritario. El mesianismo político es muy mala compañía de la libertad, y nunca depara una democracia. En su mentalidad, la libertad solo se entiende si tiene un función social para un bien común que debe dictar un Gobierno patriótico, no progre ni liberal. Esa es su misión: salvarnos de nosotros mismos.
Con tal alta misión no acaban de comprender el motivo de su batacazo en Andalucía. Esperaban 25 escaños y mandar en la Junta andaluza, y resulta que han subido solo dos y no pintan nada. ¿A qué lo achacan? A los andaluces, que no han entendido nada, y a una gran conspiración mediática para que Vox no ganara.
Olvidan un detalle, y es que, siguiendo su razonamiento pueden no haber ganado las elecciones por un designio divino, que es el criterio que seguirá Olona para decidir su futuro político. Quizá Dios, en su infinita sabiduría, ha preferido para esta maltrecha España que ganara una opción moderada y tranquila, que ha hecho en Andalucía una auténtica Transición sin sobresaltos. Es posible que Dios haya querido que los españoles nos libremos ya de tanto grito y trazo grueso, y haya impulsado a los electores a despreciar a los populistas de ambos extremos.
Por concluir. Vox y España necesitan un poco de cordura y moderación, y que sus políticos se bajen del pódium moral en el que ellos solos se han subido. Es ridículo, por ejemplo, hablar contra las autonomías y presentarse a las elecciones autonómicas con el propósito de gobernar. Es patético combatir a la izquierda en nombre de la libertad predicando la intolerancia. Es insultante hablar en nombre de Dios para excluir a los demás. No nos hacen falta salvadores, porque un liberal se salva solo. A ver si se enteran.