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Kahina Bahloul: «El islam no ha conocido una revolución intelectual y moderna»

Kahina Bahloul. París, 1979. Primera mujer imán de Francia, lo que le vale constantes amenazas de muerte por parte de musulmanes fundamentalistas. En Mi islam, mi libertad (La Llave) aboga por un islam en consonancia con la modernidad.

PREGUNTA. Dice que el islam atraviesa una crisis de pensamiento, que no ha sabido adaptarse al mundo de hoy. ¿A qué lo atribuye?

RESPUESTA. La razón de la crisis que atraviesa el islam es multifactorial, y hay que remontarse a la historia reciente para comprender algunas cosas. Creo que la pobreza, la miseria intelectual y espiritual, es uno esos factores, pero también lo son la miseria económica, social y política. Y no hay que olvidar ni minimizar el papel que jugó la colonización en esas consecuencias. Hay que tener en cuenta que la mayoría de los países musulmanes y árabes ha conocido la colonización hasta recientemente. Es el caso por ejemplo de Argelia, un país joven y que no ha conocido el ejercicio del poder por parte de la gente; las personas que detentan ahora el poder allí tienen que recordar que las antiguas generaciones, las que les han educado, no pudieron acceder a ese poder, no ha habido una transición. Y también está el problema de la ignorancia: a los países colonizados se nos ha sumido en la ignorancia.

P. Al menos desde el siglo XIX, si no antes, en el islam existe un importante movimiento de pensamiento reformista. Y sin embargo, es el pensamiento fundamentalista el que se ha impuesto. ¿Por qué?

R. El principal factor es el apoyo financiero que el islamismo fundamentalista e integrista ha recibido. Arabia Saudí, un país muy rico, ha difundido por ejemplo la ideología wahabita (una corriente del islam ultraconservadora). Cuando esta ideología tiene un poder político detrás, y más si se trata de una monarquía petrolera extraordinariamente poderosa, ocurre eso. Sin embargo, los pensadores reformistas han tenido su pluma como única arma.

P. Uno de los aspectos en los que quizás se manifiesta más hondamente la incapacidad del islam de adaptarse a la contemporaneidad es el cuerpo de la mujer, ¿no le parece?

R. Sin duda, el cuerpo de la mujer está en el centro de las preocupaciones del poder patriarcal, se trata de un tema político central. Pero no se trata de algo específico del islam. Sin embargo, y dicho esto, sí que podemos establecer una diferencia entre el mundo musulmán y el mundo occidental. El mundo occidental sí ha conocido una revolución intelectual y moderna, mientras que el islam no. Una de las causas de esta diferencia, como he dicho antes, ha sido el movimiento colonial, que ha hecho que los países que han estado bajo ese dominio sufrieran una involución, no una evolución como la que han tenido los otros países tanto intelectual como social, filosófica y tecnológica y que los ha llevado a la modernidad. Los países que han estado bajo la colonización se han quedado con un modo de funcionamiento arcaico.

P. El islam de la actualidad, ¿tiene un problema a la hora de conciliar fe y razón?

R. Sí, probablemente. Pero de nuevo: el islam, como religión y como espiritualidad, tiene el problema de que viene de un estado de involución. A causa de la colonización, no ha sido posible una evolución en el mundo musulmán. El islam no está en el origen de no tener en cuenta la razón, de hecho en el islam hemos tenido grandes pensadores, grandes filósofos, y un movimiento racionalista importante. Lo que ocurre es que el desarrollo tanto humano como social que ha tenido el mundo musulmán ha hecho que la única esperanza en esos países para no caer en la depresión, porque la vida en ellos es muy dura, sea agarrarse a la religión y a la espiritualidad. La población musulmana no ha tenido acceso a las herramientas adecuadas, no ha tenido acceso a una religión ilustrada, la experiencia religiosa ha sido en sí una consecuencia de esta situación. Porque no es la religión la que hace a la sociedad, sino la sociedad la que hace a la religión.

P. La escuela hambalita, las más ultraconservadora y puritana del islam y la que se ha impuesto en muchos lugares en los últimos años, hace una lectura literal del Corán, incluidos aquellos versículos que hacen un llamamiento a la violencia, ¿verdad?

R. Sí, y no sólo afecta a aquellos versículos que aluden a la violencia, sino que es algo que ha afectado al lugar que ocupa la razón. La escuela hambalita constituye los cimientos del movimiento fundamentalista y se basa en no tener en cuenta la razón para que los seres humanos no tengan demasiada libertad; deja de lado la filosofía, la teología y la mística para estar lo más cerca posible del texto del Corán, de la letra del texto, y no lo interpreta. Eso es un grave error, porque cuando no se tiene en cuenta la dimensión histórica, humana y filosófica de un texto sagrado con un contenido simbólico muy fuerte se pueden cometer errores muy grandes. Es verdad que el islam cuenta con una tradición profética muy grande, lo que ocurre es que se trata de un cuerpo de textos apócrifo. Esos textos no se le atribuyen al profeta Mahoma, sino que fueron producidos en el siglo XII por personas anónimas.

P. Usted sostiene que en el Corán no se dice en ningún momento que la mujer deba de llevar velo, ¿no es así?

R. Exacto, así es.

P. ¿Y cómo se explica entonces que en Argelia, por ejemplo, haya ahora muchas más mujeres con velo de las que había cuando usted era niña?

R. En Argelia vemos el nivel al que ha llegado el movimiento fundamentalista, que ha dominado la práctica religiosa y ha dictado la orientación ideológica y las normas religiosas. El islam fundamentalista no ha ganado la batalla armada en Argelia, donde intervino el ejército, pero sí ha ganado la batalla ideológica. Mientras la verdadera corriente reformista va en el sentido de la evolución humana y de interpretar los textos en armonía con los desafíos de la época, por el contrario, la corriente fundamentalista ha desviado esos textos de su intención inicial, lo que ha desembocado en una especie de mito sobre el origen del islam completamente inventado, que corresponde a una fantasía en el imaginario de esas personas y que evidentemente proviene de una lógica patriarcal y dominadora de la mujer.

P. En los últimos años ha surgido un supuesto movimiento feminista islámico que abraza el velo como acto de fe y seña de identidad, y que ha contribuido en gran medida al uso generalizado del velo por parte de las musulmanas en Europa. ¿Qué le parece?

R. En mi libro dedico un capítulo entero al velo, porque he querido exponer la argumentación teológica detallada que muestra que en los textos coránicos no se dice en ningún momento que exista la obligación religiosa de llevarlo. Esa obligación es fruto de una interpretación humana, y como toda interpretación humana, tiene condicionamientos humanos. En el origen de la idea de que las mujeres están obligadas a llevar velo se encuentra una interpretación realizada fundamentalmente por hombres, la lógica de un sistema patriarcal que ha tenido siempre como objetivo controlar el cuerpo de la mujer. Pero insisto: los textos coránicos están exentos de esa obligación.

P. Si se considera que el cuerpo de las mujeres puede resultar provocativo para los hombres, ¿por qué se adoptan medidas sobre las mujeres y no sobre los hombres?

R. Precisamente debería ser así, los hombres deberían de tratar de controlar sus propios impulsos y hacer un trabajo sobre sí mismos antes de intentar controlar a las mujeres, ese es el prisma espiritual. Sin embargo, en la escuela hambalita y en otras escuelas el prisma que impera es enormemente normativo, muy jurídico. Eso nos debe llevar a preguntarnos: ¿el objetivo del texto sagrado es producir normas o producir una espiritualidad? Mi convicción es que se trata de lo segundo. Pero se trata de algo muy vinculado a la historia de todas las sociedades humanas, que han llegado a considerar la religión como una norma. Ha ocurrido así con el cristianismo, con el judaísmo… Lo que sucede es que el islamismo no ha sabido salir de ahí.

P. En la mezquita liberal de Fátima, en París, usted dirige las oraciones de los viernes frente a una congregación mixta de hombres y mujeres juntos, es la primera mujer en Francia que se atreve a ser imán. ¿Es por eso por lo que recibe amenazas de muerte?

R. Yo creo que no hay que dar a estas amenazas más importancia de la que tienen ni amplificarlas. Creo que proceden de jóvenes que se esconden detrás de una pantalla para lanzar mensajes e insultos, pero amenazas reales o físicas no he recibido.

P. ¿Y no le parece sorprendente que sean precisamente jóvenes quienes se oponen a la modernización y reforma del islam que usted predica?

R. Los jóvenes de hoy en día hacen de la religión un tema identitario muy importante. La religión en general y el islam en particular atraviesan una situación muy compleja, y también la atraviesan muchos jóvenes musulmanes, que tienen un problema identitario y de posicionamiento social, que se sienten marginalizados y excluidos de la sociedad occidental de hoy en día. Y esos jóvenes encuentran que el único espacio de dignidad que les queda por defender es la religión, y se agarran a ella, y fantasean mucho sobre ella. A sus ojos, el islam es la mejor religión que hay, pero esto manifiesta una problemática más profunda y que está vinculada a una situación de exclusión, de educación, a un complejo de inferioridad heredado de la colonización… Esa memoria de la colonización, que todavía está ahí y de la cual aún no nos hemos liberado, hace daño. El islam se encuentra ahí en medio y se convierte en un tema identitario para esos jóvenes.

P. Si el islam no se reforma y no se moderniza, ¿a qué riesgos se puede enfrentar?

R. Yo creo que toda religión, toda sociedad que no evoluciona, que no acompaña un movimiento evolutivo que es propio de la vida en general y de la vida humana en particular, que se queda esclerotizada, tiene una primera etapa de involución. Pero si vamos más allá, puede llegar a la desaparición. Toda sociedad o grupo social que no sabe acompañar un movimiento evolutivo, entra en una regresión y puede llegar a desaparecer.

P. ¿Cómo es el islam que a usted le gustaría ver instaurado?

R. Es un islam que ya ha existido en la historia. Estando en España, creo que el islam más cercano en ese sentido es el de Al Andalus, una de las más bellas referencias de lo que ha producido el islam a lo largo de la historia de la humanidad, tanto en el saber científico, filosófico y místico como en su fantástica vida social. Ese islam, que también ha existido en otras partes del mundo musulmán, es un modelo, y eso tranquiliza a los seres humanos. El ser humano necesita modelos, necesita recordar que algo ya ha existido para tener la tranquilidad de que lo puede reproducir. El islam de las luces, el islam ilustrado, siempre ha existido y lo podemos hacer revivir, teniendo siempre en cuenta los desafíos de la actualidad.

P. ¿En manos de quién está que se consiga implantar ese islam ilustrado?

R. Creo que tenemos una responsabilidad colectiva. Evidentemente, los primeros responsables son los musulmanes. Pero también incumbe a los no musulmanes, por ejemplo, a los medios de comunicación, que pueden hacer mucho daño cuando solamente tratan el tema del islam relacionado con el terrorismo, algo que crea mucha confusión. Y también es responsabilidad de los no musulmanes en la mirada que tienen del mundo musulmán, en la mirada que tienen del otro. Eso es algo muy importante, porque según sea esa mirada el otro puede encerrarse en sí mismo o abrirse.

P. El hecho de la religión musulmana no tenga en su cúspide una única figura de autoridad como lo es el Papa en la religión católica, ¿puede dificultar que se lleven a cabo las reformas necesarias para su modernización?

R. Lo de la autoridad clerical central es algo muy católico. El que el islam no tenga una cabeza visible es algo positivo, es una particularidad del islam que le confiere flexibilidad, que le ofrece una mayor compatibilidad con la modernidad. La descentralización es uno de los valores de nuestra sociedad actual, la democracia y la libertad son consecuencia del pensamiento descentralizador, la misma laicidad lo es. El hecho de no tener esa rigidez de un poder central, algo que tampoco tiene el judaísmo y que es específico del catolicismo, puede permitir mayor flexibilidad.

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