El fundamentalista islámico figura en las listas de terroristas de los Estados Unidos y de la ONU. Fue uno de los mentores de la huida de Osama Bin Laden.
Escenas que habrían sido impensables hace tan sólo una semana siguieron desarrollándose el viernes en Kabul casi con la misma rapidez con la que los talibanes arrasaron Afganistán. Fue en una de ellas donde sucedió algo que sorprendió no sólo a los asistentes de una de las principales mezquitas de la capital afgana, sino que repercutió a miles de kilómetros.
Khalil Haqqani, líder terrorista de una de las facciones más poderosas y violentas de los talibanes, apareció en las oraciones del viernes, el punto culminante de la semana islámica. Haqqani -de quien se cree que tiene al menos 58 años- figura en las listas de terroristas de Estados Unidos y de las Naciones Unidas. Junto con varios miembros de su familia, desempeña ahora un papel destacado en el nuevo régimen fundamentalista de Afganistán.
Respaldada por el servicio de inteligencia de Pakistán, la red Haqqani, ha sido durante mucho tiempo una de las ramas más eficaces y violentas de los talibanes, responsable de secuestrar a estadounidenses, lanzar complejos ataques suicidas y realizar asesinatos selectivos. Para muchos afganos y extranjeros que han seguido la guerra, la aparición de Haqqani en la capital fue un duro recordatorio de quién dirige ahora Afganistán.
Además de todo, y para hacer hincapié en este punto, el jefe islamista se presentó con un rifle M4 de fabricación estadounidense y acompañado por un equipo de seguridad vestido con ropa estadounidense de alta gama que había sido suministrada a los comandos afganos, de acuerdo a The New York Times.Khalil Haqqani, uno de los máximos jefes talibanes en la principal mezquita de Kabul donde dirigió un mensaje a los asistentes (Twitter)
“Nuestra primera prioridad para Afganistán es la seguridad”, dijo el fundamentalista a la multitud que salió a la calle. “Si no hay seguridad, no hay vida. Daremos seguridad, luego daremos economía, comercio, educación para hombres y mujeres. No habrá discriminación”. “La gente está contenta ahora, porque los talibanes han traído la seguridad”, dijo un guardia de seguridad, que no quiso dar su nombre. “Pero estos son sólo los primeros días. Depende de cómo gobiernen para que la gente les apoye”.
Fundada por el muyahidín Jalaluddin Haqqani a finales de la década de 1970, se sospecha que la red familiar ayudó a la fuga de Osama bin Laden de Tora Bora en 2001. Khalil Haqqani es hermano de Jalaluddin, y tío del líder adjunto de los talibanes, Sirajuddin Haqqani. Sobre su cabeza pesa una recompensa de 5 millones de dólares por parte del Departamento de Justicia de los Estados Unidos.
De acuerdo a esa oficina de la Casa Blanca, “a principios de 2010, Haqqani proporcionó fondos a células talibanes en la provincia de Logar (Afganistán). En 2009, Khalil fue uno de los responsables de la detención de prisioneros enemigos capturados por los talibanes y la Red Haqqani. Khalil ha recibido órdenes para las operaciones de los talibanes de su sobrino Sirajuddin Haqqani, que fue designado por Estados Unidos en marzo de 2008 en virtud de la Orden Ejecutiva 13224. Khalil también ha actuado en nombre de Al Qaeda y ha estado vinculado a operaciones terroristas de Al Qaeda. En 2002, desplegó hombres para reforzar elementos de Al Qaeda en la provincia de Paktia (Afganistán)”.
Haqqani figura en las listas de terroristas de Estados Unidos y de la ONU. Mantiene desde siempre vínculos estrechos con el grupo Al Qaeda y, junto con varios miembros de su familia, desempeña ahora un papel destacado en el nuevo régimen talibán.
Haqqani ha dicho que ha estado consultando con Abdullah Abdullah, el presidente del Consejo de Reconciliación Nacional de Afganistán, y con el ex presidente Hamid Karzai. Otro sobrino suyo, Anas Haqqani formó parte de la reciente delegación diplomática de los talibanes en Qatar y también ha mantenido conversaciones directas con Abdullah y Karzai.
Una vez concluidos los sermones y la multitud se redujo el viernes, Haqqani pidió hablar con un fotógrafo del diario The New York Times que trabajaba en Kabul. Le indicó que los periodistas estarían seguros ahora que el país estaba en paz, y que las mujeres también estarían protegidas. “Tenemos buenas intenciones”, concluyó.