Hace ocho años, una víctima junto a su compañero de cuarto, intentaron acercar su denuncia ante las autoridades eclesiásticas. La complicidad y el encubrimiento, un modus operandi de las sotanas. Bergoglio tuvo esta práctica, y Francisco también.
“Ahora mismo hay un niño que no debería estar ahí”, dice la carta anónima que enviaron al papa Francisco y a varios cardenales en 2013. Además, subraya otro dato: el agresor se encuentra a “20 metros de donde usted duerme”.
El recién electo pontífice, fue alertado sobre los abusos sistemáticos que llevaba adelante un monaguillo, puertas adentro del Vaticano. Incluso, había participado en la primera misa de Francisco en la Capilla Sixtina.
Gabriele Martinelli, el monaguillo, fue denunciado por una de sus víctimas en 2013. El papa y un grupo de cardenales y obispos estaban al tanto de la carta. Así lo informó el tercer funcionario del Vaticano, que a través de una carta -referida a las acusaciones-, afirmaba que el papa “conoce bien el caso.”
Sin embargo, Martinelli fue ordenado sacerdote en 2017. Esto es más que un ocultamiento. Es una señal para todas las víctimas, que digan o hagan la denuncia que quieran, estás no serán escuchadas. Y como en este caso, el victimario será ascendido.
A raíz de la denuncia extensa de los medios de comunicación italianos, el Vaticano se vio obligado a revisar el caso.
El ex monaguillo, el sacerdote Martinelli, recién a sus 28 años, debe enfrentar un juicio por presuntos abusos sexuales.
Se trata del primer caso que se juzgará en las tierras del Vaticano.
Además de él, será juzgado el antiguo rector del seminario juvenil, el reverendo Enrico Radice. Se le acusa de presunta complicidad en los abusos sexuales cometidos por Martinelli.
Según informa Infobaes, “una revisión del Washington Post de más de 2,000 páginas de documentos, muchos nunca antes reportados, revelaron que muchas figuras poderosas en la jerarquía de la Iglesia descartaron las advertencias y facilitaron el ascenso de Martinelli”.
Los responsables del destino de Martinelli, son el cardenal Angelo Comastri y el obispo Diego Coletti. Este último descartó las acusaciones contra el ex monaguillo y sostuvo que se tratan de calumnias”. Pero gozan de impunidad, por la cual los dos prelados no se encuentran implicados en el juicio ni en ningún otro proceso disciplinario conocido de la Iglesia.
Según lo que ha trascendido a los medios, un alto funcionario de la Iglesia -que habló bajo condición de anonimato-, sostuvo que las autoridades del Vaticano, sostenían que Martinelli “no podía ser acusado de abuso sexual” porque era sólo 221 días mayor que el compañero monaguillo.
Sin embago, la diferencia entre la víctima con el victimario, no era la diferencia de días entre las edades. Martinelli tenía el poder. Era el protegido del rector. Cumplía un papel predominante -entre los monaguillos- en las misas papales. Seleccionaba a los adolescentes que podrían estar frente al papa o a su lado, con la oportunidad de unirse al pontífice después de la sacristía.
Los estudiantes de secundaria y preparatoria, que aspiraban servir al papa, Martinelli era visto como el guardián papal.
¿Cómo se puede sentir la víctima del guardián papal? Un adolescente, como tantos otros, que dejó su casa y su familia para internarse en el Vaticano con la aspiración de estar junto al papa.
El clérigo Ambrogio Marinoni, un investigador de la Iglesia después de que Martinelli fuera nombrado sacerdote, sostuvo que este “se aprovechaba de las circunstancias y ejercía una especie de dominio sobre los demás jóvenes”.
Entre los relatos de la víctima, se encuentra uno que describe parte de lo que vivió. Recordó que entre las cosas que Martinelli le recalcaba, durante el abuso sexual, era el poder que tenía.
Los abusos comenzaron en 2006, cuando la víctima tenía 13 años y el abusador 14 años. En 2010, la víctima le contó al rector, Radice, que Martinelli lo había estado “molestando”. La respuesta de Radice lo atemorizó aún más, lo amenazó con enviarlo de vuelta a casa e informar a sus padres que no paraba de repetir “falsedades”.
La víctima y su familia pertenecen a un pueblo del norte de Italia. En la iglesia de ese pueblo, se encontraba su foto junto al papa. ¿Cómo seguir con la denuncia?
En 2013 lo intentó de nuevo. Fue a través de la carta anónima enviada al recientemente electo pontífice, a cardenales y obispos. Fransciso asumió con un nuevo perfil, aunque su nombramiento era para callar las denuncias que se levantaban contra la Iglesia Católica en todo el mundo.
En la carta anónima, la víctima escribía: “A día de hoy, resulta que me despierto de repente por la noche, asustado, sintiendo que hay alguien acostado en mi cama.”
El obispo Coletti leyó esa carta y nunca respondió. En cambio, el obispo se basó en la palabra del abusador y del rector del seminario juvenil, que negaron rotundamente las denuncias. Esto se encuentra en documentos de Martinelli y Radice, que recogieron los fiscales romanos. Coletti pertenece a una asociación con sede en la localidad de Como, que dirigía el seminario juvenil que funcionaba en el Vaticano. Después de recibida la carta anónima, Coletti viajó al Vaticano para reunirse con Comastri y cerrar el caso.
En 2018, el salteño José Luis Galli denunció penalmente al cura Agustín Rosa por sus crímenes y a Francisco por encubridor.
Como sostuvo Daniel Satur, investigador en abusos sexual de la Iglesia Católica, cuando el papa Francisco recientemente incorporó la “pedofilia” al Derecho Canónico: «Más de ocho años después de asumir como papa, el pontífice decidió incluir en el “código penal” de la Iglesia católica los abusos a menores como “delitos contra la dignidad de las personas”, al igual que la posesión de pornografía infantil. Pero él mismo es un comprobado encubridor de curas pedófilos durante décadas. Haz lo que digo, pero no lo que hago».