Como cabía esperar, la reforma del código de derecho canónico que afecta al delito de conferir el orden sacerdotal a las mujeres no ha gustado nada a la Asociación de Mujeres Católicas de Alemania (kfd). Su vicepresidenta asegura que es «otra bofetada para nosotras las mujeres».
Aunque doctrinalmente el tema está cerrado de forma definitiva -ningún Papa o concilio puede cambiarlo- desde la Carta apostólica Ordinatio sacerdotalis de San Juan Pablo II (*), la reciente reforma del Libro VI del Código de Derecho Canónico especifica más claramente el delito de intentar conferir el sacramento del orden a una mujer y la pena que lleva aparejado.
La vicepresidenta federal de la Kfd, Agnes Wuckelt, dijo el miércoles en Düsseldorf.
«La doctrina de la Iglesia está por encima de todo, esto no es nuevo, pero desde luego es una gran decepción y otra bofetada para nosotras las mujeres. Así, la prohibición de la ordenación de mujeres se va a consolidar una vez más».
Pertinaz en la heterodoxia
En una clara muestra de que no tiene intención de aceptar la doctrina católica sobre esta cuestión, Wuckelt hizo un llamamiento a todas sus camaradas de armas para que no se desanimen.
«En el Camino Sinodal haremos todo lo posible por abrir esta puerta. Como kfd, defendemos una nueva forma de entender el ministerio: una que abraza la participación de las mujeres en la iglesia y su plena participación en la diversidad de ministerios de la iglesia»
(*) Ordinatio Sacerdotalis, 4
Si bien la doctrina sobre la ordenación sacerdotal, reservada sólo a los hombres, sea conservada por la Tradición constante y universal de la Iglesia, y sea enseñada firmemente por el Magisterio en los documentos más recientes, no obstante, en nuestro tiempo y en diversos lugares se la considera discutible, o incluso se atribuye un valor meramente disciplinar a la decisión de la Iglesia de no admitir a las mujeres a tal ordenación.
Por tanto, con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar en la fe a los hermanos (cf. Lc 22,32), declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia.