Hace unos diez años concluí, y desde entonces así me pronuncio, que vivimos en una sociedad des educadora, a la que la escuela – por dependiente – poco puede oponer. Cada día se duda menos que hoy todo se compra y todo se vende, que es más importante “tener” que “ser”. Desde esa realidad, se entiende bien que se entre a la escuela o a la universidad, más por la nota o el título al que se aspira, que por aprender para ser la persona o el/la profesional que la sociedad debiera esperar. Acercándonos más al sistema escolar, observamos con mayor crudeza esa mercantilización y desconsideración. Ante la nueva matriculación, la familia, en lugar del posible conocimiento del colegio cercano, encontrará campaña publicitaria, de centros de una a otra punta de la ciudad, ofreciendo la educación como si fuera una lavadora. En las últimas temporadas “se llevan más los plurales”, la oferta de los concertados que – por el contra – tienden a excluir a alumnado con necesidades educativas especiales o que no pueden pagar la “cuota voluntaria”.
No me voy a parar explicando las cuotas sin pagar del principio de la pandemia y su dudosa voluntariedad. Quizá convenga más entrar en la letra pequeña de los concertados “plurales”. Es menos prominente – y por ello – poco conocido el ideario, con frecuencia católico, que luego quizá emerja con algún trágala dogmático que, como el creacionismo, estimula el mismo. Para la familia que colabora en la educación de su prole con valores realmente comunes, entre otras cosas porque si son constitucionales, la pluralidad real será sin distingos de sexo, religión, clase,.. surgirá el rechazo. Hay otros valores que, como el respeto a la diversidad personal, al medio ambiente y la elección de la proximidad, que se ensalzan en la teoría por la gran mayoría. Luego, por el contrario, son igualmente despreciarlos en la práctica ante las mismas criaturas. Mal se podrá justificar en conciencia la contaminación ambiental del atasco de coches a la entrada del supuesto buen colegio. Tampoco será fácil explicar de manera coherente la marcha hacia ese colegio lejano, abandonando el próximo al que acude el vecindario menudo y amigo.
Mal se podrá justificar en conciencia la contaminación ambiental del atasco de coches a la entrada del supuesto buen colegio. Tampoco será fácil explicar de manera coherente la marcha hacia ese colegio lejano, abandonando el próximo al que acude el vecindario menudo y amigo.
A ver, si tras esa – también aquí – falsa libertad hay, algo de acogedora clase media y hasta su mijita de racismo. Hablamos, hablamos, hablamos y luego hacemos lo contrario. Bien mirado, no será esa la manera en que ayudamos a hacer esa sociedad des educadora y desconfiada.
Con ser bastantes las razones ya expuestas sobre las dudosas ventajas de los colegios concertados de los “plurales” hay más. Como casi en el fondo de todo lo que tocamos está el neoliberalismo, aquí no iba a faltar. Sí, esa confusa palabra que sugiere libertad y que, a mí al menos, me habla sólo la libertad de morir. Ya vemos los inconvenientes a los que nos pueden llevar los excesos en la discutible lectura de la elección de centro. Las órdenes religiosas y las familias más o menos “bien” que la siguen, entienden que “se reconoce la libertad de enseñanza” que quiere decir elección de colegio es lo que dice la Constitución 27-1. Muchas personas entendemos que, como antes, el que quiera escuela especial que se la pague. Eso mismo dicen hoy los colegios privados que no quieren el dinero público y denuncian a los concertados por la doble financiación. La misma Constitución en el 27 -4 aclara “La enseñanza básica y gratuita”. Pues en ello estamos y el Gobierno Andaluz sigue en su empeño de diezmar escuelas públicas y subvencionar a la privada desde la Declaración de Hacienda.
En Madrid, lógicamente la libertad “a la madrileña” también es mayor de enseñanza, como cabía esperar. Allí, si la Constitución o la Ley Celáa contravienen su visión, también se oponen, o hacen una como la “Ley maestra” para salirse con la suya. En las Nuevas Concertadas se puede ver que el negocio ya lo puede controlar descaradamente una sociedad anónima, limitada o laboral, que tras conseguir el concierto e incluso el terreno en condiciones ventajosas, puede funcionar añadiendo a los ingresos por el concierto otros como cuotas, explotación, para fijarse suculentos sueldos para consejo de dirección. Junto a ello, dentro de la lógica de empresa capitalista, aparecerán en la bolsa para que quienes quieran puedan beneficiarse de ese bien público que debiera ser la educación. Por supuesto, que aunque estas sociedades que controlan un colegio, varios y hasta una universidad, si se tercia, no renuncian en general a su ideario religioso. Así que, con esa situación de lógica eficiente y la libertad (de morir para el pobre), varias empresas fogueadas en Madrid ampliarán su oferta para difundir una educación tan “humanista y solidaria”.