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Un año tras las rejas en Nigeria por defender el ateísmo

Amina Ahmed está agotada. Día y noche, esta mujer de 36 años espera con ansiedad noticias de su esposo, un militante ateo que se pudre en una cárcel del norte de Nigeria desde hace casi un año sin juicio ni condena.

El 28 de abril de 2020, poco después de su boda, Mubarak Bala fue detenido por la policía y llevado a un lugar secreto. Desde entonces, está detenido sin haber sido juzgado y ni siquiera inculpado.

Le acusan de haber criticado al profeta musulmán en una publicación en Facebook, una blasfemia condenable con la pena de muerte en el norte musulmán conservador de Nigeria, donde la sharia se aplica paralelamente al derecho común.

Junto a su trabajo como ingeniero en una compañía eléctrica del Estado de Kaduna, Mubarak Bala, 36 años, es el presidente de la Asociación de Humanistas de Nigeria.

Creció en una familia musulmana tradicional, con un padre polígamo y una madre que tuvo nueve hijos, pero en su juventud dejó de creer en Dios y decidió luchar contra los movimientos salafistas extremistas que prosperan en el norte tanto como las iglesias evangélicas en el sur.

– Esperanza –

En 2014, su decisión le valió ser internado por la fuerza en un hospital psiquiátrico durante 18 días.

Pero este episodio no le disuadió de militar, en particular en las redes sociales, donde aseguraba que no hay vida después de la muerte, o que los políticos utilizan la religión para entontecer al pueblo.

«Trataba de cambiar la dinámica en el norte», explica Leo Igwe, un defensor de los derechos humanos y fundador de la asociación humanista. «Incluso decía que se iba a presentar a las elecciones».

Más que el ateísmo, su activismo era lo que más molestaba a los religiosos que tienen un inmenso poder e influencia en el norte del país más poblado de África.

«Estaba inspirando un movimiento y la gente empezaba a preocuparse», asegura Igwe.

Seis semanas antes de su detención, su esposa dio a luz a su hijo.

Los seis primeros meses, Amina Ahmed ignoraba dónde estaba su marido. «Ni siquiera sabía si estaba vivo», dice a la AFP.

Finalmente, descubrió que lo llevaron a una cárcel en Kano, a más de 200 km del lugar donde fue detenido. «Cuando al fin oí su voz por teléfono, fue como si me echaran agua fría en el cuerpo», contó.

En mayo de 2020, sus abogados presentaron un recurso ante el Tribunal Supremo Federal de Abuja para pedir su liberación.

En diciembre surgió una tenue esperanza cuando el Tribunal ordenó a la policía que lo liberara bajo fianza, pero hasta ahora, esta decisión no se ha ejecutado y Mubarak Bala sigue en la cárcel.

«El rechazo a obedecer el fallo del tribunal es mal intencionado e ilegal», declara James Ibor, uno de sus abogados.

Un portavoz policial de Kano aseguró a la AFP que Mubarak Bala no estaba en las manos de la policía, sino de la justicia.

– «Demasiado sufrimiento» –

La oficina de la fiscalía de Kano no ha respondido a las numerosas llamadas y mensajes de la AFP.

Su abogado ha depositado una nueva demanda para que se aplique la decisión del tribunal federal, y hay una audiencia prevista para el 20 de abril.

El relator especial de Naciones Unidas sobre la libertad de religión, Ahmed Shaheed, está «muy preocupado por la persecución de las personas no religiosas en Nigeria».

En los países donde «las leyes de la sharia se mantienen en paralelo en vez que estar subordinadas a las jurisdicciones de derecho común, constatamos violaciones muy frecuentes y preocupantes de los derechos fundamentales», dice Shaheed.

Tras un año de detención, los defensores de Mubarak Bala están preocupados por su estado de salud, así como por su seguridad.

Varias personas acusadas de blasfemia en el norte de Nigeria han sido condenadas a muerte, y en un caso, en 2011, un hombre fue decapitado en su celda por desconocidos.

Los diplomáticos extranjeros en Nigeria y los organismos internacionales se han mostrado prudentes hasta ahora, en general por miedo a que se les considere enemigos del islam.

Y su esposa empieza a perder la esperanza. Acuna a su hijo de un año y piensa en su marido.

«Ni siquiera pido que lo liberen. Poco importa lo que hizo, debería ser acusado y juzgado. Ya hemos sufrido demasiado».

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