“Es allí donde debe enmarcarse ese debate. Si la religión u otras creencias se elevan al nivel de políticas de Estado, entonces retrocedemos a la Santa Inquisición…”.
Hay varias formas de apreciar los resultados de las elecciones del domingo. Una es que, a pesar de que seguimos estando en el pico más alto de la segunda ola de la pandemia, la población acudió a las urnas en proporciones importantes.
Según la ONPE el ausentismo alcanzó el 28.3%, más alto que el 18.3% del 2016. Pero el ausentismo de las elecciones congresales de enero del 2020, antes de la pandemia, fue de 25%. No ha habido, entonces, una enorme alza. En cuanto a los votos válidos, en las elecciones del 2020 hubo 35% de votos blancos y nulos, porcentaje que, según el JNE, ha aumentado ligeramente.
Mejor es menos ausentismo, pero el desapego del elector se debe, fundamentalmente, a la crisis de régimen político y económico que vive el país. Y las elecciones del domingo no la han resuelto: un Congreso fragmentado, con más de 10 bancadas.
Sí queda claro el descontento de la población ante el modelo económico, lo que se expresa con toda claridad en el 19% de votación por Perú Libre. Los 30 años de neoliberalismo nos han dejado como herencia un Estado casi fallido lo que tiene como correlato el descalabro de los sistemas de salud, educación e infraestructura.
Lo peor: la pandemia ha elevado exponencialmente este fracaso –que la derecha económica no quiere admitir como suyo.
Y debieran estar primero en la agenda la lucha contra el virus (con la obtención de la vacuna en primer lugar) y la reactivación económica para recuperar empleos e ingresos. Igual lo estarán las reformas de fondo que necesita la economía: régimen económico, reforma tributaria, pensiones, nueva matriz energética (prioridad a las energías renovables, masificación del gas), internet universal como derecho humano, entre otros.
El tema económico va a ser entonces un parteaguas en la segunda vuelta. Es el modelo económico el que está en cuestión, no para tirarlo todo por la borda, sino porque ha demostrado su incapacidad de proponer un desarrollo sostenible e inclusivo. Y allí se inscribe la discusión sobre una nueva Constitución, tema afirmado por varios partidos: Perú Libre, Juntos por el Perú, Acción Popular.
Pero también entran con derecho propio las libertades y los derechos. Recordemos que hace 98 años, en mayo de 1923 el estudiantado de San Marcos, liderado por Haya de la Torre, se levantó contra la pretensión de Leguía de ofrendar el Perú al corazón de Jesús. No fue ese un movimiento ateo ni antirreligioso. Fue la expresión de la defensa del carácter laico del Estado peruano.
Es allí donde debe enmarcarse ese debate. Si la religión u otras creencias se elevan al nivel de políticas de Estado, entonces retrocedemos a la Santa Inquisición. Lo que, ojo, sigue existiendo en países donde la obediencia a la religión es razón de Estado.
Este es también un tema central de cara a la segunda vuelta, sobre todo en los partidos de derecha. Pero no solamente, pues también está presente en Perú Libre de Pedro Castillo y Vladimir Cerrón. Cada cual tiene derecho a sus propias creencias, lo que debe ser respetado, partiendo de la reafirmación del Estado laico. Si esto no sucede, a la crisis de régimen se agregan las disputas por opciones religiosas y de valores. El tercer tema central es la lucha contra la corrupción lo que, queda claro, excluye a Fuerza Popular de ser parte de las opciones democráticas.
A tres días de las elecciones, y con congreso fragmentado, ya tenemos declaraciones de dirigentes partidarios, pero no se anuncian todavía reuniones oficiales. La agenda debiera priorizar salvar vidas y reactivar la economía. Y también la defensa de la democracia, de derechos y valores, así como de cambios estructurales.
Hay que estar pendientes a la forma como se maneja esta agenda, tanto en la forma como en el fondo, para que votemos por el cambio, con toda claridad, el 6 de junio.