Es un gran momento para que la Iglesia se pronuncie de forma diáfana en contra de la xenofobia y la discriminación. Toda condena suma.
Como no teníamos bastante con la pandemia, el quebranto económico, la justicia justiciera y el conflicto territorial, ahora nos ha dado por la guerra santa. Tampoco es una sorpresa, Dios y la bandera siempre han sido muy socorridos para tapar (sin)vergüenzas. Entre la chica de la camisa azul que grita con ánimo convulso “¡El judío es el culpable!” en una concentración de neonazis en Madrid y la campaña ‘Stop Islamización’ de Vox en Catalunya hemos retrocedido al medioevo ideológico. Por si aún quedaban dudas, ya las hemos despejado: la inteligencia colectiva no sigue el ritmo de los avances tecnológicos. La atracción por la barbarie es imperecedera.
En la concentración neonazi tomó la palabra un sacerdote. Es un gran momento para que la Iglesia se pronuncie de forma diáfana en contra de la xenofobia y la discriminación. Toda condena suma. No necesitamos más guerras santas.
Usamos las religiones para hablar de identidades. Y las identidades, para distinguirnos. No es ni bueno ni malo. Depende de si las utilizamos como un bastón para sostenernos o como vara para atacar al otro. En la concentración neonazi tomó la palabra un sacerdote. Ignacio Garriga (Vox) apela a sus profundas convicciones católicas. Es un gran momento para que la Iglesia se pronuncie de forma diáfana en contra de la xenofobia y la discriminación. Toda condena suma. No necesitamos más guerras santas.