Un alcalde musulmán en Países Bajos lleva años pidiendo la ilegalización de las organizaciones salafistas por «la amenaza que suponen» para los jóvenes musulmanes y el resto de la sociedad
Mucho antes de que Emmanuel Macron se haya visto envuelto en la polémica por su decisión de erradicar las organizaciones salafistas de Francia, el socialdemócrata musulmán Ahmed Marcouch proponía desde el Parlamento holandés ilegalizarlas en Países Bajos y poner fin a la financiación extranjera de estas instituciones, alegando el peligro que suponen para los jóvenes musulmanes que acuden a ellas en busca de respuestas que definan su identidad religiosa. “Lo que hay que decirles a los jóvenes es que, si el profeta Mahoma estuviera vivo, elegiría Francia a Arabia Saudí”, sentencia el político. Los maestros como Samuel Paty son la base de la “democracia” y sería de “gran ayuda que los políticos empezaran a ver al salafismo como la ideología radical que es”.
Para Marcouch, alcalde de la ciudad de Arnhem, “no hay más humillación” del islam que la que hacen países como Turquía o Arabia Saudí con su actitud de “condena a unas caricaturas con el cuerpo aún caliente de un profesor que acaba de ser decapitado” por un joven radical en un suburbio de la periferia de París. “Estamos debatiendo sobre la libertad de expresión, cuando lo que tenemos es un hecho cruel y desalmado, una persona ha sido asesinada. Este es el momento de defender el derecho a la vida y al respeto, frente a estos radicales y salafistas, que creen que nadie tiene derecho a vivir más que ellos y los que entienden la vida como ellos”, lamenta, en una entrevista con El Confidencial.
Recuerda que ninguna organización le puso un cuchillo en la mano al joven checheno de 18 años que degolló a Paty. Entonces, ¿por qué son un peligro? Porque “repiten a diario a jóvenes como él que hay que defender el honor y la dignidad del profeta, con la yihad violenta si es necesario, y le convencieron de que su muerte sería un martirio apreciado por Dios”. Marcouch, musulmán practicante, subraya que muchas familias musulmanas, distanciadas de esa ideología, viven inquietas por temor a que sus hijos “caigan en manos de estos grupos, que les llenarían la cabeza de basura”, e insta a abrir los ojos ante “la agria realidad de que en Europa hay grupos radicales islamistas convencidos de que la ley islámica debe regir nuestras vidas y convencen de ello a los jóvenes” europeos.
Bloquear la financiación extranjera
Bloquear la financiación extranjera de las mezquitas, instituciones educativas y centros religiosos es “vital” para frenar su avance y garantizar que sus ideas no se sigan multiplicando. “Lo que vemos es a Turquía y los países del Golfo atacando a Francia, cuando son ellos los que exportan estos movimientos hacia Europa, los mismos que luego animan a los jóvenes a caer víctimas de la radicalización. Les llenan la cabeza de ideas políticas radicales, ni siquiera religiosas, y se esconden detrás de la libertad religiosa”, analiza.
Este político socialdemócrata entiende que estas organizaciones, que promueven el terrorismo, son “especialmente peligrosas” para los propios musulmanes. Además de disparar el racismo hacia los seguidores de Mahoma actuando en su nombre, más del 82% de las víctimas de grupos como el Estado Islámico son seguidores del islam que se han negado a aceptar sus preceptos yihadistas en diferentes puntos del planeta.
En Países Bajos, la cuestión de los islamistas radicales “preocupa” desde el asesinato del polémico cineasta Theo van Gogh en noviembre de 2004 a manos de un islamista neerlandés de 26 años. Fue una de las tragedias que más conmocionaron a este país. El extremista le disparó en plena calle cuando iba en bicicleta a trabajar, y tras caer al suelo, le volvió a disparar hasta ocho veces, lo apuñaló y después lo degolló. El atacante se encuentra aún entre rejas, tras ser sentenciado a cadena perpetua en julio de 2005. Dejó en el cuerpo de Van Gogh una carta amenazante dirigida a la activista neerlandesa de origen somalí y polémica exdiputada liberal Ayaan Hirsi Ali, también muy crítica con el islam.
“Eso marcó un antes y un después. Son difíciles de controlar, a veces actúan organizados y otras solos. Mantienen en vilo a una sociedad asustada, con razón, por lo que ocurre, y nos preocupa no saber cómo proteger a nuestros hijos de la trampa de estas organizaciones radicales, promovidas y financiadas por los países del Golfo y Turquía, que, en lugar de boicotear los productos franceses, deberían estar haciendo algo para frenar las ideas salafistas que envenenan a nuestros jóvenes en Europa”, añade Marcouch. Para este socialdemócrata, el debate ahora “no son las caricaturas”, sino “el respeto a la persona, a la vida y a la libertad, y la protección de nuestros maestros”.
Amenazas por caricaturas de un yihadista
Los temores de Marcouch encuentran argumentos en diferentes rincones, desde Francia y Austria a Países Bajos. Un maestro del instituto de Secundaria Emmauscollege, en Róterdam, ha tenido que refugiarse en un lugar seguro ante las amenazas que estaba recibiendo en internet. Este profesor tenía desde hace cinco años una caricatura hecha por un dibujante neerlandés, Joep Bertrams, que muestra a un hombre decapitado con una camiseta de ‘Charlie Hebdo’, mientras le saca la lengua al yihadista que acaba de decapitarlo. Se hizo como parte de un concurso para condenar el ataque contra los redactores del semanario satírico francés en París en 2015.
Aunque solo caricaturizaba a un extremista más bien parecido al fallecido líder yihadista Abu Bakr al Bagdadi, un grupo de alumnas del instituto acudió al aula donde el profesor tenía colgado el dibujo y le exigieron que lo retirara porque estaba cometiendo “una blasfemia” contra el profeta Mahoma. Las jóvenes aparentemente confundieron el objeto de la caricatura, y se inició una discusión en los pasillos del colegio para tratar de convencer —en vano— a las jóvenes de que no se trataba de Mahoma. Los profesores optaron al final por retirar el dibujo del tablero del aula, pero una alumna ya se había apresurado a hacer una fotografía con el móvil al tablero y compartirla en las redes sociales bajo el mensaje “Una caricatura de nuestro profeta”.
El maestro en cuestión recibió una multitud de amenazas de muerte que obligaron a la policía a protegerlo, sobre todo tras el reciente suceso en Francia. Los profesores empezaron a mostrar su preocupación, temiendo ir al colegio, y las autoridades iniciaron una investigación de lo ocurrido. Al final, tres jóvenes fueron detenidos. Una chica de 18 años y dos chicos de 17 y 18, de Ámsterdam y La Haya, respectivamente. A ella la acusan de «sedición», porque fue la que publicó la foto en redes sociales y, con ello, dice la policía, «incitó a otros a cometer delitos contra la escuela y el maestro». Sobre ellos pesa la acusación de “amenazas e incitación” a la violencia, aunque no está clara su conexión con el instituto afectado. Todos fueron liberados a la espera de juicio.
«Ilegalizar las ofensas al profeta»
El Órgano de Contacto entre los Musulmanes y el Gobierno (CMO), que reúne cientos de mezquitas en Países Bajos, también reaccionó con dureza a lo ocurrido en Francia y Austria. “Tenemos un enemigo duro. Unámonos para superarlo y para superar esta tragedia”, instó, en un comunicado en el que tilda un ataque terrorista como el de Niza como “un acto cobarde e inhumano con el que quieren romper la sociedad, asustar a la gente y poner los grupos de población unos contra otros”.
Sin embargo, hay quien no ha considerado suficiente ese comunicado, como es el caso del imán de la Mezquita Azul de Ámsterdam, Yassin Elfokrani, quien instó al Ejecutivo de La Haya a ilegalizar los insultos al profeta Mahoma. Aseguró “condenar con todas sus fuerzas” los ataques terroristas que han tenido lugar en territorio europeo estas últimas semanas, pero se preguntó por qué “insultar a los judíos se considera rápidamente antisemitismo, mientras que insultar al profeta cae dentro de la libertad de expresión” de la sociedad. Consideró que el debate político y la legislación pueden ser una respuesta al terror: “Se enviaría una señal con ello: así es como hacemos las cosas en una democracia”, dijo.
La alcaldesa de Ámsterdam, Femke Halsema, calificó de “inaceptable” la declaración de Elfokrani. “Nuestra libertad está anclada en nuestros derechos fundamentales y no es posible hacer concesiones”, advirtió. El imán ha estado en el punto de las críticas e incluso de las amenazas desde que pronunció esas palabras instando a la creación de una legislación propia contra el insulto a Mahoma, una situación que le llevó a cancelar de forma temporal sus sermones de los viernes en la mezquita de Ámsterdam. “Estoy acostumbrado a las amenazas de muerte, no es la primera vez, pero en los últimos días he estado realmente inundado de amenazas a través de las redes sociales y otros canales”, se explicó.
Derecho a no sentirse ofendido
El primer ministro, Mark Rutte, que es también profesor invitado de un colegio de La Haya, dejó las cosas claras tanto a Elfokrani como a las alumnas del instituto de Róterdam. En Países Bajos, “nadie tiene derecho a no sentirse ofendido” y recordó que “no hay mejor lugar que la educación” para enseñar los valores fundamentales del Estado constitucional neerlandés a los jóvenes, algo que se debería “discutir sin presiones externas” como las amenazas de muerte recibidas por los maestros.
Según el jefe del Gobierno neerlandés, hay un pequeño grupo dentro del islam que “hace un mal uso de la religión como herramienta para intimidar” a otros, y subrayó que la gran mayoría de la comunidad islámica en Países Bajos profesa la fe “de una manera decente, de acuerdo con el orden legal democrático” del país. Quienes abusan de la fe para “amenazar a otros, tendrán toda la sociedad en su contra” y especialmente en la educación, donde “no se puede prescindir de la libertad de poder discutir sobre la libertad de expresión”.
Los profesores deben poder hablar de lo que Rutte considera “unos valores occidentales” y “nunca deben sentirse intimidados” por ello. El primer ministro trató de buscar alguna explicación a cómo un grupo de jóvenes alumnas holandesas, algunas sin alcanzar aún la mayoría de edad, pueden tener opiniones tan extremistas y un poder de movilización que logró intimidar a todo un colegio y arrebatarle a un profesor su derecho a enseñar. “Quizá todos hemos sido demasiado ingenuos en el pasado, quizá no hemos dejado claro que valores como la libertad de expresión, la libertad de religión y la igualdad entre hombres y mujeres no son negociables”, concluyó.