Los cristianos evangélicos blancos, comúnmente llamados “evangélicos”, figuran entre los partidarios incondicionales de Donald Trump. Tuvieron un importante papel en la victoria de 2016. Cuatro años más tarde, en plena campaña de reelección, su influencia es evidente en los discursos de “guerra civil” declamados por el candidato republicano; a los demócratas, satanizados, se les acusa de tratar de imponer el socialismo y el caos en Estados Unidos.
“En EEUU hay unos 95 millones de evangélicos y al menos 60 millones son pentecostales neocarismáticos, un sector que destaca los dones del espíritu”, afirma André Gagné, profesor titular de la Universidad Concordia de Montreal y autor del reciente libro Ces évangéliques derrière Trump. ¿Qué son los “dones del espíritu”? “Carismas sobrenaturales que el Espíritu Santo concede a los creyentes para realizar su servicio (lo que ellos llaman “ministerio”) para la edificación de la comunidad cristiana (lo que ellos llaman “el cuerpo de Cristo”), responde André Gagné. “Algunos de estos dones son hablar en lenguas (glosolalia), la profecía, las curaciones, los milagros, la palabra de conocimiento, etc.
Pero, ¿cómo puede un tipo de tan dudosa moralidad atraer a estos hombres y mujeres de fe (a riesgo de parecer de la vieja escuela)? Es que nada de esto les importa. Trump no es un santo, sino una nueva versión de una de esas figuras históricas paganas como Ciro, el fundador del Imperio Persa, que liberó a los judíos después de invadir Babilonia en el siglo VI a.C. y les permitió reconstruir su templo en Jerusalén.
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