En un pueblo de apenas 250 habitantes, Torrellas, al noroeste de Zaragoza, cerca de la Soria de Machado y en el Somontano del Moncayo que inspiró a Bécquer, confluyen durante el verano cientos de jóvenes, entre 14 y 25 años, en un espacio dirigido a crear una ciudadanía crítica, diversa, solidaria, creativa y comprometida.
Chicos y chicas que no solo disfrutan del verano sino que están interesados en darle un toque diferente a su tiempo de vacaciones y que, gracias a estos campamentos organizados por distintos colectivos que conforman el Movimiento Laico y Progresista de Aragón, logran canalizar un gran potencial de creatividad que es fundamental en los tiempos que vivimos.
Es reconfortante ver a jóvenes debatir, hablar, discutir y reflexionar sobre problemas acuciantes del ahora y del mañana. Es esperanzador saber que su cerebro se está moldeando a través del uso de la razón, con una actitud crítica ante los hechos y con una máxima, el respeto hacia la diversidad. Quieren buscar respuestas, quieren encontrar soluciones para mejorar su entorno y, sobre todo, quieren ponerlas en marcha. Y, para ello, reciben información de gente muy diversa, desde expertos en diferentes materias hasta responsables sociales, sindicales o institucionales.
Y, este año, conociendo la lucha que había protagonizado Héctor para la retirada de simbología religiosa de su Instituto público, en Dos Torres (Córdoba), la Fundación de Acción Laica de Zaragoza le invitó a pasar unos días con estos jóvenes e incorporarse a un Taller de Laicismo.
Hablaron de la sinrazón de la permanencia de simbología religiosa en centros educativos públicos o de como las distintas religiones no deberían darse en los centros sino cada una en su comunidad religiosa, como ocurre en Francia. También hablaron de como en esta pandemia ha quedado claro que las soluciones a los problemas de la Humanidad vienen de la mano de la ciencia, dejando las diferentes religiones o creencias (todas respetables) en el ámbito de lo personal. Y señalaron la importancia de reivindicar los derechos de todos para evitar que en el ámbito público prevalecieran creencias particulares, como había hecho Héctor exigiendo la retirada de simbología religiosa de su Instituto, defendiendo la aconfesionalidad del Estado y el principio de igualdad de oportunidades de todos los ciudadanos y ciudadanas.
Esto es lo que piensan los jóvenes de nuestro país, jóvenes que comprenden mejor el pluralismo del panorama religioso en el mundo y la importancia de la laicidad como defensa de todas las creencias, del respeto al otro, de la igualdad de oportunidades y del desarrollo integral y libre de cada una de las personas. Y así se refleja en el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) sobre convicciones y creencias de los españoles y españolas en materia religiosa y sus prácticas, en el que cerca de un 60% de jóvenes afirman no profesar ninguna religión.
Es reconfortante saber que, a pesar de la inestabilidad actual y de la profunda crisis económica y sanitaria, existe un importante grupo de jóvenes que no mantiene un rol pasivo en la sociedad y que se involucra activamente no solo en acciones para cambiar su entorno más inmediato, sino que se mueven pensando en el futuro. Y Héctor forma parte de ese grupo de jóvenes que creen en el bien común, en una cultura ciudadana impregnada del respeto a los derechos humanos y que caminan juntos para alcanzar un futuro mejor. Son el motor del cambio, el motor del mundo y gracias a su compromiso, nuestra sociedad será más justa e igualitaria.
Manuel Sánchez Jurado, maestro y psicopedagogo
Cristina García Sarasa, bióloga