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El islamismo de Erdogan quiere reconvertir Santa Sofía en una mezquita

¿Iglesia o mezquita? La República turca laica surgida del Imperio Otomano decidió en 1935 que la basílica bizantina de Santa Sofía fuera un museo sin carga religiosa, una decisión que el islamismo y la nostalgia otomana que representa el presidente, Recep Tayyip Erdogan, quieren ahora revertir.

     El Consejo de Estado, o Danistay, el máximo tribunal administrativo, tiene previsto decidir este jueves, 2 de julio, sobre la petición, de una desconocida asociación, para cambiar el decreto que hace 85 años secularizó el edificio.

Si decide favorablemente, todo apunta a que el Gobierno impulsará su uso como mezquita.

ERDOGAN QUIERE REZAR

El presidente turco, el islamista Recep Tayyip Erdogan, parece decidido a ello.

«Ojalá después de la sentencia del Danistay podamos rezar en Santa Sofía», dijo hace dos semanas.

 Grecia, por su parte, ha protestado enérgicamente contra lo que considera un atentado contra la herencia cristiana de la antigua Constantinopla, capital de Imperio Bizantino hasta su conquista por los otomanos en 1453.

DE BASÍLICA A MEZQUITA

Construida en el siglo VI por el emperador Justiniano, la basílica de Hagia Sofia, o Ayasofya en turco, fue convertida en mezquita poco después de la conquista y mantuvo esta función hasta su conversión en museo.

Su cierre como templo siempre tuvo detractores, pero estos provenían «de ámbitos islamistas y nacionalistas más bien marginales, que así mostraban su presencia en el panorama político», explica a Efe telefónicamente el politólogo turco Güven Gürkan Öztan.

«Con anteriores Gobiernos turcos, más comprometidos con el acercamiento a la Unión Europea y los valores universales, esto habría sido impensable», agrega el experto.

Desde que, tras las elecciones de 2018, el islamista AKP, el partido de Erdogan, pactó con el ultranacionalista MHP para mantener en el Parlamento la mayoría de que disfruta desde 2002, «el pensamiento nacionalista ha irrumpido en el Gobierno», sentencia Öztan.

PUGNA ENTRE DOS TURQUÍAS

Para el ideario nacionalista-islamista, reconvertir Santa Sofía en un templo musulmán es «el último paso en la reconquista de Estambul», el histórico centro del mundo otomano que, tras la caída del Imperio en 1918 por la intervención europea, dejó de ser capital.

Aunque la polémica sobre Santa Sofía suele recrudecerse cuando el Gobierno islamista necesita movilizar a sus seguidores, se trata de mucho más que un instrumento electoral y refleja una profunda división.

El Museo de la Hagia Sofia, de la «Santa Sabiduría», es un símbolo del laicismo del Estado, el mismo que prohibió durante décadas, hasta la llegada al poder de Erdogan, el uso del velo islamista en las universidades y la Administración, señala Öztan.

De ahí, la idea de reconquista de quienes sueñan con recuperar la grandeza del Imperio otomano y superar el legado de Mustafa Kemal Atatürk, el padre de la Turquía moderna, que depuso al último sultán en 1922.

«Es un enfrentamiento profundo entre islamismo y kemalismo, entre partidarios del Imperio otomano y defensores del ideario republicano», explica el académico, para «quienes piden convertir Santa Sofía en mezquita, lo que pretenden es arreglar cuentas con los fundadores de la República».

MINARETES Y MOSAICOS

Ya desde 1980, la llamada a la oración se difunde desde los altavoces en los minaretes otomanos que rodean la basílica. Ir más lejos «no será nada fácil» considera el académico, porque «significaría cortar puentes con los valores universales y replegarse», además de tener que resolver los detalles prácticos.

Por supuesto, los turistas podrían seguir visitando el edificio, al igual que ahora afluyen en masa a la cercana Mezquita Azul. Pero habría que ver cómo conciliar el rezo islámico con los mosaicos cristianos cuando el islam prohíbe tener imágenes en un templo.

Taparlos supondría un escándalo mayúsculo, no sólo en el extranjero, sino en el seno de la propia sociedad turca.

Incluso muchos musulmanes practicantes se distancian de la propuesta.

«De momento, la mezquita está ahí y con eso nos basta», dice a Efe un joven llamado Lütfi, camino del rezo en la Mezquita Azul.

«Si hubiera mucha más gente, entonces sí veríamos correcto abrir Santa Sofía al rezo, pero de momento, no hay necesidad», opina.

Farkan, un estambulí de más edad, también rechaza la idea: «Eso es cosa de los patriotas de derechas, son ellos quienes lo piden. No hace ninguna falta con la cantidad de mezquitas que hay y la poca gente que reza».

LAS OTRAS SANTA SOFÍAS

El Gobierno de Erdogan ya transformó en 2011 en mezquita la iglesia bizantina de Santa Sofía de Iznik, la antigua Nicea, que llevaba siglos en ruinas y había sido restaurada como museo en 1935.

Y en 2013 le llegó el turno a Santa Sofía de Trebisonda, una iglesia del siglo XIII que funcionó como mezquita hasta 1964, cuando se descubrieron y restauraron sus frescos cristianos, motivo por el que fue declarada museo también.

Hoy, su nave central está cerrada al turismo y abierta al culto, cubierta de alfombras y rodeada de baldaquines. Así, los poco fieles no ven los frescos que sí pueden contemplar los turistas -la mayoría turcos- desde las naves laterales.

«Algo similar podría hacerse en Estambul: plantar una gran carpa en el interior, solo para los rezos del viernes, algún tipo de compromiso», aventura Öztan.

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